viernes, 27 de abril de 2012

melancolía


La depresión y los contaminantes

Por Jesús Chávez Marín

Uno de mis alter egos favoritos, y además muy amigo mío, me contó la siguiente historia: Fíjate Chávez, que los últimos meses del año pasado me la pasé hecho un pendejo.

Me tocó padecer uno de los más feroces estados depresivos de los que guarde memoria. Mis amigos me encontraban vagando por las calles del centro, meditabundo cual soy, y para luego es tarde me preguntaban, alarmadísimos:

¿Qué te pasa maestro?, ¿por qué tan triste?

Nada, les contestaba yo no me pasa nada: ni perdí el empleo, ni me abandonaron, ni me boletinaron la tarjeta. No sé que pasa: me mantengo durmiendo todo el santo día y la noche la paso en vela, ya no me dan ganas de comer, ni salir, ir al cine, ni siquiera al teatro, no le hallo chiste a nada (ni a nadie). Pura televisión es lo único que te aguanto, ya te imaginarás, con lo malas que andan ahora las telenovelas (excepto Tieta) y con las graciosadas viejas de Chespirito y su señora, la onda de plano más friqueante no puede ser.

Ustedes los que no padecen la depresión ni se imaginan lo que es esta enfermedad; el sufrimiento insaboro incoloro insípido que produce. Llega a durar meses, años. Y si le metes medicamentos químicos sin control médico resulta peor: se alarga artificialmente, aunque al insomnio lo cambiemos entonces por un sueño plastoso y sin imágenes. El letargo puede durar el resto de tu vida y los amigos llegan a acostumbrarse a esa melancolía dañada, nos tratan como si esa fuese ya nuestra personalidad madura (y envejecida) de casicuarentones. Y así te miran, mientras a hurtadillas dicen:


Pobre fulano: nació atiriciado, embrujado, empastillado y poeta chafa para siempre.

Pero el depresivo también es un (obsesivo) pensador. Si es honesto consigo mismo llega a claridades y lecciones que le serán útiles si decide limpiar esas sombras secretas o visibles que oscurecen los días y alumbran las noches, que marchita amores y contagia la convivencia con familiares, quienes se ven eclipsados por esa tristeza llena de gatuños que no comprenden.

Una de las causas ambientales de ese estado neurótico llamado depresión, fenómeno tan individualista como pocos pueden serlo, es la ecología herida que nos gestamos en las zonas urbanas de liberalismo salvaje de fin de siglo. Queremos vivir asfixiados, chiflados, rellenos de estímulos agresivos que parecen autocastigos por haber sido tan malcriados con la tierra, con la naturaleza, cumpliendo un desaforado afán de progreso.

En todos los lugares urbanizados del mundo el progreso empieza ya a gastarse por todos lados, como si fuera carro descompuesto: se desmorona uno de los más sólidos mitos, el adelantamiento lineal y acumulativo de necesidades creadas y cultura desechable. El progreso como abstracción, como absoluto.

Ahora la atmósfera ya no puede más, anda en el límite (¿estado terminal e irreversible?) en el proceso de asimilar descargas de ozono, carbono, agroquímicos, polvo de plomo y otros gases; cuando montañas, valles y ríos están cubiertos de lámina, llantas, polietileno y demás basura, olvidamos pensar que nuestro cuerpo y los cuerpos de los demás animales que caminan por la tierra también son territorio de esos contaminantes: vivimos manchados física y mentalmente por la cultura de petróleo.

Las depresiones horribles, que cada día parecen aumentar en víctimas y en intensidad podrían ser un resultado de esta mancha urbana que hemos sembrado y extendido hasta los mares y las orillas del cielo. La basura y los fluídos industriales penetran la identidad material, física, social y pensante. No digo que la ecología dañada sea causa única de la tristeza individual, pero sí resulta el contexto exacto.

Mayo 1992

martes, 24 de abril de 2012

inicia ichicult


Autora de la foto Mila Chávez Marín

Embajadores de la alta cultura

Por Jesús Chávez Marín

En el reborujo de mi escritorio encontré unas hojas de papel revolución en las cuales un famoso contador público había escrito un emocionado testimonio. El autor de aquellas páginas era un señor de lo más culto de los que salen en las crónicas de Panchito Ontiveros, cuyas historias causan regocijo a la intelectualidad chihuahuense. Yo las transcribo ahora para dejarlas en manos de la posteridad, no les importe a ustedes si lo hago con los relámpagos de mi computadora o con este lápiz: la escritura y la transcriptura jamás conocerán esas pequeñas fronteras técnicas. Aquí les va entonces este relato sacado directamente de la vida real:

Corría el año de gracia de 1992, entrando la primavera, cuando para mi suerte conocí en carne y hueso al señor presidente y junto con él a muchas otras personas notables que venían en la gira, todos rodeados de periodistas y camarógrafos de varias televisoras del ancho mundo.

En Chihuahua siempre las venidas de un presidente resultarán inolvidables desde tiempos de don Porfirio para acá, y hasta con los mismos ganaderos y rentistas de los mismos apellidos recibiéndolo en el aeropuerto. Todavía nos embarga la palpitante emoción al haber sido testigos de la historia y conocido ¡en persona! a tantos seres tocados por la gracia, aquí mismito en el Teatro de Cámara del Complejo Cultural, la inolvidable noche del 19 de marzo.

Qué nos importan los miles de dólares que se hayan gastado en traer a tanto notable de la capital, con sus respectivos consortes y guaruras; hospedarlos en hoteles de cinco estrellas como corresponde a su categoría y alimentarlos con lujo de detalles en los mejores restaurantes de nuestra ciudad tan hospitalaria con los grandes, si así pudimos conocerlos más de cerca y hasta saludarlos de mano.

