martes, 29 de junio de 2010

cartelera

(En la foto, con Lavinia Ekaterina y su esposo).

Sugerencias de auraed

1.miércoles 21 octubre 2009, 8 de la noche, quinta gameros: presentación del audio libro caracol solar de lilly blake, comentaristas renee acosta y a. espinosa, maestro de ceremonias iván carlos.
2.consulta del iris y del nervio ciático, diabetes, artritis, migraña, sinusitis; remedios de acupuntura y reflexología, luis field, avenida niños héroes y calle sexta , teléfono 200-04-72.
3.lectura del tarot, productos esotéricos, cuarzo, incienso, lociones, pomadas, hierbería meza & molina, avenida niños héroes esquina con ocampo, centro histórico, teléfono 437-03-95.
4.Si quiere contratar al mejor organizador de bibliotecas de la ciudad de chihuahua busque el escritor miguel r. mendoza g. en miko390606@yahoo.com.mx.
5.auraed felicita de manera entusiasta y de lo más contenta a la sinfónica de la marina mexicana y a su coro de 37 cantantes que en el festival internacional del palomar, ofrecieron un refinadísimo concierto y a la vez muertos de risa dirigidos por el capitán franciso hernández cevallos, un beso amoroso pero bien amoroso a la teniente que era solista y que con su voz de contralto nos trepó en el éxtasis de su maravilloso arte musical.
6.si necesita un dibujante de veras bueno y no un principiante perpetuo de adolescencia tardía como kabeza, busque al señor césar de las casas duarte en el teléfono 159-44-95 o escríbale al atzyabue@hotmail.com.
7.auraed felicita a gildalorena martínez y alfredo téllez bandido por su linda exposición de pinturas que en la quinta gameros habrá de vender cuadros hasta la navidad de este año.
8.un beso muy pero muy tronado a la escritora sara alcalá que en el mezanine del congreso presentó el jueves 15 de octubre 2009, meritito el día de pago, su bello libro de poemas titulado la luz que depositas en la sombra, con un abrazo para dos ilustres caballeros que tiraron el rollo, el profesor josé antonio garcía pérez y el poeta daniel torres jáquez.
9.no vayan a cometer la equivocación irremediable de no ir a ver a chicago casi gratis en el foro palomar a las 8 de la noche el sábado 17 de octubre 2009.
10.El mejor poeta del norte de la república rogelio treviño presentará su libro lámpara en el granero a las 8 de la noche del jueves 29 de octubre 2009 en la casa redonda; el pintor luis aragón tratará de estructurar un discurso no tan surrealista y la bella escritora y filósofa renee acosta surtirá de teoría literaria al personal mientras raúl vásquez contará algunos relatos de la vida fantómica y kalimánica de treviño.
11.el viernes 6 de noviembre 2009 en la quinta gameros a las 8 de la noche habrá de presentarse el libro química de alimentos componentes y funcionalidad de la maestra en ciencias virginia mendoza guzmán, con discursos pero bien científicos de petronio gallo y algunos otros discípulos de este señor, cuatro jóvenes músicos muy populares en la ciudad por su alto valor artístico y su simpatía cantarán de su ronco pecho acompañados con guitarras y tambores.
12.En la adusta editorial doble hélice ya trabajan a marchas forzadas los señores martín reyes y luis david hernández aplicando apresuradamente los últimos toques de corrección de estilo a la segunda edición del libro te amo alejandra de jesús chávez marín con prólogo de ricardo aziz nassif y dedicatoria devota y amorosa a carmen marín con agradecimiento especial al ingeniero carlos guízar hernández, toditito en páginas corregidas y aumentadas, se espera que el libro estará listo para que el autor se lo regale de navidad a todos y cada uno de sus ahijados y ahijadas. (En la foto de al principio salgo al lado de la cantante Lavinia Ekaterina y su esposo).

JChM. Octubre 2009


Nueva y resplandeciente escuela de arquitectura

Una de las cinco mujeres más hermosas de Chihuahua y de seguro la más inteligente, la arquitecta Ángela Siqueiros, anuncia la conferencia 18 en el ciclo de los martes. Para la historia y para el siglo hablará el sabio filósofo renacentista Daniel Castillo, científico de la bioquímica, estética y antropología. La conferencia será este martes 20 de octubre a las siete de la tarde en calle Aldama 810 casi esquina con avenida Ocampo, el edificio blanco y de estilo marciano que el hippie y arquitecto José Batista diseñó y construyó en los años setentas.En el texto de la invitación la maestra Ángela Siqueiros, quien además de artista y teórica del arte es empresaria y diseñadora de muebles de madera, escribe: En Isthmus norte, la nueva escuela de arquitectura de Chihuahua, invitamos a nuestro ciclo de conferencias de los martes a la número 18, abierta al público en general y no solo intramuros de nuestro colegio. El ciclo se realiza para formar un ambiente de análisis, reflexión y diálogo en torno a la arquitectura, la ciudad y el complejo habitar. En esta ocasión se hablará en torno al hábitat, el zoo humano a que se refiere Desmond Morris: la ciudad. Acompáñenos y participen en este tema, la construcción de la polis. Va a estar a toda madre. [Nota: esta última frase es traducción simultánea en versión libre].

