lunes, 26 de mayo de 2014

antonio flores schroeder

(Foto Mila Chávez Marín)

Antonio Flores Schroeder entrevista a JChM

Estoy haciendo un reportaje para Norte que saldrá en varias partes más o menos en diez días. Estamos entrevistando a escritores de todo el país sobre su percepción del sistema cultural mexicano, me gustaría que me contestaras algunas preguntas con calma:

1. ¿Cuáles son sus deficiencias?

Los viajes de lujo que a Europa realizan los altos burócratas culturales, con comitiva y cuantiosos recursos que se desperdician, indicio de una corrupción ya muy acostumbrada.

2. ¿Qué es lo que está bien o mal?

Bien: las becas a los jóvenes artistas en proceso de formación.

Mal: que la edad límite sea la de 35 años. Debería ser 30. Y darles un seguimiento de evaluación a los productos del trabajo para el cual les fue pagada la beca. Suspenderla en caso de que no haya buenos resultados.

3. ¿Hacia dónde debe ir?

Hacia una gestión más eficiente y muy bien auditada, para que los recursos económicos alcancen mejores productos de arte colectivo e individual.

4. ¿Cómo te sientes como autor respecto a la política pública cultural en México?

Bien. Hay facilidad para publicar libros y uno que otro viaje muy útil para la buena relación entre colegas. Deberían, eso sí, buscarse una distribución de los libros que uno produce, pues no existe ninguna más allá que guardar tirajes completos en bodegas de gobierno.

[Respuestas de Jesús Chávez Marín]

Diciembre 2012

lunes, 19 de mayo de 2014

galería

Una galería para las artes visuales es un lujo delicado que Chihuahua ya merece

Por Jesús Chávez Marín

En el caos de nuestro fin de milenio, algunos hombres y muchas mujeres hemos venido intuyendo esta verdad: en los objetos de arte se nos revelan claves importantes para nuestra salvación.

Cuando cargamos la mirada en nuestras ciudades de cemento, los ríos muertos de sed, la muerte chiquita del desempleo, el dolor colectivo de la miseria, parece de pronto que ya no tenemos remedio. Y a pesar de todo seguimos trabajando, vivimos, buscamos el equilibrio, la claridad, el amor.

El arte es un método de conocimiento profundo. Cuando en los lugares donde vivimos podemos mirar y tocar alguna escultura; cuando llega la luz de los colores de algún cuadro hermoso (esa ventana al cielo); cuando existen libros cerca de la cama; cuando asistimos a un concierto o a un espectáculo de teatro el cuerpo respira con plenitud, la percepción de los sentidos actúa con mayor destreza. La mente se afina en el arte.

La ciudad de Chihuahua ha crecido, hasta hoy, con desequilibrio. Al saber que vivimos en una zona extensa de desierto, nos preocupamos –a veces demasiado– por que no nos falte nada a pesar de las sequías y a pesar de la adversidad financiera. Por eso, tal vez, una casa linda como la Galería Oscar Rizk todavía a mucha gente le parece un juguete exótico, sin saber que las obras de los artistas son objetos de primera necesidad espiritual en un mundo donde a veces hay tantos desamparados.

Un año cumple esta casa de artistas. Sorteando difíciles tiempos, han sucedido aquí hechos importantes: la exposición colectiva de creadores mexicanos con la que se inauguró la Galería; la oferta de objetos de arte donde adquirir (más allá del plástico industrial que hallamos en los comercios locales) un regalo digno; la presencia inquietante de Francisca de Diego y Eugenio Flores Reyes; el ambiente acogedor de un espacio poblado de riquezas visuales; las expresiones del Amor crucificado, nombre de la obra que expuso Kitty Thompson la primera de este año; el digno mercado que se ofrece para artistas de Chihuahua; la construcción de la fábula Arreguín; las sofisticadas fotos de Nacho Guerrero, los encuentros afortunados en las noches de vino blanco y amistades felices.

Por fortuna, La Galería Oscar Rizk, un año después, mantiene sus puertas abiertas. Esta casa es un lujo de primera necesidad para la vida colectiva.