Y fue entonces como anduvieron entre nosotros, compañeros de butaca durante media hora en el teatro de nuestra esperanzada tierra, las siguientes ilustres personas:

* Roberto Bañuelas, tenor conocido mundialmente y cuya utopía personal es llegar a ser famoso algún día.
* Benjamín Domínguez, el pintor de los encajes finos y las monas desnudas metidas primorosamente en cuadros que parecen conventos floridos, en competencia constante contra la cámara fotográfica y la decoración de interiores.
* Alma Delfina, la estrella juvenil del momento allá por los años ochentas, quien declara con la benevolencia que la caracteriza que es de aquí de Camargo. Ella lucía un precioso vestido blanco de minifalda como de secretaria ejecutiva, adornado con un ramito de flores muy coqueto que se movía tentadoramente sobre sus pechos al compás de su dulce respiración, igualito que en las rimas y leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer.
* Carmen Cardenal, la famosa trovadora indispensable en todas las películas de contrabando y traición del nuevo cine nacional (y también del antiguo) y de los años de oro y todo eso.
* Evangelina Martínez, la neoabuelita que todos quieren en cuanta telenovela de la tarde pasa por el canal de la televisión y en los comerciales del audaz programa de rescate social ante el abismo, llamado Solidaridad.

Claro que también se vinieron al no haber más algunas figuras de segunda categoría, como el tal Gonzalo Martínez, (también es de aquí) ¿y él quien es? Pues ese, el que se la pasa dirigiendo telenovelas como El padre Gallo, La gloria y el infierno y otras más. El mismo que hizo películas de cine ruso hablado en español, como El Principio, El jardín de los cerezos, Longitud de Guerra y La pasión de Isabela. Ahora está preparandos dos telenovelas de mucha garra con unos guiones que le compró a Octavio Paz: Los intelectuales también lloran (de coraje ante su arrogancia herida) y otra también muy emotiva: El derecho de nacer hecho un genio ya desde chiquito. Dice Gonzalo que Azcárraga ya le soltó una lana y que Miguelito Alemán será su asesor literario ahora que le va a sobrar mucho tiempo ya que no se le hizo la grande en Veracruz.

Pero el único artista (chihuahuense) realmente de primera división que venía en aquella gira que guardarán los siglos fue nuestro famoso paisano, el escritor cuyo nombre lleva una calle de su pueblo natal, el profesor y licenciado Víctor Hugo Rascón Banda, autor de tantas y tantas historias de la tierra y de sus alrededores. Y eso nomás porque tenía que echarse el discurso oficial (ante la escasez de talento local) frente al señor presidente Salinas, quien lo felicitó con un abrazo.

En el acto solemne de aquella noche Víctor Hugo echó un rollo vieran que bien bonito, varios de los ahí presentes estuvimos a punto de llorar. Y fustigó tanto a la caraja censura que de seguro durante varios años nadie se atraverá a clausurar ningún teatro o puesta en escena, amenazar a ningún pintor por motivos moralistas ni muchos menos mandar matar periodistas o cosas de esas tan horribles.

Alguien me platicó que también habían invitado a Lucha Villa, pero ella no quiso venir y declaró muerta de risa:

No, yo no voy; aunque ganas no me faltan de saludar a mi amigo el gobernador de allá. Pero capaz de que El Chato Aguilar junte a las masas y me quieran candidatear allí mismo. Ya ves cómo me anduvieron rogando, oye, pero ¿tu crees?, ya me imagino, yo en campaña, en medio de esos nacos, ni loca que estuviera, ¿verdad?

Tampoco vino Juan Gabriel (doctor honoris causa por la Universidad de Texas) acompañado de su mariachi Arriba Juárez; ni Carlos Montemayor, el único poeta de la antigua Grecia nacido en Parral; ni Joaquín Armando Chacón, el poeta épico más hogareño que existe; ni Nachito Solares porque ese nunca viene y manda decir que tuvo que salir de urgencia a Europa; ni el gran José Vicente Anaya, nuestro amigo (y por lo tanto a él jamás lo tocamos ni con el pétalo de un adjetivo); ni Sebastián porque le encargaron un caballito los reyes de Mónaco; ni Jesús Gardea: se atragantó con uno de sus típicos berrinches porque lo invitaron mero al último; ni Federico Urtaza porque nadie lo mandó invitar ni le mandó boletos de avión (le falta demasiado currículum).

Pero además tampoco querían venir.

Tenían miedo de que Ivonne Sandoval los echara en el tren Ch-P para llevárselos a pasar unos días en el Divisadero y en la Cascada Basaseáchic; o que Virginia Pérez les obsequiara a todos un bonito cuadro; o quizá Olga Leticia Moreno quisiera entrevistarlos en la tele para un canal que no transmite a nivel nacional. O a lo mejor simplemente se negaron a asistir en mangas de camisa a un acto donde obligatoriamente hubieran tenido que acudir en traje informal y ellos eso sí que no, ¿perder el estilo?, jamás.

A pesar de todo, gracias a nuestro supremo gobierno que tanto nos cuida nunca nos faltarán (del todo) el pan y circo que nos tienen prometido. Como este espectáculo de opereta que nos tocó presenciar la noche en la que El Señor Presidente y don Víctor Flores Olea (poquito antes de que lo mandaran por un tubo) y el Señor Gobernador inauguraron nuestro benemérito Instituto Chihuahuense de la Cultura.

Abril 1992