JChM. Octubre 2009

lunes, 28 de junio de 2010

mural efímero

Mural efímero: 200 restos

Por Jesús Chávez Marín

En septiembre de 2006, en una casa de la colonia Santo Niño, Marco Esparza realizó una exposición de una serie de dibujos en tinta china; la serie se llamó Santos deformes, con textos poéticos de Marco Vladimir Guerrero Herrera y música de rock. Fue el inicio profesional de este joven pintor que en ese entonces apenas había cumplido 20 años, e iniciaba sus estudios de literatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la UACh.
Este año Marco acaba de terminar el noveno semestre de letras españolas. Con el tema de los famosos dos centenarios de la fecha, el director de su facultad, doctor Javier Ramírez Santoyo, lo invitó a realizar un mural en las escalinatas de la escuela, le cedió para él solito los 7 planos de ese espacio y lo metió en líos técnicos muy peliagudos de resolver: todas las madrugadas de los últimos 20 días se la pasó instalando andamios, limpiando muros, resanando escarapeladas, pegando hojas de papel con impresiones y figuras, y pintando con vinílica y tinta china. Por fin, la madrugada del jueves 17 de junio terminó su mural efímero titulado 200 restos, que será inaugurado en agosto, al iniciar el próximo semestre.
Por razones de mi trabajo me tocaba pasar a veces por el lugar donde el pintor hacía concentradamente sus trabajos de artista, y lo fui conociendo mediante preguntas ocasionales. Y ahora decido escribir esta entrevista para las lectoras de Omnia, para que ellas y yo nos asomemos con vivaz curiosidad a la cocina de un pintor tan joven y tan educado.
Marco, si es usted pintor desde tan joven, ¿por qué decidió estudiar letras en vez de inscribirse en bellas artes?
Porque encontré en letras un proceso creativo más directo a partir de la imagen poética, hallé mi forma de realizar el trabajo y de buscar originalidad.
Después de aquella primera expo suya en el barrio Santo Niño, ¿cuántas otras ha realizado?
No tengo el número exacto, pero son bastantes. No busco realizar exposiciones, sino buscar momentos visuales.
¿Qué es un momento visual?
El momento en que la obra se ejerce como una necesidad, no como algo agregado.
¿Cuál es la forma de “ejercer” una obra?, ¿hay un proceso, una conducta, un estado físico, espiritual; o es un propósito, un proyecto?
Busco una excitación.
¿Cómo es una excitación?
Algo que me lleve a un estado primitivo, un estado puro. Un instinto.
¿Podría describir ese fenómeno?
Lo que me obliga a actuar directamente sobre la obra; lo que me convierte en un insecto y sé que puedo volar o ser aplastado.
Platíquenos a las lectoras de Omnia y a mí, cuáles fueron las acciones de esa actuación en una obra que usted haya realizado recientemente, para entenderle bien estos conceptos que en principio parecen un tanto oscuros.
En realidad nunca sé lo que voy a pintar. En la última exposición que realicé, con la que se inauguró el nuevo espacio visual de Filosofía y Letras, al inicio tenía yo imágenes literarias, mas no imágenes visuales. Unas eran imágenes religiosas: la crucifixión, el consumismo y el patriotismo y el narcotráfico. Todo esto lo traté de representar en una obra pop, decadente, pero realista. Cada obra que realizo está comprometida con el contexto histórico y social, con lo que está a cien metros de donde camino, todo influye.
Pero, ¿en serio logra sentir eso del insecto que vuela o que puede ser aplastado, o es solo una metáfora suya para explicarnos el asunto?
Creo que a fuerzas quiero ser Gregorio Samsa. Y lo consigo en el trabajo, porque todo lo que he hecho ha sido nuevo, nada se parece a lo anterior.
¿A qué le llama “decadente”?
Aquello que es como una prostituta, es bella, satisface necesidades, pero nadie quiere aceptarla.
Siguiendo esa metáfora, ¿por qué buscar en su trabajo artístico una prostituta y no una mujer virtuosa, bella y saludable?
Porque aquellos que hagan un trabajo artístico bello y saludable, son unos hipócritas.
¿Entonces el arte no sirve para darle a la gente imágenes que enriquezcan su vida, visual y espiritualmente?
El arte sirve para todo, pero en este estado, en esta ciudad, parece que no sirve para nada.
¿Cuál es el tema, o los temas, que expresa o que recrea en esta nueva obra suya, el mural efímero que acaba hoy de terminar, y que tituló 200 restos?
La putrefacción. Y también buscar una contraparte temática al asunto de los dos centenarios que este año estamos celebrando, la revolución y la independencia. Incluso podría decirse que no tiene tema. Este mural es abstracto, una abstracción poética.
¿Con cuáles técnicas trabajó en este mural?
Utilicé el estiker, la tinta china, la proyección de imágenes sobre la pared, recortes de revistas y, en el estiker, el uso de páginas originales de libros viejos, con su tipografía y sus imágenes de imprenta.
¿Qué es el estiker?
Un tipo de arte callejero que consiste en pegar impresos. En esta ciudad hay gente muy buena en esta forma de producción visual.
Dennos un ejemplo de donde podríamos ver una obra de estas, además de la suya, claro?
La ciudad es una galería viva, solo es necesario abrir más los ojos y no ver nada más los rayones de la publicidad comercial y política.
¿Cuánto tiempo va a estar instalado su mural?
Aún no me confirman cuánto tiempo. Se tiene que hacer una junta con sociedades de alumnos, para que decidan. Espero que dure mucho.
¿Es usted un pintor que vende muchos cuadros?
Apenas hay gente que empieza a coleccionar mi obra y a comprarme. Los he ido formando poco a poco en estos años.
¿Vende usted muy caro?
Bara, bara.
¿Dónde pueden las lectoras de Omnia ver su obra? Debo decirle que muchas de ellas son mujeres sensibles y cultas, además algunas tienen bastantes recursos.
Ese tipo de mujeres me gustan.
Entonces su carrera profesional como literato, ¿solo está al servicio intelectual de su oficio de pintor?
También escribo poemas. Me han vitado a ciudades como Tijuana y Jalapa a leer mi obra. Y ahora estoy colaborando con jóvenes escritores de Chihuahua.
¿En qué colabora con ellos?, ¿quiénes son ellos?
En la edición de folletos impresos con mucho contenido visual. Uno de los poetas con los que trabajo en estos días se llama Gerardo A.
Le agradezco a usted su tiempo y su conversación. Al entrevistarlo, aprendí cosas nuevas, y espero que las lectoras también. Ojalá que a su mural lo dejen mucho tiempo donde está y que su trabajo de artista encuentre el aprecio de su gente le sobren montones de clientes que compren su obra. Y también lectores de sus poemas.

Æ     Junio 2010, columna Estilo Mápula, publicado en Omnia.

la sierra

Los visitantes tarahumaras

Por Jesús Chávez Marín

Una fuente de imágenes en las principales ciudades de Chihuahua es la presencia de los tarahumaras, quienes bajan desde lugares lejanos situados en el corazón de la sierra, donde tienen su casa y su hogar. Su idioma, la elegancia habitual de su ropa llena de colores, su actitud estoica y silenciosa, su sonrisa cordial y la dulzura con la que tratan a sus hijos, son una parte germinal en el paisaje en estas tierras.

Desde hace muchos años ellos nos visitan. La parte dolorosa de esta acción colectiva es que a veces no realizan por su gusto este movimiento migratorio. Muchas veces son expulsados de sus terrenos por condiciones adversas: la miseria, la sequía, el hambre, el fiero clima. Aunque ellos son semi nómadas y les gusta cambiar de casa y establecerse en cualquier parte de la extensa Sierra Tarahumara, esa vasta zona de cincuenta mil kilómetros cuadrados cortada a golpe de siglos por cascadas y ríos, vestida por esplendorosos bosques a los que ellos, los rarámuris, consideran sencillamente su casa, su tierra; el arraigo de ellos es más profundo que la simple noción de territorio: pertenece a las raíces de su cultura y a la fortaleza de sus tradiciones.

De la sierra ellos nunca se van para siempre; cuando viajan llevan consigo sus costumbres y sus ideas del mundo, expresadas en todos sus actos. Por desgracia también llevan la miseria que los sacó de su magnífica tierra, problema complicado en el que participan el impacto cultural, el despojo de sus terrenos naturales que ya cuenta siglos, la depredación ecológica de los bosques, la ambición desmedida de una plaga de caciques y madereros, y, recientemente, cuatro años de sequía que han causado la desnutrición, las enfermedades y la muerte entre los tarahumaras.

En su propio territorio, la sierra, el asentamiento de los indígenas es disperso. En medio del vigoroso paisaje aparece a lo lejos una vivienda pequeña, solitaria; luego otra a gran distancia, entre los pinos; una más allá, con paredes precarias de madera y su techo de tableta; y otras unidades al monte como extensión de alguna cueva. Paralelamente se extiende la edificación de ciudades mestizas que imponen su forma propia de construcción. La zona está dividida en 21 municipios; la parte rural la constituyen 276 ejidos. El afán de los hombres en dividir al mundo en parcelas, contrasta con la visión natural de los rarámuris, para quienes la tierra es de todos, y la riqueza de quien la necesite, con la sencillez de un espíritu de profunda humanidad. Por eso su sistema de producción es de autoconsumo, y les es ajena la idea de acumular riqueza.