Junio 1994

lunes, 12 de mayo de 2014

nueve leyendas de chihuahua

(Foto Mila Chávez Marín).
La escritura es la cristalización de la memoria

Por Jesús Chávez Marín

Cuando pasan los años, los recuerdos quedan hechos jirones. Desteñida por el tiempo o pintada con la fantasía, la realidad ya no es la misma cuando la recreamos con las palabras de la conversación y le agregamos las cargas conceptuales con las que elaboramos expresiones cotidianas. De esta manera, la escritura que sale impresa adquiere una importancia insospechada y penetra con muchos cauces el tejido social.

Hace pocos días salió de la imprenta la más reciente plaquette de la Colección Flor de Arena, el número 25, que se llama Nueve leyendas de Chihuahua, donde quedan fijas en la escritura nueve historias de la tradición oral. Varias de esas historias las hemos venido escuchando desde niños en la escuela, en las pláticas vespertinas de los padres, en las lunadas y las fogatas donde el ánimo despierta, estimulado por los placeres de la fantasía y el misterio.

En este pequeño volumen de leyendas los lectores nos asomamos a una ventana de recuerdos. Miguel Armando Gutiérrez Mares, escritor sorprendente cuya percepción está educada en la meditación trascendental, escribe de aquella señora que todos los viernes santos, a la media noche, sigue visitando para siempre los siete templos. Muy elegante, ella recorre en un taxi fantasma las calles de Chihuahua y paga con una sortija de oro. El taxista ya no es de este mundo.

César Imerio Salazar Holguín, narrador y maestro, trae a las páginas la polvareda de la Revolución Mexicana que se levanta en el puro centro de la ciudad. El olor de los cirios y el incienso de la Catedral son un consuelo ante el terror de los disparos, un refugio frente a la muerte. En medio de la batalla brillan las alazanas, en el fulgor del oro los personajes del relato se conectan con el más allá, donde se escuchan las voces de unos albañiles cuyo regocijo es inaudito.

Zacarías Márquez Terrazas, cronista laborioso y poeta cuyos versos suenan en todos los calendarios, impresos junto a las fotos de Pancho Muñoz, escribe sobre las correrías del legendario Chato Nevárez, cuyo destino de aventurero trae un poco de esperanza ante los atribulados días de crisis económica, que también suele ser mental y hasta metafísica cuando llegan los cobradores, mas fieros que el toro que se llevó entre las astas al famoso bandido de Babonoyaba.

Como el espacio de toda reseña siempre es reducido, otro día les seguiré platicando de los demás cuentos que salen en este libro. Por ahorita solo quiero mencionar los títulos y los autores de las otras leyendas de esta plaquette: 

El violín de don Anatolio, escrita por la escritora Eva Muñoz, quien es maestra de literatura y dio clases toda su vida en muchas escuelas de la Sierra. El ambiente de este relato es de fina evocación poética. Oro y plata, cuyo autor es René Gómez Esparza, una historia donde se oye el lenguaje castizo que todavía se usa en los pueblos mineros; él es profesor en su natal Santa Bárbara y en San Francisco del Oro. La leyenda de la hija de Pascualita, quizá la más famosa de las que se oyen en esta ciudad, y de la cual existen más versiones escritas, cuyo autor en este volumen es el ingeniero Jorge Luis González Piñón, quien presenta además un caudal de información muy bien organizada respecto a esta vieja historia.

Óscar W. Ching Vega, el famoso periodista, es autor de El hombre que quedó mal con Dios, donde el charro negro de Santa Eulalia vuelve a encontrarse con uno más de sus cronistas, esta vez en la escritura siempre estimulante de este beduino de las noticias. La leyenda del Rosario y la sotana sin cabeza la escribe Luis Carlos Arriola Chávez, cuya trayectoria de historiador y cronista lo avalan para convertir en fantasma al padre de la patria en persona. Y para cerrar con broche de oro, Humberto Quezada Prado nos planta frente a frente con La sierpe de Nonoava, una animal que parece de este mundo pero que navega en los ríos del delirio y de las tormentas del Niño, las culebras que las señoras de antes cortaban con cuchilladas al cielo y palma bendita y los terrores que causan los ríos desbocados de esta bronca región. 

