Tan solo dame una señal, chiquita,
oh mi vida
Los Teen Tops y Roberto Jordán en Chihuahua
Por Jesús
Chávez Marín
Ir a un
concierto de Roberto Jordán fue el antiguo sueño de un montón de jovencitas
chihuahuenses desde los años setentas, cuando él cantaba en el radio Amor de
estudiante y era una de las grandes estrellas de la televisión bailando sus
pasitos fresas al ritmo de sus grandes éxitos discográficos.
Y como los
sueños jamás nos abandonan hasta que se cumplen, la noche del viernes primero
de septiembre aquellas mismas jovencitas, cincuenta años después de la antigua
ilusión, llegan con su boleto en la mano al Teatro de los Héroes para mirar a
uno de sus más platónicos amores, Roberto Jordán, quien ahora tiene 74 años y
luce como nuevo, alto, delgadito, con su voz ensoñadora y su sonrisa bondadosa.
Claro que ya
nada es lo mismo, la vida pasa aunque el entusiasmo siga. Muchas de esas
mujeres ya fueron antes a conciertos del cantante, en otras ciudades, y de
todos modos regresan, fieles a la comunicación artística que pactaron con él
desde hace tantos años; sin embargo, para la mayoría este es su primer
encuentro en vivo.
En el doble
play de la noche, también se presentaron Los Teen Tops, el legendario grupo
mexicano de rock que tuvo su época gloriosa de 1960 a 1965. Esos 5 años fueron
suficientes para ganar para siempre la gloria y la inmortalidad en la música
popular en todos los territorios de habla hispana.
Hay que
decir aquí a nombre de la hoy tan obligada igualdad de género, que la otra
mitad del público la formaban hombres que a su vez también cincuenta y sesenta
años antes fueron jovencitos ilusionados, audiencia reverente de los años
dorados del rock, y que, cómo no, también querían cantar a coro Confidente
de secundaria, Presumida, Quién puso el bomp, y otros himnos
de su generación que sonaron y siguen sonando en el arte de estos excelentes
músicos que son Los Teen Tops, que además traen un equipazo de instrumentos y
sonido.
Por mucho
que hayamos visto en videos, y alguno que otro afortunado haya ido a conciertos
en vivo, a Mick Jaggser de 80 años brincando con energía juvenil por toda la
pista, o a Paul McCartney cantando su fina músca a una edad semejante, de todas
maneras resulta raro mirar al señor que toca el bajo con su pelo canoso y su
mueca de anciano bailar los pasitos de antaño. Escuchar que el requinto
glorioso que suena tan fresco lo toque un señorcito calvo que parece jubilado
de todos los sistemas. O que Roberto Jordán ya no sea el galanazo que salía en
películas y daba conciertos en Rusia, sino un viejo flaco y correoso con un
arete de oro en la oreja izquierda.
Pues todas
estas consideraciones salen sobrando, porque a los diez minutos de tocar, Los
Teen Tops ya tenían en un puño a todo el público con el grande, el hermoso rito
del rock. Cuando el vocalista decía bailen, todos bailaban con gracia y el
estilo, sin importar cuántos años hubieran pasado por el cuerpo, las venas y
las penas. Cuando decía, canten, se escuchaba impresionante el arte colectivo
de la voz humana. Los Teen Tops dieron un concierto de una hora y media,
Roberto Jordán fue igualmente generoso, otra hora y media.
Eran dos
generaciones, con una diferencia de una década. Los Teen Tops firmemente
arraigados en los sesentas, el rock clásico. Roberto Rordán instalado
azucaradamente en los setentas. Pues resulta que el público respondió con más
entusiasmo al llamado de los Teen Tops, y un poco menos al canto bastantito más
fresa de Roberto Jordán.
Fueron
dos conciertos plenamente disfrutables, para un público cuyo promedio de edad
era, en un cálculo visual, el rango de los 65 años de edad. Todos los
asistentes salieron felices y un poco más jóvenes de cómo llegaron, que es lo
que siempre sucede con el milagro del arte.
Septiembre
2017