miércoles, 31 de octubre de 2018

El nuevo libro de Alejandro Caro

Un ángel flota en el discurso

Por Jesús Chávez Marín

Es regocijante asistir a la aparición de un nuevo libro de Alejandro Caro Rascón, un escritor muy productivo en la plena madurez de su oficio literario. Su obra tan fecunda inició con un libro de aforismos y relatos breves titulado Permíteme comentarte donde desde el título establecía más que un monólogo una conversación amable con los lectores, los que ha ido ganando uno por uno con su simpatía y amabilidad, con sus textos siempre elegantes, emocionantes y pulidos, y con su constante disciplina de publicaciones empeñando su tiempo y su singular talento y también desde luego, ya que estamos en Chihuahua y no hay de otra, su dinero que no le sobra y también jamás le falta, como hombre disciplinado y laborioso.
Su segundo libro fue una extraordinaria novela que se llama Perseverancia, donde Alejandro despliega un hermoso discurso narrativo y con toda serenidad y gracia construye la épica de un comerciante ejemplar desde su niñez hasta su muerte, ejemplo de bondad y de fortaleza que logró construir un emporio comercial sin abandonar sus principios de justicia y solidaridad. Esta novela se inscribe en el género del hiperrealismo a manera del escritor inglés Harold Pinter y del mexicano Vicente Leñero, pues está muy cercana al personaje histórico que la inspiró y desde ahí alza su vuelo simbólico hasta cristalizar en una estética firme y de grande belleza.
Luego siguieron tres libros de poemas que merecen todo un ensayo en su conjunto, ya que están compuestos con un estilo muy definido y de gran expresividad. Cada uno de ellos es distinto a los demás libros de Alejandro Caro, pues él siempre procura ofrecer puntos de vista novedosos, estructuras que antes no había ensayado y personajes nuevos; cada libro suyo que sale es una novedad, una sorpresa.
Tal es el caso del libro que hoy se presenta, Petro, que se inscribe en el género de la novela breve, el cual suele ser muy apreciada por los estudiantes de preparatoria cuando se ven en la exigencia de leer un libro completo para acreditar cada cuatrimestre y buscan los volúmenes más delgaditos, de tal manera que de seguro se venderá como pan caliente en esos ambientes escolares. Me consta porque fui profesor de literatura en el Colegio de Bachilleres y les aseguro que las novelas breves son muy apreciadas y escasas.
En esta obra el autor se arriesga a construir una estructura afianzada en dos pilares, dos discursos. Por un lado cuanta con toda claridad una anécdota realista y discreta, sin aspavientos ni momentos grandilocuentes, sin drama ni tragedia, la simple vida cotidiana de unos personajes que viven como todos. En otro discurso, el personaje en el que se centra el punto de vista, o sea Petro, se desplaza por el mundo hablando como un ángel, algo así como un iluminado que habla todo el tiempo con imágenes y versos, reflexiona lo mismo en cantinas que en sacristías y no le importa si alguien lo escucha o se bota de la risa o se conmueve hasta las lágrimas.