Nueve leyendas de chihuahua, publicado por la Universidad Autónoma de Chihuahua, es un texto que deja un buen sabor de boca en la memoria. Se queda uno con las ganas de leer más cuentos de estos autores que, cada uno en su estilo, son muy buenos para platicar de las cosas más inverosímiles como si fueran lo más natural del mundo.

Chávez Marín, Jesús (complilador): Nueve leyendas de Chihuahua. Editorial Universidad Autónoma de Chihuahua, México, 1997.

Febrero 1997

lunes, 5 de mayo de 2014

la colección flor de arena

Foto Mila Chávez Marín
La Colección Flor de Arena

Por Jesús Chávez Marín

En esta ciudad no abundan las publicaciones literarias. Para desarrollar una obra, los escritores de aquí se las ven negras para buscar espacios donde educarse en el libre tránsito por donde se llega a los lectores. Las revistas culturales desaparecieron del mapa desde que Leonel Durán, director del Instituto de Cultura, decidió que Solar debería sujetarse al arbitraje de los doctores; hecho que coincidió con los otros errores de aquel diciembre aciago en que los precios del papel y de la impresión se triplicaron.

En este contexto resulta muy importante la colección universitaria Flor de Arena que sigue empeñada en seguir editando a los autores chihuahuenses, contra viento y marea. Los vientos del desierto cultural y las mareas de la crisis económica.

En esa colección publicaron su primera plaquette autores que ya tenían trayectorias largas apareciendo en suplementos y revistas locales. Entre ellos Luis Nava Moreno, quien fuera uno de los primeros editores de Metamorfosis, revista semestral que la Facultad de Filosofía sigue sacando. Nava, sin embargo, no tenía un texto personal hasta que salió su Tensión de lo finito, número 18 de la colección.

En ese mismo caso están Guadalupe Salas, cuya primera plaquette El cuello de Adán da a conocer por vez primera la refinada calidad de sus relatos; Ana Belinda Ames Russek con Selenitas; Sofía Casavantes con Luminiscencias; Luz María Montes de Oca con El umbral y Ana María Jiménez con El milagrito.

Otro aspecto importante de la colección fue que abrió un espacio para que iniciaran en ella su trabajo literario jóvenes escritores que jamás habían publicado en ninguna otra parte: Gabriela Borunda con su Biografía de la luz; Eugeni Porras con Iniciáticas; Lilly Blake en Microuniversos; Alejandra Meza con La torre blanca y Daniel Espartaco en la plenitud de su Primera adolescencia.

Para que la colección completa pueda ser deveras atractiva, la Colección Flor de Arena también puede presumir de haber publicado textos inéditos de autores importantes, que ya tienen en su historia personal varios libros exitosos. Es el caso de Arturo Rico Bovio con Astillárium; Manuel Talavera y su Novenario; Natalia Gameros con Diez Poemas proverbiales; Mario Arras (quien además recientemente sacó su primera novela, luego de diez libros de textos poéticos), a quien la Colección le editó sus Décimas y sonetos; Ramón Antonio Armendáriz con ¿Quién detendrá la lluvia?; Alfredo Espinosa y su Amor apache y Jeannette L. Clariond con Newaráriame.

En Flor de Arena también han participado los escritores de Ciudad Cuauhtémoc que surgieron con el Festival de las tres Culturas: Raúl Manríquez en pleno Romance de otoño; Dolores Guadarrama con Molinos de viento y José Luis Domínguez con su poemario llamado Jonás y Juan Marcelino Ruiz: Derrepentes.

El número 3 de la colección es bilingüe, viene en el idioma rarámuri traducido al español por la propia autora, Dolores Batista: Ra’ósari (Amanecer).

Considero que todo buen lector seguirá atento a lo que siga apareciendo en esta breve pero sustanciosa colección de literatura chihuahuense. 

Marzo de 1998