lunes, 31 de mayo de 2010

lista de 2009


Control de calidad

Por Jesús José Chávez Marín

Esteban Medina algunas tardes se siente reencarnación de Anaïs Nin versión masculina y dirige sus pasos a la cafetería norteamericana Dennys, cuyo edificio estoico y lujoso adorna esa calle agitada que por mal nombre lleva el de Ortiz Mena.
En el café lo espera a veces su amiga Edgarda Alana Morgana, bella y famosa escritora. En aquel tricentenario Medina es corrector de estilo en la revista Praxis; es editor su amigo Clint Eastwood, homónimo del actor nacido en Okinawa. Su jefe había encargado a Esteban que redactara listas de “los cinco grandes” para cada actividad que se realiza en esta ciudad que el 12 de octubre apaga 300 velas de su feroz memoria.
Como acostumbra hacerlo cuando se halla en apuros, el cronista pidió ayuda a su amiga Morgana. Está bien, te ayudaré con la redacción de tu artículo, dijo ella, pero a mí ni me cites; ya sabes que estoy de acuerdo en casi nada de lo que escribes porque mezclas payasadas con notas financieras; la verdad por eso a ti nadie te toma en serio a pesar de que alguna tarde lees a Borges.
Fue de esa forma como Esteban Medina y Edgarda Alana Morgana redactaron la lista top five que la historia guardará al fondo de una cajita musical.
Fotógrafos: Nacho Guerrero, Morricho, Didier Emmanuel, Héctor Jaramillo, Sergio Alvídrez.
Poetas: Treviño, Servín, Reyna Armendáriz, Lilly Blake, Micaela Solís.
Promotores culturales: Iván Carlos, Ricardo Aziz, Alonso González, Heriberto Ramírez, Vértice cultural.
Novelistas: Carlos Chavira, Alejandro Carrejo, Mario Lugo, Raúl Manríquez, José Fuentes Mares,.
Químicos: Petronio Gallo, Alejandro Camacho, Virginia Mendoza, César Contreras, Lulú de la Vega.
Cuentistas: Héctor Jaramillo, Liliana Pedroza, Mario Lugo, Alejandra Hernández, Luz María Montes de Oca.
Ensayistas: Heriberto Ramírez, César Santiesteban, Esteban Gasson, Enrique Pallares, Jorge Cortés Montalvo.
Revistas: Synthesis, Exprés, Chihuahua moderno, Solar, Boletín del archivo histórico Carrejo.
Poetas de Juárez: Jorge Humberto Chávez, Dolores Dorantes, Enrique Cortazar, Edgar Rincón, Marina Gallardo.
Periodistas: Francisco Xavier Ortiz, Juan Manuel Andazola, Jaime Mariscal, Óscar Enrique Ornelas, Catalina Martell.
Escritoras: Georgina Nava, Reneé Acosta, Micaela Solís, Susana Avitia, Lilly Blake.
Escritores: Treviño, Alejandro Carrejo, Carlos Chavira, Alfredo Jacob, Elko Vázquez.
Héroes de la ciudad: Remigio Córdova, El cuadrado, Ché Luján, el señor bombero que murió en la calle Libertad, José Marín Trejo.
Médicos: Humberto Uranga Prado, Luz Elena Sanín, Ángel Abbud, Javier Maldonado, Marco Benavides.
Periodistas culturales: Flor María Vargas, Margarita Muñoz, María Elena Ortiz, Carmen González, Alfredo Uranga.
Políticos: Cruz Pérez Cuellar, Sergio Granados, Gustavo Madero, Raúl Gómez Ramírez, Luis Fuentes Molinar.
Músicos: Rodolfo Borja, Mándix Núñez, Daniel Contreras, Magda Chavira, Rubén Tinajero.
Empresarios: Luis Lara, Martín Reyes, José Ramón Merino, Sergio Carrillo, Carlos Reyes.
Editores: Martín Reyes, Heriberto Ramírez, Rafael Ávila Lozoya, Luis Fong Fierro, Iván Carlos.
Profesores: Hildeberto Villegas, Virginia Mendoza, Pablo Chávez M., Petronio Gallo, Maya Bejarano.
Antropólogos: Omar Nava, Jorge Carrera, Raúl Alfaro, Ana Belinda Ames, Pety Guerrero.
Ingenieros: Carlos García Gutiérrez, Carlos Guízar Hernández, Martín Chávez B., Ulises Mendoza, Armando Quintero.
Museógrafos: José Pedro Gaytán, Isabel Sen, Ana Belinda Ames, Rubén Tinajero, Edelmiro Ponce de León.
Arquitectos: Lalo Nava, Fourzán, Ángela Siqueiros, Pepe Batista, Marco Cendejas.
Teóricos del arte: Arturo Rico, José Pedro, Sánchez Trillo, Mónica Torres Torija, Ángela Siqueiros.
Historiadores: Edelmiro Ponce de León, Jaime Almeida, Jesús Vargas, Dizán Vázquez, René Cisneros.
Escultores: Sebastián, Águeda Lozano, Ignacio Asúnsolo, David Hernández González, Luis Y. Aragón.
Pintores: Alberto Carlos, Marcela Ochoa Luna, José Pedro Gaytán, Lucero, Marcela Fierro.
Estrellitas del sur: Montemayor, José Vicente Anaya, Sebastián, Benjamín Domínguez, Tita Bilbao.
Comunicación electrónica: Rómulo Barrón, Ramón Olivas, Alberto Ornelas, Liliana Fierro, Jesús Manuel Ortiz.
Diseñadores: Jorge Villalobos, Luis Carlos Salcido, Ricardo Manríquez, Melissa Escobedo, Betty de la O.
Dramaturgos: Enrique Macín, Manuel Talavera, Víctor Córdova, Luis Heraclio Sierra, José Pérez.
Actores: Laura Lee, Mario Humberto Chávez, Luis David Hernández, Óscar Erives, Alfonso Barona.
Feministas: Flor María Vargas, Lourdes Carrillo, Estela Fernández, Luz Elena Sanín, María Isabel Sen.
Filósofos: Arturo Rico Bovio, Enrique Pallares, Daniel Castillo, Jorge Cortés Montalvo, Heriberto Ramírez.
Divas: Yolanda Miranda, Marcela Ochoa, Marcela Fierro, Gabriela Reyes Roel, Erika Rascón.
Galanes: Sergio Armando L. C., Ricardo Aziz, Eduardo Moye Botello, Virgilio Gastelum, Raúl Gómez Franco.
Abogados: Juan Gamboa Gómez del Campo, Carlos Guízar Ocaranza, Jahir Arellanes, Óscar Ornelas, Víctor España.
Escritores jóvenes: Almudena Cosgaya, Rubén Ricardo Rey Ronquillo, María Lorena Sosa Rodríguez, Daniel Espartaco, Gabriela Rascón Licano.
Teóricos de rock: Jorge Villalobos, Heriberto Ramírez, José Antonio Leal, Eduardo Arredondo, Mario Rascón.
Bailarinas: Sagrario Silva, Julieta Florencia Rodríguez, Margarita Chavira Rodríguez.
Colegios: Universidad Autónoma de Chihuahua, Instituto Tecnológico de Chihuahua, Tec de Monterrey, Universidad Regional del Norte y en el pasado reciente, el Instituto Regional de los jesuitas.
Imprentas: Colorama del maestro Juan Ricardo Martínez Ríos, Standard del licenciado Gerardo Ochoa, Impresora Chihuahua del maestro Servando Urueta, Lito Voz, Talleres gráficos de gobierno.
Estas fueron las listas, estos fueron los días. Morgana y Esteban se tomaron su tercer café con leche y se fueron de allí muy contentos.