Como estrategia para hacer que embonen los dos lenguajes en un solo producto estético, el autor no se arriesga a desplazar a su personaje en el Chihuahua de la época actual, sino cien años antes, en los tiempos en que reinaba, bueno, gobernaba el presidente Adolfo López Mateos; con lo cual se cura en salud, porque una mujer de hoy, tenga la edad que tenga, tendría un ataque de carcajadas incontenibles si un pretendiente le dijera muy emocionado: “Violeta, áncora de mi existencia, impulsas mi razón de ser. Tenerte a mi lado es saber que aún existo en el perene esplendor de la esperanza”. Aquellos eran tiempos más inocentes y definitivamente, para  bien y para mal, ya pasaron.
La otra de las dos bandas del discurso, la realista, cuenta la historia extrañamente fascínate de un escritor de provincia, una especie de mezcla entre de Avelino Pilongano y Ramón López Velarde llamado Petro que tiene un grupo de fans que son sus amigotes de cantina, donde se juntan en aquellas bohemias de los años cincuentas del siglo pasado y recitaban poemas, ensayaban filosofías domésticas, pedían canciones de rompe y rasga y también de vez en cuando se daban tiempo de planear sus vidas y organizar los pensamientos en la lucidez instantánea y química del alcohol.
Uno de aquellos sábados de tertulia Petro les platica que va a vender su  carro Ford para irse de gira literaria por tierras de Jerez, Zacatecas y Guadalajara, donde piensa participar en un concurso literario para ver si se compone por un rato su precaria economía. Él es un viudo cuarentón ya muy desaminado de la vida, que carga el dulce recuerdo de su linda esposa Alondra, quien murió a los dos años matrimonio y ahora es su musa desde el cielo pues le dice en voz alta sentidos poemas ante la tumba fría, le cuenta sus planes etcétera.
Voy a dejarlos con la duda de si gana o no gana el concurso, solo les adelanto que se pasó 8 meses en Guadalajara donde un amigo de otra cantina, esta vez de Guadalajara, le consiguió un puesto de bibliotecario y de inmediato se consiguió una novia joven que lo amó con locura y tentación, pues él era encantador, culto y guapo, a pesar de la diferencia de edades.
Una vez que el autor entra en el ritmo, la atmósfera y el pacto narrativo del libro, va desplazándose por un mundo muy loco y raro en muchos niveles, y a la vez afianzado por un texto de gran belleza. Hallamos por ejemplo piezas descriptivas fascinantes como esta: “Sobre tres tableros que penden atrás de la barra en el muro figura una colección de botellas de vino y de cervezas fabricadas en diferentes épocas y, a la proximidad del lado derecho cuelga un cuadro de ligeras fisuras y tenues ondulaciones que acusa los estragos del tiempo, sin faltar la humedad de la vieja pared”. Ese solo fragmento bastaría para probar que cuando un poeta escribe prosa, escribe una prosa de mayor calidad sin duda que los otros escritores, y ese es el caso de Alejandro Caro.
La mirada burlona del autor es pródiga en frescura y pensamiento que llega como flecha, raudo y certero, como este donde define en dos líneas todo lo que pudiera ser el alcoholismo: “Se observa a decepcionados en amores y muy variados traumas quienes al calor de las copas se sienten liberados de sus penas, cuya utopía es breve, en razón a la medida del tiempo que les dura el efecto del alcohol y su presupuesto”.
Esto y muchos ángulos más es Petro, novela escrita con extraordinaria capacidad de síntesis y la presencia de varias regiones de significado y, sin duda, con un personaje inolvidable.
Caro, Alejandro: Petro. Editorial Ari, México, 2017.
Abril 2017

