jueves, 30 de enero de 2014

presentación de alejandra



Una crónica, mi poema del día

Presentación de mi libro Te amo Alejandra


Por Jesús Chávez Marín


Voy a iniciar con una dedicatoria: mi lectura de esta noche tan feliz para mí, va dedicada a cuatro señoritas, las más jóvenes de la familia. Valeria Carolina [salude a la gente, m'hija].

Elena Guadalupe.

Carmen Liliana.

Y Diana Victoria.

Luego, una acción de gracias:

         A mi editor Martín Reyes González, dueño de la editorial Doble Hélice. A su colaborador y elegante corrector de estilo, Luis David Hernández, quien también escribió la solapa de mi libro.

         A Ricardo Aziz Nassif, autor del prólogo generoso que precede a mi texto.

         Al poeta Andrés Espinosa Becerra, autor del bello texto que va como epígrafe de lujo.

         Al ingeniero Carlos Guízar Hernández, con quien trabajé de 1971 a 1979 y me enseñó la disciplina y la aritmética de la buena administración.

         Al artista Nacho Guerrero, autor de la foto de la portada. Él retrató a Alejandra Guzmán en 1991, en pleno concierto en la plaza La Esperanza, y me regaló el esplendor de su arte fotográfico.

        

         Este que fue mi primer libro escrito, está dedicado a mi madre, Carmen Marín Gutiérrez, el más grande amor de mi vida y a quien toda la vida habré de agradecerle que siempre me hiciera pensar que yo era más o menos el rey del mundo, porque así lo creyó ella siempre con firmeza y con el prodigioso amor con el que me dio crianza y educación.

         Mi manifiesto de gratitud termina aquí, y va para mis tres presentadores, padrinos magníficos para este libro: Ángela Siqueiros Falomir, Juan Oscar Ollivier Fierro y Didier Emmanuel Ortiz, hijo de mi hermana Mila. Y por supuesto, para la maestra de ceremonias, la profesora Esmeralda Ortíz Chávez.

         Para terminar, quiero decirles que mi propósito cuando escribí este libro, el mismo con el que escribo cada madrugada, es el de sembrar palabras en la vida. En el tiempo. En el corazón de los lectores. Para que algunos se diviertan un rato. Para que algunos alguna vez aprendan alguna que otra manera de vivir.



Febrero 2010

lunes, 20 de enero de 2014

alma montemayor



Muy aburrida esa cantina, según consta en libros



Por Jesús Chávez Marín



Aunque escribía en el estilo muy muy muy aburrido en el que suelen hacerlo el 80% de los historiadores de Chihuahua, la digamos escritora Alma Montemayor (1945 – 2012), quien murió a causa de su radical vegetarianismo en diciembre, dejó 15 libros publicados.

         Empezó por glosar con parcialidad y rencor la historia del teatro de la ciudad. Acrtiz frustrada en sucesivas compañías de teatro que a la primera función dejaban de llamarla, se las arregló para dejar fuera de sus historias a notables dramaturgos y señores de la escena como Manuel Talavera Trejo, Luis David  Hernández, Conchita de Mendoza y el gran actor Óscar Erives. Y ya no digamos los más jóvenes Holda y Azgard Ramírez, Georgina Ayub, Felipe Saavedera y Víctor Córdova.

         En los libros de historia teatral de Ánima Montemayor publicados por el Ichicult y por otras instituciones editoras Historia del teatro de los héroes, el folleto Microhistoria del teatro en Chihuahua, Mujeres maravillosas de Chihuahua, La antigua paz la cantina centenaria de la ciudad, Dardos y corazas y tantos otros que dieron a la imprenta los talleres gráficos de gobierno del estado, fueron más locas las deliberadas ausencias que los adjetivos gloriosos que la Montemayor prodigaba a sus clientes acaudalados Lolita de la Vega, José Fuentes Mares, Víctor Hugo Rascón Banda, Ignacio Solares, Federico Terrazas, y los gobernadores que le fueron tocando en 35 años de redacción mercenaria: Saúl González Herrera, Fernando Baeza Meléndez, Francisco Barrio Terrazas, Patricio Martínez García, José Reyes Baeza Terrazas y César Cuarte Jáquez.

         Tal vez su proeza mayor como escritora fue conseguir en un libro que la divertida, falsamente culta y ruidosamente cancionera cantina La Antigua Paz resultara en sus páginas un bar tonto y anquilosado, tedioso y cargado de historias irrelevantes plagadas de anuncios de la pelea pasada y congelada en un pasado que se estanca. Y eso a pesar de que el dueño del bar, Jesús Carrejo le pagara una buena cantidad para que le escribiera por encargo ese libro de microhistoria global.