Una de sus costumbres sociales es la que ellos llaman kórima, que significa “compartir”. La escritora tarahumara Dolores Batista es autora de un relato que se llama El consejo a los nietos, donde aparece este fragmento: Cuando recojas mucho maíz tienes que compartirlo si alguien te visita. Así, cuando andes visitando, también te ofrecerán. Así es como saldremos adelante y no moriremos de hambre.

Por eso el tarahumara comparte cuando lo visitan, aunque sea nomás pinole.

De la sierra también han llegado muchos visitantes a partir del siglo 17. Mineros, soldados, misioneros, comerciantes, industriales y aventureros. Se han fundado ciudades donde se quedaron a vivir muchos explotadores de la riqueza natural, y han desplazado de sus lugares a los indígenas, despojándolos de las tierras que naturalmente les pertenecen. En esas ciudades serranas, los tarahumaras también parecen ajenos.

Hay que decir que también han llegado otro tipo de visitantes de corazón generoso, dispuestos a compartir con los indígenas algunos beneficios de la modernidad. Médicos, maestros y promotores sociales, quienes a veces se quedan a vivir en la región, dispuestos a ser factores de cambio, en una acción respetuosa de la cultura y las tradiciones tarahumaras.

Uno de los problemas más dramáticos que se padecen en la sierra es la desnutrición infantil. Una vez, cierta antropóloga francesa que realizaba ya una investigación, comentó entusiasmada algo que ella consideraba “sabiduría ecológica” de las mujeres tarahumaras, quienes por lo regular tenían pocos hijos, uno o dos, debido a lo que ella señalaba como control de la natalidad. Un trabajador social mexicano, que la escuchaba, le preguntó, con azoro:

— ¿A qué te refieres?, ¿cuál control de la natalidad?

— Bueno, es que ellas suelen tener pocos hijos.

— Pues sí, pero tienen muchos embarazos, y hasta ocho o diez partos. Lo que pasa es que los otros hijos no sobrevivieron.

La mujer quedó espantada. Sucede que muchas defunciones no se registran, por tratarse de una zona accidentada y de población dispersa y errante.

En los años recientes la situación se ha hecho más cruda por la constante sequía. Al hospital de Sisoguichi y a otros hospitales y dispensarios de la región llegan muchas madres indígenas con hijos enfermos, deshidratados, a veces hasta con tuberculosis a una edad muy tierna. Lo más común son los padecimientos gastrointestinales o de vías respiratorias. La causa inicial de este cuadro terrible es la desnutrición, que debilita a grados casi terminales las defensas del organismo. A principios de 1995 se intensificó en la zona el programa de abasto social de Liconsa. Sus promotores y distribuidores han realizado un trabajo enorme para educar a los pobladores de la sierra en el consumo de la leche como un nutriente fundamental, sobretodo para los niños y las madres gestantes. A través de 165 puntos de distribución, han creado una efectiva red de abasto de la leche, a precios bajos, gracias a un alto subsidio. Se han establecido convenios con otras instituciones de servicio social, para que la leche les sea administrada sin costo a niños con problemas de desnutrición.

Gran parte de las madres de los 18,000 niños beneficiarios recorren a veces jornadas larguísimas, hasta de seis horas caminando, para llevar la leche a sus hijos, pues han visto en ellos signos de mejoría. El milagro de la leche, le llamó una religiosa que trabaja en el hospital de Sisoguichi, testigo del cambio favorable de los pequeños pacientes que día a día se fortalecen y superan la debilidad, tristeza, decoloración de la piel, falta de peso, y observan en ellos una mayor agilidad mental.

Los promotores realizan también actividades de educación alimenticia, cuyos logros se notan de inmediato por la alta calidad de la leche. Los resultados más firmes habrán de reflejarse dentro de algunos años, cuando los habitantes de la región vean fortalecida la salud de sus hombres y mujeres. Y es que uno de los aciertos de este programa es su constancia, su continuidad.

La inteligencia y la dignidad de un pueblo se sustentan en la nutrición de los niños. La degradación mental y física de una población, tiene su terrible origen en el hambre y el abandono de los pequeños. La verdadera acción civilizadora debe atender con urgencia los problemas de la nutrición, derecho fundamental de todo ciudadano.

Liconsa, como programa de abasto social, se armoniza con el espíritu tarahumara de compartir los frutos de la tierra.

Páginas de la 123 a la 129 del libro colectivo Los caminos de la leche, Editorial Liconsa, México, 1995. ISBN 968-7686-00-6.

viernes, 25 de junio de 2010

elko


Flores, frutos y otras yerbas del paisaje interior
Presentación del libro Jardín de luna, de Elko Omar Vázquez Erosa

Por Jesús Chávez Marín

Entre los discursos propios y ajenos que diariamente dan forma a nuestros pensamientos, el texto poético es el más destilado, el más denso y el de más armónica sonoridad. Entre la masa de información que nos llena la mente individual y colectiva de asesinatos sangrientos, aviones que estallan, fraudes financieros y políticos, borracheras terminales, kilómetros de anuncios agresivos y frivolidad descarada, existe también un libro de poemas como un acto de fortaleza y purificación.

Es cierto que mucha gente puede pasarse la vida sin leer poemas, aunque su vida será más limitada porque nunca habrá de entender que en el sonido de las palabras se halla el aroma y la luz que rebelan aspectos ocultos de la propia existencia de cada persona, y que el sentido pleno de las palabras, su significación más precisa, solo se realiza en el poema.

También es cierto que en cada época hubo quienes se atrevieron a navegar en su propia identidad para expandir la percepción y escribir este tipo de textos tan íntimos y también tan universales donde los lectores podremos reconocer como propias voces inesperadas, sorprendentes, las que nos dejan la sensación de que ya las habíamos pensado nosotros mismos en alguna situación especial donde sucedió el amor, el dolor, el miedo y el presagio de la muerte. O el misterio de una mirada, la belleza de un rostro, un paisaje, un aroma o el milagro sereno de la amistad.

Un escritor como Elko Omar Vázquez Erosa, quien tiene ya tres libros publicados, se dedica todos los días a escribir notas periodísticas para televisión, estudió la carrera de ciencias de la información y se dedicó en un tiempo a escribir a destajo todo tipo de textos escolares y académicos por encargo en una pequeña empresa que tenían él y su madre... un escritor profesional, tiene la capacidad técnica para redactar cualquier tipo de texto que se proponga. Excepto el poema. Para escribirlo no basta solo la destreza y el uso correcto de las reglas gramaticales y la preceptiva. También hace falta que el poema llegue, que se abra por un instante la ventana de la poesía. Y que en ese instante el poeta haya estado alerta y vigoroso para resistir la iluminación que sucede y pueda entonces iniciar el acto de la verbalización, la escritura.

