lunes, 13 de enero de 2014

la mitad del nuevo transporte



Los ires y venires del Vivebús



Por Jesús Chávez Marín



El primer recorrido de los nuevos camiones de pasajeros por la ruta exclusiva delineada en las distintas estaciones a lo largo de lo que antes fue la ruta uno de los antiguos, muy antiguos y sucios camiones del sistema de transporte de la ciudad de Chihuahua, fue tema de averiguatas y fuego fatuo de alguna que otra protesta.

         En tres días la gente que usa cotidianamente el transporte público ya se había convencido de la diferencia enorme y favorable de los nuevos camiones, que de esa manera se inicia un nuevo sistema, rápido, cómodo e higiénico. Los que siguieron protestando fueron los automovilistas cuando vieron reducidos los carriles de algunas avenidas de la ciudad, que antes solo habían servido para su exclusivo beneficio.

         También protestaban los dueños de los antiguos camiones y los choferes, quienes estuvieron acostumbrados durante años a trabajar sin casi ningún reglamento, ni horario ni disciplina cívica. Y sin ninguna consideración para con sus clientes.

Los pasajeros se veían obligados a soportar sus desplantes de pequeño despotismo, su música grupera a todo volumen y también sabían que en cuanto les diera su gana, los choferes paraban el camión a media calle y se bajaran a comprar fritangas en alguna tienda del oxxo, a veces para hablar hasta cinco minutos en el teléfono público mientras esperábamos pacientemente amontonados en el sucio camión. Eso sí: a las ocho y media de la noche de todos los días ya eran muy escasos los autobuses que seguían en ruta. Al abordarlos, el chofer invariablemente decía: “ya nomás llego hasta el centro, mi jefe”.

         Fueron los antiguos choferes, y muy escondidos también los dueños de camiones, quienes se dedicaron durante los primeros días a sabotear la marcha del nuevo sistema de transporte Vivebús. Para ese propósito su principal estrategia fue la morosidad de las llamadas rutas alimentadoras, que ellos todavía controlan en exclusiva.

A pesar de que los antiguos dueños se vieron favorecidos con la facilidad en la compra de acciones de la nueva empresa, y de la concesión de ese servicio público, no se resignan a perder los beneficios de la economía informal con la que antes obtenían ganancias sin regulación. Bueno, ahora también son dueños del Vivebús, aunque sigan en esa resistencia desleal.

         Es claro que el Vivebús apenas empieza. Lo que la empresa llama ruta troncal no es más que una de las líneas, la de norte a sur. Estamos al inicio de una obra que será monumental cuando cubra toda la ciudad, y hasta hoy no cubre ni la mitad. Pero mucho se habrá ganado con este inicio si se consigue poner un reglamento claro, un sistema que funcione para el transporte como servicio público: lo mismo para los nuevos camiones que para todos los que sigan circulando.

         Como anécdota curiosa, el primer día del Vivebús se había iniciado una protesta contra la construcción de la réplica de un monumento turístico en la plaza central, la cual encabezaba Jaime García Chávez. A la misma hora, diez de la mañana, llegaron numerosos choferes de camiones que venían furiosos porque se había anunciado que a quienes no fueron contratados para el Vivebús les iban a dar su finiquito laboral. Según él muy vivo, García Chávez aprovechó la agitación del momento y se puso tomarse fotos sentado a media calle en medio del tumulto, en su pose de profeta furioso y con un sombrerito fresa comprado en El Paso. Algunas de las fotos salieron en los periódicos digitales y otras las puso él mismo en su blog, tan presumido como siempre.



Octubre 2013

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