sábado, 20 de octubre de 2018

Un escritor en los Arieles

Un escritor en los Arieles

Por Jesús Chávez Marín

Aunque seguramente el currículum del autor ya fue leído por el maestro de ceremonias, quiero iniciar estos comentarios poniendo la ficha de autor que viene en la solapa del libro anterior de Daniel Espartaco, que se titula Memorias de un hombre nuevo, publicado en julio 2015 por la editorial Random House: “Daniel Espartaco Sánchez (Chihuahua, 1977) es autor de varios libros, entre los que destacan Cosmonauta (2011) y Autos usados (2012) seleccionados por la revista Nexos entre los mejores libros de ficción en sus respectivos años. Fue incluido en el número 47 de la revista Picnic como uno de los 100 perfiles representativos del arte y la cultura contemporánea en México. Ha sido galardonado con diferentes premios literarios. Con Autos usados obtuvo el Premio Bellas Artes de Narrativa Colima para obra publicada 2013. Desde 2015 es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte”.
Quise poner ese breve texto, en donde faltan los títulos de sus demás libros, aunque es una ficha de la editorial que resalta solo aquellos que publicó la empresa, porque me parece suficiente información para saber que Daniel Espartaco tiene una presencia vigorosa en la tradición literaria mexicana. Sus libros se publican en editoriales con gran capacidad de distribución, son reseñados abundantemente en la precaria prensa de periodismo cultural, tiene un blog en la revista Letras Libres, etcétera.
Paralelo a sus novelas que publica en las grandes editoriales, Daniel Espartaco realiza otra línea de su sistema narrativo que parece disfrutar mucho, el que aparece en ediciones independientes, que son textos menos extensos, sobre todo en el género de la novela breve, como Gasolina, Bisontes y este que ahora presenta, Ceremonia. Esta forma literaria suele tener numerosos lectores entre jóvenes de preparatoria que no quieren leer un libro extenso y sin embargo tienen que terminar para la materia de literatura un libro completo; y a pesar de ello son muy escasas las novelas breves: Aura, de Carlos Fuentes, Las batallas en el desierto, de José Agustín, y otros al no haber más tenían que vérselas con La metamorfosis, de Kafka. Y es que este género pareciera fácil y ligero, pero requiere dos características en las que Daniel Espartaco es notablemente hábil: capacidad de síntesis y agilidad para contar historias.
Ceremonia es la perfecta novela breve. A pesar de que tiene la estructura sencilla de un extenso monólogo, el lector queda atrapado desde el primer momento, entre risa y asombro disfruta cada página, se olvida de toda otra preocupación y se dispone a vivir en el ambiente y el espacio que despliega el discurso narrativo.
Nunca se dice el nombre del protagonista, el de la voz, pero se perfila de inmediato por su lenguaje, su ironía entre cruel y cariñosa consigo mismo y con los demás, los hechos que cuenta y el desarrollo de la trama. Ni siquiera podría asegurarse de que haya una trama, en esto la novela es vanguardista y arriesgada, y a pesar de eso el interés del lector se ve constantemente fascinado. En el sonido mental de la lectura que es la zona donde suceden las aventuras, van apareciendo escenarios, sentimientos, bromas, cuentos completos insertados en la secuencia, y también se siente el flujo del tiempo narrativo, muy ceñido a la norma clásica de las 24 horas: desde que el protagonista recibe la invitación a la entrega de los Arieles a lo mejor del cine nacional, como nominado a mejor guionista, y decide llevar a su novia, hasta que salen de la ceremonia.
En esas 24 horas de monólogo redactado para sus lectores, aparecen también escenas en el presente de numerosos relatos que tienen que ver con la vida literaria de un escritor mexicano de la edad del protagonista, cercano a la edad del autor que según la ficha que puse al principio, este año cumple los 40. Al ir leyendo, en el texto van apareciendo como en cascada un montón de anécdotas ejemplares de la literatura nacional y otras tantas de la vida conyugal y la vida de pareja de nuestra época.
Dos de los personajes más folclóricos que conocemos en esta novela son actores mexicanos que triunfaron en Hollywood y de vez en cuando también producen cine independiente, Ramiro Salas y Pepe Solís, cuyos modelos en la vida real son muy reconocibles en Gael García y Diego Luna, a quienes les gusta jugar a ser librepensadores y críticos pero siempre viven muy pendientes del glamour donde ellos son las grandes estrellas.
La verdad esta novela le hace bulla a todo mundo, nadie queda a salvo de la ironía exacta del discurso, que parece ligera y sencilla y sin embargo es como una flecha muy bien informada y redactada impecablemente. Hay un personaje que se llama El Sátrapa, quien es el ex marido de la novia del escritor, que es el vivo retrato de todos los divorciados mexicanos que existan. Hay un agente literario que entrevista al protagonista en medio de la Feria del Libro de Guadalajara y además de ser otra estampa genial de prototipo, el autor aprovecha para hacer el relato del ambiente, olores, colores, sonidos, un panorama de asombrosa nitidez. Nunca he leído una crónica de tanta vivacidad, excepto en la feria campesina que saca Flauvert en Madame Bovary.
Hay otro pasaje donde el escritor está en medio de la ceremonia de los Arieles, y le habla su mexicana mamá:

Durante la proyección de las escenas volvió a sonar mi teléfono celular: era mi madre.
―Hijo…
―Mamá, no puedo contestarte, estoy en la premiación de los Arieles.
―Lo sé, te estoy viendo en la televisión.
―¿A poco pasan esto en la televisión?
―En el canal 22.
―Ah.
―¿Por qué no te compraste un traje nuevo? ¿Por qué estás usando el de la boda de tu primo Adrián?
―Mamá, no voy a comprar un traje, no para los Arieles.
―¿Quién es la muchacha que está contigo?
―Se llama Nadezhda, mamá.
―¿Y por qué no me la has presentado?
―Oye, mamá, ahorita no puedo hablar contigo, ya nos van a nombrar.