Nadie duda que los poetas son personas distintas a los demás. Incluso los hombres torpes que se burlan de los poetas y piensan que son locos, que están chiflados y que están fuera de la realidad, saben que ellos son diferentes al común de la gente. Que son sensibles. Que en esencia son más fuertes. Que saben mirar con exactitud y mayor ángulo el territorio material y el territorio imaginario donde existimos. Elko Omar Vázquez Erosa es uno de esos hombres. Uno de nuestros poetas.

En este nuevo libro suyo que hoy se presenta, editado bellamente por el Instituto Chihuahuense de la Cultura, reconocemos de inmediato el estilo Elko: versos de imágenes muy sutiles, volátiles; un lenguaje refinado y difícil donde se asoma un lector muy activo, en las referencias a muchos códigos culturales, mitología, metáforas y símbolos, pero sin recargamientos librescos ni culteranos; un tono leve de romanticismo bohemio y castizo; una reflexión filosófica y una línea estética de la tristeza y el dolor; una paisaje bien descrito donde la naturaleza aparece con todos sus colores, sus olores, sus sonidos, en el canto emocionado de una contemplación y una esencia íntima, y donde también existen los automóviles y otras máquinas.

En este libro la voz poética habla en primera persona y dirige su discurso a una protagonista, o quizá podrían ser varias pero pareciera que en las tres partes que forman su estructura la mujer es la misma, en la mayor parte de los textos. En la primera estrofa se expresa claramente de qué se trata el libro completo, desde sus muy diversos ángulos:

Motas de polvo
suspendidas en el aire
que rabiosas de luz como tus ojos,
vienen a adueñarse de lo oscuro.

El texto se propone desde el inicio corporeizar con palabras lo inasible: la luz, la mirada de los ojos azules de la protagonista, el fulgor del sol en el color de su cabello, el gesto de un rostro en la despedida, el recuerdo en las marcas del propio cuerpo o en el humo del cigarro.

Rocío, agua lustral,
lluvia que se estrella
en los cristales

La presencia de la amada puede forjarse con ingredientes concretos que pueden cubrir cualquier distancia y que le dan a la vida un sentido:

Un sorbo de vino turbio,
volutas de humo azul
que escapan por los hoyuelos del granero
y el paisaje que habla de recuerdos,
de luchas y conquistas, de viajes por el mar.

Todo esto puede suceder en un ambiente hostil y despiadado, como algunos días del invierno:

La lluvia como púas de hielo

La crueldad de la naturaleza, metáfora de ausencia, irrumpe en el propio cuerpo y cala muy hondo:

Aire helado que desea formar parte de los huesos

Una característica del formato con el que este autor suele componer su escritura es que el primer verso de cada poema funciona a la vez como título y como frase inicial del texto, pues lo presenta subrayado en itálicas y con tinta más fuerte. El autor le da a ese primer verso esa doble significación y logra de esta manera una fuerza muy concentrada y sintética, que ilumina el sentido de los demás versos. Como ejemplo se transcribe el siguiente texto:

Desde entonces te inventaba
en el juego ocioso y en las líneas de mis libros,
en el barro que está en la orilla del arroyo,
en los juguetes y en los mitos.

En las noches tenebrosas, cuando faltaba la luna,
entonces te creaba en la flama de las velas,
con el sonido familiar del viento en las rendijas.

En sólo siete versos el punto de vista de la voz poética recorre distintos paisajes y sensaciones: los libros, el río, el juego, la imaginación, la noche, el recinto apenas iluminado en el que vibra la fuerza del viento. En todos esos ámbitos se va inventando la ilusión de una presencia anhelada.
El autor tiene habilidad para expresar sensaciones telúricas y concentrarlas en una acertada mezcla de imágenes, como en estos dos versos:

Se carga el cielo de humedad
y se vuelve perfume el adobe de las ruinas

Sin perder el tono de estoica serenidad que la caracteriza, la voz poética se inclina a veces hacia la ternura, como puede oírse en esta estrofa del poema que se llama Para llevarte lejos:

Para que seas una niña,
para que estés segura,
para mantenerte abrigada
en un lecho de seda

A veces el autor hace referencia a leyendas y lecciones de la tradición, y atribuye algunos de sus relatos y sus ideas a un personaje colectivo a quien nombra “los viejos”, como en esta estrofa que es también un ejemplo de su capacidad de concentración y densidad:

Dicen los viejos que hace mucho
vinieron las hijas de la luna
a robar los frutos del edén,
y al tocar la tierra...
se les cayeron las alas.

Resulta muy dinámico en la lectura ese juego textual donde se mezcla un diálogo con la amada, esas cartas que se van escribiendo desde la distancia y la evocación, los ecos de su recuerdo sonando en viejos muros o en el campo abierto y también la acción de perseguirla y darle vida en las palabras, en tomarla como fuente del poema:

Transformas los rincones en poesía,
te pierdes entre resonancias

Todo el libro puede leerse también como una historia de amor en el que el protagonista está dispuesto a perseguir a la amada en todas las dimensiones, hasta fundirse con ella en la tierra y en la muerte:

Voy a llevarte hasta la tumba,
voy a ponerte ofrendas
y luego abrazaré la tierra
y me secaré, junto a las flores.

Amor constante más allá de la muerte, amor aferrado en las palabras y en el propósito de trascendencia.
En la tercera parte del libro, que se titula “Estudios y fragmentos”, hay una variedad de temas, aunque se sigue sosteniendo el diálogo con el personaje femenino que silenciosa escucha o ausente lee las palabras que se pronunciaron o se escribieron para ella. Un ejemplo es este poema que alude a esas imágenes y estructuras que se van derritiendo en la pantalla de una computadora por una falla de sistema, ante la angustia del que aterrado mira la desaparición:

Dudas en la agonía del milenio:
¿y si los dioses regresan por sus fueros
y la realidad se ve, de pronto,
desdibujada en sus contornos?

¿Y si acechan formas
de tiempos extraviados y blasfemos
y desaparece nuestro mundo, sin dejar siquiera
huellas en el polvo que sobrenada el cosmos?

O de este otro que es vivo retrato del vino y de su conexión con el sueño mezclado en el delirio y la lucidez intensa y efímera. Su primera estrofa es esta:

Nada como el vino:
tiene el perfume,
tiene el color,
la suave textura
que se va adueñando
de los sentidos.

Este poema cierra brillantemente en su estrofa final:

de las flores fantasma
que proyectaba la copa,
de la sigilosa mirada
que sorprende un instante
—un mísero instante—.

En la desolación, el personaje protagonista de la voz poética desciende a veces al abismo de la soledad y la tristeza más profunda, la de la falta de sentido de la vida que se halla en las sensaciones más elementales del cuerpo, como puede verse en el siguiente poema:

¿Será el olvido que hallan los lotófagos
el fin último de la existencia?

¿Será la mirada estúpida de la satisfacción
la gloria de que hablan los profetas?

¿Será la falta de ilusiones la que corona
los sueños, las fatigas y todos los afanes?

¿Serán tus ojos un cigarro, tal vez dormir,
o la embriaguez metódica?