Enero 2013

lunes, 13 de enero de 2014

la mitad del nuevo transporte



Los ires y venires del Vivebús



Por Jesús Chávez Marín



El primer recorrido de los nuevos camiones de pasajeros por la ruta exclusiva delineada en las distintas estaciones a lo largo de lo que antes fue la ruta uno de los antiguos, muy antiguos y sucios camiones del sistema de transporte de la ciudad de Chihuahua, fue tema de averiguatas y fuego fatuo de alguna que otra protesta.

         En tres días la gente que usa cotidianamente el transporte público ya se había convencido de la diferencia enorme y favorable de los nuevos camiones, que de esa manera se inicia un nuevo sistema, rápido, cómodo e higiénico. Los que siguieron protestando fueron los automovilistas cuando vieron reducidos los carriles de algunas avenidas de la ciudad, que antes solo habían servido para su exclusivo beneficio.

         También protestaban los dueños de los antiguos camiones y los choferes, quienes estuvieron acostumbrados durante años a trabajar sin casi ningún reglamento, ni horario ni disciplina cívica. Y sin ninguna consideración para con sus clientes.

Los pasajeros se veían obligados a soportar sus desplantes de pequeño despotismo, su música grupera a todo volumen y también sabían que en cuanto les diera su gana, los choferes paraban el camión a media calle y se bajaran a comprar fritangas en alguna tienda del oxxo, a veces para hablar hasta cinco minutos en el teléfono público mientras esperábamos pacientemente amontonados en el sucio camión. Eso sí: a las ocho y media de la noche de todos los días ya eran muy escasos los autobuses que seguían en ruta. Al abordarlos, el chofer invariablemente decía: “ya nomás llego hasta el centro, mi jefe”.

         Fueron los antiguos choferes, y muy escondidos también los dueños de camiones, quienes se dedicaron durante los primeros días a sabotear la marcha del nuevo sistema de transporte Vivebús. Para ese propósito su principal estrategia fue la morosidad de las llamadas rutas alimentadoras, que ellos todavía controlan en exclusiva.

A pesar de que los antiguos dueños se vieron favorecidos con la facilidad en la compra de acciones de la nueva empresa, y de la concesión de ese servicio público, no se resignan a perder los beneficios de la economía informal con la que antes obtenían ganancias sin regulación. Bueno, ahora también son dueños del Vivebús, aunque sigan en esa resistencia desleal.

         Es claro que el Vivebús apenas empieza. Lo que la empresa llama ruta troncal no es más que una de las líneas, la de norte a sur. Estamos al inicio de una obra que será monumental cuando cubra toda la ciudad, y hasta hoy no cubre ni la mitad. Pero mucho se habrá ganado con este inicio si se consigue poner un reglamento claro, un sistema que funcione para el transporte como servicio público: lo mismo para los nuevos camiones que para todos los que sigan circulando.

         Como anécdota curiosa, el primer día del Vivebús se había iniciado una protesta contra la construcción de la réplica de un monumento turístico en la plaza central, la cual encabezaba Jaime García Chávez. A la misma hora, diez de la mañana, llegaron numerosos choferes de camiones que venían furiosos porque se había anunciado que a quienes no fueron contratados para el Vivebús les iban a dar su finiquito laboral. Según él muy vivo, García Chávez aprovechó la agitación del momento y se puso tomarse fotos sentado a media calle en medio del tumulto, en su pose de profeta furioso y con un sombrerito fresa comprado en El Paso. Algunas de las fotos salieron en los periódicos digitales y otras las puso él mismo en su blog, tan presumido como siempre.



Octubre 2013

lunes, 6 de enero de 2014

ana rita lópez



Una hija y su madre





Por Jesús Chávez Marín y Ana Rita López







Ana, mi compañera de trabajo en el Departamento Editorial de la UACH, me pidió ayuda en un ensayo escolar para la materia Taller de lectura y redacción, y terminamos escribiendo juntos este relato, al que ella tituló Formas de comunicación de una madre con su hija pequeña. Este es el texto.



1. Introducción



Tengo una hija de tres años siete meses. Por razones de su edad y del grande amor que le tengo, ella es el centro de mi vida: mi motor, mis ganas de seguir adelante, mis alegrías, el refugio de mis tristezas. Sin embargo, he cuidado siempre de que mi niña tenga su propio espacio, desarrolle su temperamento y personalidad, y que sea independiente de mí. En muchas cosas somos bien distintas, aunque en otras estoy consciente de que yo soy el modelo que ella tiene para aprender a desenvolverse en la vida.



En este ensayo me propongo exponer algunas ideas sobre las formas mejores de relacionarse con una hija. Estas ideas son producto de mis reflexiones y de mi propia experiencia.



2. Desarrollo



Una de las primeras cosas que aprendí por intuición, y por los consejos que me dio mi madre, fue adaptar mis cuidados a cada una de las etapas del desarrollo de la hija. En todos los contactos físicos y en las palabras mías hacia ella yo le expresaba el amor que naturalmente siempre he sentido por ella desde que la concebí y asegurarme de que ella lo sintiera. Considero que esa es la primera base de su propia seguridad.