Lo más hermoso de esta prosa tan diáfana que es parte del estilo de Daniel Espartaco en todos sus libros, es que uno disfruta en una página sí y en la siguiente también del mar de fondo que se vislumbra desde el presente de cada relato, una vasta cantidad de información con la que trabaja este escritor tan ubicado en su tiempo, tan sedimentado en la historia universal, tan lector de varias tradiciones literarias. Un autor a quien nada le es ajeno, y que frecuenta a los clásicos y a los contemporáneos con el mismo desenfado y exactitud. Leer a Daniel Espartaco es una experiencia muy hermosa, a pesar de que habremos de cruzar algunas zonas de pesadumbre, pero siempre de una mirada a la vez burlona y bondadosa.

Sánchez, Daniel Espartaco. Ceremonia. [Agregar Editorial], México, 2016.

Abril 2017

sábado, 6 de octubre de 2018

Liza en El Congreso

Autora de la foto Lizeth Cárdenas
Liza en El Congreso
Por Jesús Chávez Marín
La vida profesional de la escritora Liza Di Georgina, quien hoy presenta su obra literaria en el Congreso de Chihuahua, tiene tres vertientes: como autora, editora y librera, comercializadora de libros. Y esas tres líneas de trabajo las inició desde que era muy joven, como una artista de vocación temprana y firme.
A mediados de los años noventas del siglo pasado, siendo quinceañera, ya era invitada a congresos literarios y aparecía con sus manos llenas de sus libros que había escrito, entre ellos uno que se llama Cuando caen las hojas, editado y publicado en forma artesanal. Los vendía uno por uno en esos lugares en los que resulta bien difícil venderlos, ya que por lo regular los escritores no compran los libros de sus colegas, o por desdén o porque de plano andan siempre a la última pregunta, sin dinero ni para un café. Todo mundo sabe que el negocio de escribir produce muy escasas ganancias económicas.
En una entrevista que le hicieron, la autora relata en forma sencilla ese trabajo de iniciación: “ese libro lo manufacturé en mi máquina de escribir y lo mandé fotocopiar, luego lo cosí con una aguja para pavos y pinté con tinta china cada una de las portadas, quedé con las manos destrozadas pero definitivamente nada me iba a detener".
Con gran soltura Liza vendía el tiraje completo de sus preciosos volúmenes que ahora ya son de colección, escritos con seriedad y producidos con gracia. Muy pronto empezó también a editar y a publicar obra de otros autores, con el mismo entusiasmo y talento y, sobre todo, su gran amor a la literatura.
Cuando un lector hace el trascurso de lectura por los libros de Liza Di Georgina, puede ver el reflejo de su vida de niña, mujer joven, madre de dos hijas y esposa diligente, que es un panorama cercano a la vida de las mujeres en la frontera norte de México, con sus gozos y su grandes tragedias. Eso puede verse incluso en sus libros de literatura para niños, que es una de las varias regiones de su literatura y en las que ha alcanzado gran prestigio y una multitud de lectores. En este oficio difícil de escribir para niños ha ganado reconocimientos; por ejemplo, en el 2009 fue ganadora en el VII Concurso de cuento infantil de Otxarkoaga en Bilbao, España.
Como mujer de pleno siglo 21, la escritora tiene una gran capacidad de comunicación; no solo ha ejercido diferentes géneros de literatura, y los distintos formatos editoriales, también por supuesto los distintos medios. Su segundo libro lo publicó en internet: se trata de El último confín, un cuento largo o novela breve de literatura fantástica.
Además de ir afinando su gran sensibilidad de artista, la joven escritora fue puliendo su oficio de editora. Su tercer título fue una novela, Ángeles y palomas, un diario de viajes con una romántica historia oculta. Para la publicación de este libro Liza decidió abrir formalmente su editorial y el libro recorrió diversas latitudes: ciudades de Chihuahua, Texas, Nuevo México y Los Ángeles en Estados Unidos, Belice, España y Malasia.
Liza vive la literatura a plenitud, es protagonista y autora, personaje de sus propios relatos y pensadora que registra aspectos de la vida personal y la vida social, su pensamiento es nítido y estructurado. Con sencillez expresa su poética con estas palabras: “Escribir es mi vocación, mi oficio, lo que hace que mi vida tenga sentido, no el de publicar o ser reconocida, sino el intenso acto de tomar las palabras y moverlas como las piezas de un rompecabezas, hasta que se acomoden suavemente entre sí y revelen bellamente una idea”.
En los años recientes, además de cultivar su parcela más natural de narradora de cuentos y novelas, Liza se ha dedicado a la llamada literatura infantil, género que es considerado el de más difícil escritura.
Escribir para lectores niños presenta peliagudas dificultades. Primero que nada tiene que construirse un punto de vista delicado, fino, libre del paternalismo que desde la perspectiva de un adulto suele referirse a los niños como chiquitos, inocentes a priori, a veces casi como un poco idiotas. Se produce para ellos un lenguaje condescendiente que en el fondo los menosprecia de maneras sutiles o groseras.
Los cuentos de Liza Di Georgina, por el contrario, están redactados con una mirada horizontal, un lenguaje que es amistoso de verdad, y no desde una falsa ternura llena de animalitos. Por ejemplo, hay un cuento en el que se trata de manera divertida el problema del insomnio, sombra que uno considera tema exclusivo de los adultos, pero aplicado a un niño atormentado. La autora no escribe aquí lamento ni melodrama, sino que maneja el relato con estoicismo y magnífico humor.
El cuento se llama El “Remedio para el insomnio con Eme”. Uno de los personajes se llama Emiliano, es un niño a quien todos le nombran Eme. En uno de sus parlamentos, ya de plano angustiado por el problema, lo miramos de madrugada con los ojos abiertos: “Eme no quería dormir como un lirón, porque no sabía ni qué diantres era eso. Pero lo que sí quería era dormir como un Eme”.
Y es que esta autora no escribe mentiras edulcoradas de las que el típico mercado de la literatura infantil suele ofrecer, ese mundo idílico y enajenante que preserva el mito de la inocencia feliz. Al contrario, se mete de lleno a los problemas reales de la gente de todos los espacios y su visión crítica está incluida en su literatura para niños. Veamos esta reflexión que viene en otro de sus cuentos llamado “La pelota”. Aquí el personaje es un niño de 7 años, que dice esto:

Pero a la gente pobre como nosotros no le llegan las oportunidades, nosotros las vemos pasar como un tren que no se para, como el aire, como un sueño muy lejano... y lo más triste es que sí las vemos, pero sabemos que no son para nosotros.

Ese cuento, por cierto, es tristísimo y más aún porque sabemos que el hecho que se relata sucedió en la vida real y está documentado por los periódicos del mundo: un guardia de migración disparó con un rifle de alto poder y mató a un niño que se había cruzado la línea fronteriza por su pelota que se le había ido para el otro lado. Liza relata magistralmente este suceso, en un texto muy estoico y exacto, sin lloriqueos ni aspavientos de horror, desde el punto de vista de un personaje niño.
Es asombrosa también la mirada de Liza Di Georgina sobre las conductas humanas, y la manera genial como las relata. Mirando a los niños jugar, uno a veces no recuerda la propia infancia, cuando los juguetes eran más que juguetes, sino parte de la propia identidad, del alma y su lenguaje. Aquí va un fragmento de otro de sus cuentos, “Fortunato y la ballena azul” que ilustra esto de forma muy precisa:

Esa ballenita azul llegó a encarnar a más personajes que ningún otro juguete. A veces era una ballena astronauta, otras una ballena científica, o ballena detective, ballena bailarín, ballena mago, ballena doctor, ballena piloto, ballena ballena y muchos más. El hecho de vivir en el mar y no tener patas jamás limitaron a la atrevida ballena. Fortunato en el fondo sentía que su pequeña ballena tenía alma, si no, ¿cómo podía ser tan divertida y perfecta en tantos personajes.

Es un gran orgullo para Chihuahua tener a esta clase de escritora que es Liza Di Georgina. Me alegra que la tenemos hoy de visita en esta ciudad. Ella vive en ciudad Juárez y es una gran viajera: el año pasado, por ejemplo, hizo una gira por varios países de Latinoamérica como librera, como autora, como una mujer de su tiempo sabia, fuerte y carismática.

Septiembre 2016

jueves, 4 de octubre de 2018

Jaime García Chávez

Jaime García Chávez puso que al Boulevard Díaz Ordaz le digan Mártires de Tlatelolco. Como se imagina a sí mismo una especie de santo viejo, todo lo piensa en términos seudo religiosos de vírgenes, mártires, apóstoles. Además en su proverbial misoginia no puede concebir la idea de que le pongan un nombre de mujer: Boulevard Aurora Reyes.

Contexto
http://estilomapula.blogspot.com/2018/09/nijta-leal-bejarano.html