No queda más que reconocerse en estos versos cuando hemos sentido que ya se nos fueron todos los trenes, cuando parece que ya sólo nos ha quedado la cotidiana dosis de comida, trabajo, dinero, licor semanal y una cajetilla de cigarros que se consume como nuestro cuerpo en el tiempo inútil.
Sin embargo el poeta no se deja vencer. Cuando todo ha pasado y la vida ya no tiene sentido, quedan los recuerdos como el polvo enamorado del que habló Quevedo:

En los vasos rabiosos te recuerdo,
en las cenizas compactadas,
en el fluir del automóvil;

en efímeras flores que de esquirlas
nacieron en el muro,
en el grito que tronaba por las calles,
en el borde que me sacudió
todos los huesos,

y en las prendas íntimas
que asomaron
por un velo de cristal.

En estos poemas se percibe con nitidez una atmósfera bien definida. Se trata de un libro notable en su claridad, en el vuelo de las imágenes y en la expresión exacta de sentimientos colectivos. Para terminar sólo me queda recomendarles la lectura de este autor nuestro, Elko Omar Vázquez Erosa, quien escribe para nosotros, para nuestro tiempo, y con su obra nos define y nos inventa y consigue que nuestros sueños queden bien armonizados en las palabras, en su exacta escritura.
Agradezco a ustedes su atención.


Agosto 2002

jueves, 24 de junio de 2010

amor


El texto breve

Por JChM

A los niños les gustan los poemas de amor
Cuando fui profesor de bachilleres descubrí que los poemas que más gustan a los jóvenes de 15 a 25 años son los de amor. Ponía yo textos en el pizarrón para enseñar algunos sistemas de análisis literario, y los que más despertaban la atención y el cuidado eran poemas amorosos de Pablo Neruda, Gustavo Adolfo Becker, Omar Khayyam, José Martí, Rabindranath Tagore. Como los lectores de El universitario pertenecen, en su mayoría, a ese rango cronológico, voy a transcribirles 21 poemas revueltos con consejos de sabiduría popular, a los que en su reunión he bautizado así: Trabajos para el amor, estrategias de seducción.
1. Al que madruga, Dios lo ayuda.
2. Luego del baño matinal, perfúmense tres puntos: garganta y la parte posterior de cada oreja.
3. Una copa de vino tinto, y hasta un máximo de dos, activa el suave torrente de las palabras amorosas.
4. El rocío se va, este mundo es rocío fresco y fugaz (Issa).
5. Date la vuelta, yo también estoy solo en la hora quieta (Basho).
6. Luna de azufre, si renazco que sea pino en la cumbre (Ryota).
7. Ciruelo en flor, las cortesanas compran galas de amor (Buson).
8. ¿Qué árbol en flor emana este perfume?, ¿qué árbol en flor? (Basho).
9. Claro rocío cae sin mirar en dónde, en cualquier sitio (Sion).
10. ¡Cuántos recuerdos me traen hoy los capullos de los cerezos! (Basho).
11. En compañía de quien sabe callar gozo la brisa (Hyakuchi).
12. La vida abrazan puentes sobre el abismo hiedras trenzadas (Basho).
13. Nieve que ayer miramos caer juntos ¿vuelve a caer? (Buson).
14. Las libélulas calmaron su inquietud con luna llena (Kikaku).
15. Lluvia de mayo, mi amada murmurando dentro del carro (Buson).
16. Entre la niebla de vez en cuando surge una blanca vela (Gakoku).
17. Ya que ignoras lo que el mañana te reserva esfuérzate por ser feliz hoy. Coge un cántaro de vino, siéntate a la luz de la luna y bebe pensando que tal vez mañana la luna ha de buscarte en vano. (Omar Khayyam).
18. Goza del instante fugitivo de tu vida. (El mismo).
19. Si en tu corazón injertaste la rosa del amor no fue inútil tu vida. Tampoco si trataste de oír la voz de Dios. Y menos todavía si con suave sonrisa le brindaste al placer tu cáliz. (Otra vez el mismo).
20. Este mundo es una rosaleda. Nuestros visitantes son mariposas. Nuestros músicos son ruiseñores. Cuando no hay ni rosas ni frondas las estrellas son mis rosas y tus bucles mi selva. (Omar Khayyam).
21. La bóveda del cielo bajo la cual andamos finge una linterna mágica en la que el sol hace las veces de lámpara. Y es el mundo el telón donde tiemblan nuestras imágenes. (Omar Khayyam).
Las ocurrencias poéticas de un poeta persa
Para completar el cuadro, de una vez le seguimos con puros poemas de Omar Khayyam. Él nació en el siglo XI en Nishapur, capital de la provincia de Khorassan, región de clima tropical bañada de sol, en el nordeste de Persia. Su libro de poemas es el Rubaiyat, uno de los más hermosos que se han escrito en todos los tiempos.
22. La aurora: felicidad y pureza. Un inmenso rubí en cada capa. Coge dos
ramas de sándalo: haz con una de ellas un laúd y deja que la otra te perfume.
23. El alba vuelca sus rosas en la copa del cielo. En el aire de cristal se desgrana el canto del último ruiseñor. El aroma del vino es más suave. ¡Y pensar que hay insensatos que en esta misma hora sueñan con riquezas y distinciones! ¡Qué sedosa es tu cabellera, amada mía!
24. Caeremos en la ruta del amor, y nos pisoteara el destino. ¡Oh, mi pequeñuela! Oh, mi preciosa copa! Levántate y dame tus labios, antes de que me convierta en polvo.
25. Supongamos que hayas resuelto el enigma del universo, ¿cuál es tu destino? Supongamos que hayas arrancado a la verdad todos sus velos, ¿cuál es tu destino? Supongamos que hayas vivido feliz cien años, y vayas a vivir aún cien años cien años más, ¿cuál es tu destino?
26. La verdad y el error, la certeza y la duda, no son sino palabras huecas como pompas del jabón. Irisadas o grises, esas burbujas son la imagen fiel de nuestra vida.
27. El vasto mundo: un grano de polvo en el espacio. La vana ciencia de los hombres: palabras. Los pueblos, las bestias y las flores de los siete climas: sombras. El fruto de tu continua meditación: nada.
28. Los sabios no podrán enseñarte nunca nada. Mas la caricia de unas negras pestañas de mujer te revelará la felicidad. No olvides que tus días sobre la tierra están contados. Y que bien pronto volverás al polvo. Trae vino, busca un refugio y deja que la vid te consuele.
29. Gira la ruleta, indiferente al cálculo de los sabios. Renuncia al esfuerzo vano de contar las estrellas. Medita más bien en esta verdad: habrás de
morir, no soñarás más. Los gusanos de la tumba, o los perros a
vagabundos, se disputarán tus despojos.
Nos vemos en abril, en primavera.