Cuando una niña está recién nacida, nuestras manos deben ser delicadas en extremo, los movimientos deben ser muy precisos. Por ejemplo, la primera vez que la bañé, no me dio nada de miedo: como soy muy atrabancada, y mi niña estaba de muy buen peso y tamaño, mis maniobras fueron ágiles y normales. Yo sola la bañé, aunque mi mamá me ayudó un poco. Lavé su cabello, que era abundante, la enjaboné, la enjuagué y la saqué en su toalla de colores blanco y rosa, y se la di a mi mamá muy bien arropada. La pusimos en la mesa para vestirla. La niña era muy tranquila, así que no me dio lata.



Cada cuatro horas la alimentaba con leche materna y leche de fórmula. Dormía muy bien y no me daba ningún problema, siempre y cuando no se me pasara la hora, porque entonces sí lloraba ruidosamente, desde entonces ella ha tenido una personalidad fuerte.



A los dos meses empezó a sonreír, aunque solo conmigo, como en secreto, como que estaba aprendiendo a expresarse de esa manera. También decía esta palabra, o sonido:



—Ajú.



Yo le hablaba muchas cosas, pronunciando con claridad las palabras. Considero que no es correcto que a los bebés se les hable chiple; pienso que ellos desde muy pronto deben aprender los sonidos correctos de las palabras.



Poco a poco los sonidos de su boca fueron siendo más complicados y ya tenían algún significado, por ejemplo de la comida con el sonido “pa”. Yo a la niña desde que nació le he hablado mucho, incluso cuando yo estaba embarazada le hablaba, también le ponía música. Cuando la llevaba en los brazos, siempre le hablaba y siempre sentí que ella sabía percibir esa comunicación.



 Otra forma de comunicación muy importante con mi hija fue la física: los abrazos, los besos, las canciones, los arrullos. También bailaba con ella, en los brazos y ya después, cuando ella caminaba, bailábamos juntas.



Cuando ella dijo ya su primera palabra completa, que por supuesto fue: “mamá”, inicié con ella una charla constante, que hasta la fecha no ha parado. Le expreso todas las ideas que se me ocurren, le dije cuál era el sol, la luna, el cielo y los cerros: todo lo que miraba.



—Mira, mi hija, este es el centro. Vamos a comprar el mandado, porque necesitas pañales, crema y aceite. También vamos a llevar leche.



Ella caminó exactamente al año de edad, claro que ya antes se soltaba y dio sus primeros pasitos. Ella caminaba siempre con los brazos hacia arriba, lo cual era muy gracioso y extraño. Pero ya para entonces ella decía muchas palabras: mamá, supá (así le decía a mi papá, su abuelo), tita (a su abuela), tía, dame y cuálala (“guácala”). Se acercaba al bote de la basura y me decía:



—¡Cuálala, mamá!



Desde que empezó a hablar, pronunciaba muy claras las palabras.



Después empezó a decir frases completas: vamos calle; vamos tita; dame sopa, quiero leche.



A los dos años ya nos poníamos a platicar:



—Mamá, en la guardería jugué con Lalo.

—¿Sí mi hija?, ¿y a qué jugaste?

—Jugamos a los carritos.



En la guardería me decían que era muy hablantina y lista y además que era dominante y algo peleonera. Yo le preguntaba:



—Mi hija, ¿por qué peleaste?

—Porque Marifer me quería quitar mi juguete, y yo lo traía.



Además de platicar con ella de todos los asuntos, le leo cuentos, vemos caricaturas y, claro, se las explico. Ella me pregunta muchas cosas y procuro contestarle siempre:



—Y qué animal es ese, mamá.

—Es un león. Se distingue porque tiene melena.



Luego ella les pasa la lección a sus amigos y a sus primos, cuando se ofrece. También ella procura siempre mantener el contacto conmigo, lo cual me da gran felicidad. Cada quince minutos ella viene a donde estoy, y me dice:



—Mamá, vengo a darte un beso. A decirte que te amo.



Y luego se va a seguir jugando al lugar a donde estaba. Cuando regresa de algún lado, me dice al entrar:



—Mamá, ya vine de la tienda.



3. Conclusiones



A las niñas debemos hablarles con claridad y pronunciando bien las palabras.



Hay que estimular su lenguaje desde que están en el vientre.



Enseñarlos a desarrollar su lenguaje corporal: decirles, por ejemplo: estas son tus manos, estos son tus brazos, sus piernas, pies, ojos, boca, dientes, y hacerles sus ejercicios.



Estar siempre al pendiente y al cuidado de lo que está haciendo, pero respetando su espacio.



Tener el cuidado de contestar todas las preguntas que hagan, no tomarlas con indiferencia.



Imponerles una disciplina clara sobre su conducta. No tan drástica pero sí efectiva y constante.



Estar consciente del propio comportamiento en la casa, porque una, como mujer, es el modelo de la hija durante toda la infancia.