Febrero 2010

miércoles, 23 de junio de 2010

rentistas


Un ladrón y su cómplice

Por Jesús Chávez Marín

En la colonia San José, en un tramo de dos kilómetros de la calle 16 de Septiembre, que va de la avenida Tecnológico hasta la calle Camilo Cienfuegos, aparece un ladrón peligroso, y numerosos indicios de su cómplice.
A las orillas de la calle de ese barrio popular de clase media baja, se alzan construcciones diversas y quedan los consabidos huecos de la codicia urbanística, terrenos de dos y tres hectáreas, limitados por alambre de púas y malla de gallinero, cuyo suelo se mira colmado de hierba silvestre. A los lados hay viviendas modestas y otras no tanto; talleres mecánicos y depósitos de chatarra se alternan con tiendas de licores y carnicerías, etcétera. También se atraviesa un arrollo montaraz canalizado al troche y moche por alguna administración municipal.
Lo peligroso de ese camino entre llanero y urbanizado, es que en los bordes de la calle no hay banquetas. Resulta difícil de creer, pero allí no existen las banquetas que por ley municipal debería haberlas.
Los peatones nos rifamos la vida caminando sobre el pavimento mientras en los dos sentidos de la vialidad pasan a toda velocidad trocas negras de lujo, carros Odepafa de circulación ilegal, y alguno que otro automóvil BMW. En muy pocos tramos, en alguna de las dos orillas, hay bloques de cemento de 50 centímetros de ancho en donde debieran estar las banquetas.
En mi imaginación crítica veo a un ladrón: el que fraccionó ese valle extenso en el ambiente de la especulación financiera e inmobiliaria. El robó los espacios que debieron ser para banquetas y zonas verdes. También veo a su cómplice: el presidente municipal de la ciudad de Chihuahua que firmó la autorización para ese fraccionamiento.

Sábado 3 octubre 2009, publicado en El Heraldo de Chihuahua.

martes, 22 de junio de 2010

arturo


(En la foto Norberto Ríos, Sergio Díaz, Juan Enrique Abbud El Panta, Juango Alcalá, Arturo Gamboa y Juan Zapata).

Cuatro maestros

Por Jesús Chávez Marín

Agradezco emocionado y pletórico de cariñito santo las primeras cartas que empezaron a llegar a la mesa de redacción de Omnia para este su columnista de confianza, desde el mismo día cuando empezó a circular el número 83, correspondiente a noviembre, de la edición impresa. Como un plus, cuando leo esas cartas y correos electrónicos, me entero raudo y veloz que en su mayoría fueron escritas por lectoras que en su mayoría pertenecen a la banda escarlata que va de los 40 a los 60 años de su edad: exactamente mi segmento de lectoras favorito. Para ellas un beso y mi amor sin condiciones.
Como regalo para ellas, aquí les va una crónica donde habrán de enterarse a dónde ir si quieren oír buen rockanrol clásico, sin cober ni consumo mínimo.
Andábamos mi amiga y yo en el Sanborns viendo libros y me topé de frente con Arturo Gamboa, maestro de la música. Luego del consabido apretón de manos, le recomendé una colección de novelas norteamericanas que están en oferta, a 50 pesos volúmenes encuadernados en cartón reluciente. Ella había comprado Los puentes de Madison, Historia de una geisha y no me acuerdo qué otras. Le sugerí a Gamboa que aprovechara la barata.
En la conversación me dijo que ahora estaba cantando en el Arleya, un bar en Vallarta y Zaragoza. Tiene de rock un grupo que allí solamente tocan los miércoles. Arturo es discreto y de elegante humildad, no me dijo que era una banda formada por cuatro veteranos de la música. Dos semanas después, decidimos ir al bar para oír a Arturo, el mejor cantante de Chihuahua, y acuérdense que me sé como la palma de la mano casi completos los 67 municipios. En todas partes a donde voy, lo primero que pregunto es dónde hay un bar en que toquen rock.
Nos parecía ruda la desvelada a mitad de semana laboral y a la mañana siguiente llegar encandilados al trabajo. Pero en fin. No hay de otra si ganamos el privilegio de disfrutar un concierto de este cantante re-fi-na- dísimo.
A pesar de la desvelada con incipiente cruda, estoy seguro que valió la pena.
El bar es austero y bien administrado, cuenta con un traspatio que da servicio de estacionamiento y la barra es atendida por una yogui et gimnasta joven, adornada con tatuajes en piernas y brazos, que se llama Edgar Allan Poe (así la bautizó su jefe, aunque era una bebé, como buen admirador del cuentista norteamericano de igual nombre), y por un joven autoritario y amable.
Los parroquianos son gente bien educada, a pesar de que algunos de ellos se expresan en look agresivo, greñas largas hasta la cadera, rizadas con exuberancia, tatuajes de figuras mostrencas o de fanatismo religioso; aretes que cuelgan de ombligos, mejillas, cejas. Claro que la otra mitad de la gente en ese concierto de bar solemos nos vestimos y peinamos como cualquier hijo de vecina.
Luego de disfrutar una copa de Jack Daniels y alguna que otra modelo especial, apareció el grupo ante sus instrumentos músicos instalados al interior de la barra. En la batería de 15 tambores y diez platillos de plata, platino y acero, se puso el famoso Rafa Sáenz, el más joven de los cuatro, robusto y muy serio como aparece en otros escenarios durante conciertos de la sinfónica universitaria, donde también marca la pauta en las percusiones; y en su etapa defeña les enseñó música con su ejecución a discípulos como Thalía, Ricky Martín y Mijares. En la guitarra el talentoso y estoico Pancho Cabrera. En el bajo otro señor de edad indetectable que tiene pelo largo y chino, estilo Rarotonga, y que toca como los virtuosos ángeles, llamado Óscar Ruiz. En la cantada ya lo dijimos, el gran Arturo Gamboa, quien a lo largo de 30 años canta en bares, salones de fiesta, hoteles de lujo, templos, jardines, parques y selvas. En el desierto y en la montaña. Con su voz de barítono ha interpretado canciones de Javier Solís, José José, Luis Pérez Meza, Víctor Iturbe, pero sobre todo clásicos del rock cual Jim Morrison, John Lennon, Mick Jager, Creedence, Santana, McCartney, Pink Floyd.
Es una banda de cuatro maestros músicos. Un lujo de la ciudad, del siglo. Oírlos es sin duda una experiencia estética. El ambiente del bar cuando ellos tocan es amistoso, místico y alegre.
Salimos de allí contentos. Mi amiga entra al día siguiente a las 8 a su trabajo y yo a las 9. Mañana será otro día.
A mis amadas lectoras y también para uno que otro lector, les deseo Navidad feliz y amorosa, noche buena alegre y también por qué no decirlo con un buen vaso de Jack Daniels o Courvosier, una que otra cerveza Indio que este año es lo mejorcito en el mercado local, y abrazos al por mayor. Con el favor de Dios el año que entra habremos de seguirnos leyendo y escribiendo copiosamente.

Noviembre 2009

lunes, 21 de junio de 2010

sophie


Una señora en el casino apache

Por Arelí Chavira y Jesús Chávez Marín

Al caer la tarde, una mujer llamada Sophie Maldonado pisa la nieve al encaminarse al casino de La Española, nuevo México, donde matará cinco horas la soledad en las maquinitas. Tiene 72 años, vive sola. El dinero de la pensión alcanza para jugarse unos dólares cuatro días de la semana.

Al entrar, un pajuelazo de adrenalina estremece su cansado cerebro: la agitación de la gente que circula entre las máquinas traga monedas con sus luces y sus burbujas sonoras, conecta a la guapa anciana en una sensación de pertenencia: yo soy de aquí, soy la jugadora.

Sus tres hijos radican en ciudades lejanas y distintas, casi no la frecuentan. Tiene también siete nietos, aunque solo conoce a tres de ellos. Hace un mes pasó la navidad sola en su enorme casa, cenó un sándwich y se acostó temprano.

Cuando juega, en cambio, no necesita más compañía en su concentrada atención: tiene su sistema, a veces ha ganado pequeñas fortunas y el latido del tiempo está en su corazón, en las luces del aparato, en los tonos planetarios que se oyen y en las dos copas de coñac que toma mientras apuesta un puñado de fichas metálicas que parecen monedas de plata.

A veces piensa en sus hijos, en el tiempo cuando fueron niños y dependían en todo de sus cuidados y su cariño. Se le humedecen un poco los ojos y entonces, para distraerse, deja la máquina y de un paseo por los pasillos del laberinto dinámico del casino. Mira discreta a los señores que le parecen guapos: vaqueros con botas de armadillo azul y tejana fina. Jóvenes gallardos de pelo muy largo y pantalones de piel de ternera en cuyo centro se mira el contorno de su virilidad enérgica. Caballeros vestidos de esmoquin que al pasar dejan un rastro de loción lujosa. Indios con trenzas que parecen narrados por el escritor Marcial Lafuente Estefanía en alguna de las cinco mil setecientas novelas de aventuras que escribió.

Media hora más tarde, Sophie regresa a su máquina de juego. ¿Para qué irse más temprano o más tarde? Ella sabe que la única compañía que la espera son las voces y las figuras de cinco televisiones de su casa.

Enero 2003

domingo, 20 de junio de 2010

ángela


Fantomas en la región de las esmeraldas

Por Jesús Chávez Marín

Siempre recordaré aquellos ojos verdes que guardan el color que los trigales tienen. En cierta forma, a Fantomas lo hacía feliz la costumbre arcaica de estar aquí, en una cantina del centro de una ciudad un tanto primitiva, dándole vuelo a los recuerdos. Mejor dicho: a un recuerdo, uno bellísimo y delicado que le hace llorar, ¡oh sorpresa!, llorar en silencio y sentir esta soledad profunda y llena de un aroma, el perfume de Ángela para siempre lleno de imágenes: el vuelo de su cabellera dorada por la luz de una tarde, su voz inolvidable cuando dijo:
–Y también puedes tocarme.
Aquellos ojos verdes como mares.

Esta historia comenzó hace tres años en París. Fantomas había planeado cuidadosamente el robo de tres óleos del famoso pintor José Clemente Orozco. Los cuadros pertenecían, en aquel tiempo, a la colección particular de un expresidente mexicano a quien le gustaba presumir de hombre culto y gastaba sumas fabulosas de dólares en una vida excéntrica. Una noche de abril, aquel caballero organizó una fiesta para presentar un grueso libro que había escrito. El texto no valía nada a pesar de las revelaciones cínicas y chismes políticos que se disfrazaban en una trama novelesca torpe y plana. Pero eso no importaba. Lo interesante para Fantomas era que el tipo había mandado traer desde su tierra una gran cantidad de cuadros y esculturas con las cuales mandaría decorar un castillo que había alquilado para ofrecer la lujosa recepción.
En aquella obra venían muchas baratijas doradas, es cierto: hasta batuques firmados por el mismo anfitrión, quien presumía ser pintor en ratos libres.
Pero entre toda aquella basura andaban los tres cuadros de Orozco que Fantomas decidió robar durante la misma noche de gala. Como es su costumbre, Fantomas pintó una gran letra F en una manta que colgó a las puertas del castillo. También escribió una carta al inspector Gérald, su leal adversario de siempre, para avisarle cual sería su próximo atraco. “Amigo Gérald: estará usted de acuerdo conmigo en que esos tres Orozcos quedaran más a gusto en mi casa que en manos de ese asno de oro, ¿verdad? F.”
Gérald tampoco simpatizaba mucho con el derrochador magnate, pero su honra de policía y su deber le obligaban a impedir aquel robo y, además, atraparía de una vez por todas al famoso ladrón Fantomas, La amenaza elegante.
El inspector creyó prudente entrevistarse con el expolítico. Este lo recibió en una sala enorme, sentado en una silla de caoba y terciopelo. Vestía uniforme de extravagante lujo, en una mano sujetaba unas raquetas que valían una pequeña fortuna y en la otra una pipa sin fuego.
–Monsieur, como usted ya lo sabe, Fantomas ha decidido robar su casa.
–Vaya, parece un honor para mí que ladrón tan legendario haya decidido visitarme. Pero conmigo se llevará tremendo chasco, eso puedo asegurarle. Usted no se apure de nada, inspector, yo sé cuidarme solo. Defenderé mi patrimonio como un perro. A Gérald le pareció locuaz y absurdo aquel discurso, pero no movió un solo músculo de la cara.
–Dedo advertirle, distinguido caballero, que las amenazas de este ladrón suelen ser muy serias.
–Pues conmigo que ni se le ocurra meterse el tal Fantomas, soy tan astuto como dicen que es él, qué tanto ha de ser tantito. Además, tengo gente muy bragada para cuidar mis casas, custodios valientes, muy aguzados.
–De cualquier manera, me gustaría encargarme de vigilar el castillo la noche de la presentación de su libro.
–Eso no se va a poder, inspector Gérald. Usted, en lo personal, será mi invitado, por supuesto. Pero no quiero policías demasiado visibles en mi fiesta, es de mal gusto, por ningún motivo lo permitiré.
La necedad de aquel petimetre era invencible. Gérald salió de allí muy molesto pero fraguando un plan infalible para atrapar a Fantomas. Ya lo vería el cabrón bandido cuando sintiera la sorpresa de sentirse prisionero.
Aquella noche algo era cierto: el corazón de Fantomas quedaría prisionero para siempre en la mirada profunda de los bellísimos ojos verdes de la pintora mexicana Ángela Goitia.

Al periódico Galaxie 33, propiedad secreta de Fantomas, llegaron los pergaminos de ridículo diseño pero de impresión impecable: “Se le invita a usted a la presentación del libro Las mascaras de Quetzalcóatl, del ilustre escritor don José López. Esta novela será comentada por Carlos Monsiváis, José Luis Cuevas y Roberto Blanco Moheno. Esperamos contar con su distinguida presencia y la de su señora esposa”. Cuando el director del famoso diario parisino abrió los sobres, inmediatamente se comunicó con Fantomas a su fortaleza clandestina y le informó:
–Señor, ya llegaron las invitaciones. Como lo suponíamos, López quiere buena prensa a como dé lugar y hasta tuvo el descaro de incluir un cheque al portador.
–Muy bien, Fandor, rompa de inmediato el cheque y aquí espero su envío.

La noche de la presentación, Fantomas, perfectamente disfrazado como el periodista Virgilio Lafont, jefe de redacción del periódico Galaxie 33, recorrió con discreta curiosidad las estancias del castillo. Todo era de escandaloso lujo: licores, muebles, una orquesta de 53 músicos. Había cinco pianos blancos, invitados que parecían extranjeros de cualquier país, o la representación malviviente de fotos de revistas frívolas: princesas de escasos recursos, expolíticos que eran buscados por la policía de sus respectivos países, Vicente Fernández con el pelo teñido de negro mate y vestido de esmoquin, Lola Beltrán esta vez sin rebozo de seda pero con una vestido de Cristian Dior que le sentaba como un atentado contra la alta costura. Ejecutivos de la televisión acompañados por actrices de telenovela, escritores desconocidos pero entusiastas, entre los cuales andaban los tres presentadores del libro, un poco avergonzados por el papelón pero con su mala conciencia muy bien almidonada con los altos honorarios que acostumbraban cobrar por texto o discurso: el show de la literatura, tan capaz de maquilar el analfabetismo funcional de los espectadores que se sienten cultos por un día y muy contentos de rozarse con Las Vacas Sagradas.

A la hora de la cena, los lugares a la mesa estaban personalizados. Junto a los cubiertos, en cada servicio, había un cartoncito con los nombres de los invitados. A Fantomas le tocó sentarse al lado de la hermosa pintora mexicana. Los dos nombres, casualmente quedaron juntos: el cartoncito de Virgilio Lafont rozaba al blanco fondo en el que venía escrito el nombre de ella: Ángela Goitia.
La joven mujer parecía de mal humor, en su linda frente se marcaba una leve línea de disgusto. Permanecía muy seria al lado de un colega suyo, el cual había insistido en venir a esta ridícula farsa. Ella lo acompañó por solidaridad o por cariño, pero no compartía el afán de hacerle la corte a este tipo de políticos tan desprestigiados en su tierra, donde hicieron tanto daño cuando tuvieron en sus manos un poder casi absoluto. Pero el pintor insistía en que un artista debe cultivar también a sus clientes y las relaciones públicas, el aspecto comercial del oficio. Habían discutido mucho sobre esto. Ella tenía otra forma de pensar, y aunque estaba de acuerdo en algunos de los topillos mercantiles de su amigo, no era capaz de llegar a estos extremos, casi al filo de la indignidad.
Desde el primer momento, Fantomas quedó encantado por la presencia luminosa de aquella mujer. Su pelo rubio y lacio caía libre y cubría la mitad de su rostro, pero la luz esmeralda de sus ojos parecía fluir desde la sombra de sus párpados y no solo llenaban de luz su cara bellísima, su boca pintada de rojo intenso y sus cejas fuertes que se unían al centro de su frente noble, sino que también parecían hacer más vivos los colores de la estancia y llenaban de belleza a la música y a los cuadros de Orozco que estaban colgados en una pared lejana de enfrente, como lujo mayor de la casa.
Aunque Fantomas es un aventurero, y supuestamente difícil de impresionar, su alma permanece sensible y desamparada ante la belleza. Por eso todo mundo sabe que su colección de arte es fabulosa, que lee en tres idiomas la poesía que se escribe en los cuatro puntos cardinales, y es muy conocida su pasión por los autores clásicos. Esto explica entonces cómo se quedó inmóvil ante la presencia de Ángela Goitia. Once minutos duró aquel hechizo fascinante. Fantomas no lo podía creer. Serían para él, quizá, los once minutos más intensos de su vida cuando percibió el perfume que llegaba desde el cuerpo de aquella mujer; su fragancia era una mezcla increíble de intimidad femenina, flor de cereza, miel cristalina y hierbabuena. Mientras llenaba su copa de vino, ella volteo su rostro con distraída curiosidad para mirar al hombre que estaba sentado al lado suyo. Le sonrió con naturalidad. Ella parecía sonreír con todo el cuerpo: la luz alegre de sus ojos verdes, la boca hermosa, inflamada, los graciosos movimientos de sus manos, el vuelo de su pelo dorado. Solo con su vasta experiencia de hombre educado pudo Fantomas salir airoso de aquel trance. Aunque totalmente sonrojado, con un pudor que no conocía de sí mismo, logró sonreír a la dama y hasta reunió algunas palabras para iniciar una conversación.
Fue en aquella bravísima charla, apenas librada del torpe reborujo de la fiesta, cuando Fantomas supo que Ángela Goitia vive en una ciudad lejana cuyo nombre es difícil de pronunciar para el habla francesa del famoso bandido: Zacatecas.

Luego la mujer desapareció. De repente ya no estaba. Fantomas la buscó desesperado por los recintos, procurando que no se le notara la ansiedad. Y aunque ya había decidido dejar para otra ocasión lo del robo de los cuadros, y por primera vez en su vida profesional dejaría de cumplir el desafío que significaba su anuncio de robarlos, optó por recuperarse realizando la tarea que se había propuesto. Uno de los músicos, cómplice suyo, tocó un violín especial en una frecuencia sonora que había sido inventada en tres días por el profesor Semo, el eminente científico que había sido su profesor en la escuela de ingenieros industriales y que ahora ayudaba a Fantomas en todos sus lances. El sonido provocó en todos los presentes una extraña laguna mental que, literalmente, los desconectó de la realidad durante dos extensos minutos. Mientras tanto, el violinista, Fandor y la amenaza elegante protegían su percepción sonora con un minúsculo aparato en los oídos, que el profesor Semo había construido con cera. Al tiempo que aquel tocaba, Fantomas y Fandor quitaron de sus marcos los lienzos originales de José Clemente Orozco y los sustituyeron con tres imitaciones casi perfectas que traían escondidas en el maletín de un equipo fotográfico. Listo. En un instante la vida real volvió a su normalidad. El inspector Gérald seguía su nervioso recorrido por todos los lugares de la fiesta, sin perder de vista los cuadros. El anfitrión seguía posando para fotógrafos exclusivos y paseándose como pavorreal en medio de una jaula de pavorreales. Los meseros atendían a las personas con exagerada cortesía y así se cumplían cabalmente, mecánicamente, todos los gestos que suelen ser comunes en este tipo de cenas costumbristas.

Fantomas, “Virgilio Lafont”, se despidió media hora después muy cortésmente del anfitrión y de Sasha Montenegro, su actual esposa.
Salió de allí con el tesoro de una silueta, un aroma, un recuerdo inolvidable. Había mirado intensamente a una mujer casi irreal y solo eso le había bastado: mirarla. Hubiera podido quedarse el resto de su vida contemplándola, mirándola reír y respirando el aire de su presencia. Pero ella le dijo:
–Y también puedes tocarme.
Esto habría de cambiar por completo el destino de nuestra historia, aunque ahora todo pareciera un sueño. Los sueños a veces tienen más sustancia para nuestro cuerpo que la misma realidad. Algunos meses después, Fantomas decidió realizar el desafío de aquel sueño y responder al sonido profundo de aquellas palabras que quizás nunca fueron pronunciadas.

La Navidad de aquel año, Fantomas llevó a México un regalo muy especial. En algún lugar de la ciudad de Zacatecas, un mensajero entregó en la casa de la pintora Ángela Goitia tres cuadros, el arte vigoroso de José Clemente Orozco. Decidió quedarse con aquella obra y guardar discretamente el secreto de un admirador tan notorio como Fantomas y de unos cuadros a los cuales todavía anda buscando la policía de París.


Junio 1994