Septiembre 2009.

sábado, 29 de mayo de 2010

sergio armando


El periodismo, praxis de la verdad y fuente de todas las historias

Por Jesús Chávez Marín

Uno de los placeres de esta vida es leer el periódico temprano cada mañana. Esta escena entrañable sucede en el hogar los sábados y los domingos frente a un café delicioso y negro y un cigarro Marlboro rojo: la dosis exacta de lo que el poeta Alejandro Carrejo llama el desayuno del diablo, con todo el tiempo del mundo en esos días maravillosos del descanso.
Y entre semana, durante los días navegables, una escena similar sucede en la oficina, pero de prisa y con un café cualquiera en la mano derecha, antes de iniciar con energía y empeño la acción fecunda del trabajo.
Por esta y por otras tantas costumbres, los periodistas tienen el privilegio de ser los escritores más favorecidos por la atención generosa y feliz de los lectores en todas las ciudades del mundo, y también en uno que otro rancho.
Sergio Armando López Castillo está muy consciente de esta enorme fortuna profesional. Y por eso su escritura es pulida; su narrativa cumple con elegancia y claridad las reglas del manejo del tiempo, la construcción de personajes, quienes aunque lo son en la vida real de la entrevista y la investigación antropológica, cumplen en la cuidadosa redacción de Sergio Armando esa verosimilitud tan difícil de lograr en el lenguaje escrito.
Desde el siglo xix y hasta el inicio trepidante de nuestro siglo xxi, no solo gozan de los favores inmediatos y complacientes de lectores en todos los ambientes sociales, sino además son los profesionales cuya imagen tiene más elementos góticos y románticos en el mundo moderno. En la imaginación popular, ellos son aventureros consumados, los conocedores de todos los restaurantes y bares, lo mismo oficinas policíacas que naves industriales, a donde nadie más penetra.
Ellos saben secretos recónditos de la política, la religión, la mafia, la empresa. Esos recintos de reuniones exclusivos, y solo para iniciados, donde se toman decisiones públicas, donde se decide la guerra, las finanzas, los operativos.
En las novelas, el cine, la televisión, la figura del periodista es mítica. Es el héroe que salva a la princesa, el político que desenreda los nudos del poder, la figura principal que junto a su novia Ariadna hallará la salida del laberinto donde el minotauro es un dinosaurio o un ejecutivo júnior que promueve la fiesta de las balas.
Y como les dije antes: Sergio Armando vive con naturalidad y desfachatez ese personaje público del escritor moderno: lo encarna y lo cultiva a la perfección:
redacta con el estilo generoso y feliz de los grandes narradores;
se hace presente a todas horas en el hipocentro de donde sucede la vida pública de la ciudad;
se viste y se peina como un galán desde el último grito de la moda, del perfume y del corte de pelo;
también él mismo ha sido protagonista de múltiples lances de la política y de los amores y de tal forma que anduvo muchas veces al filo de la violencia como también de la felicidad sin límites.
Sus amigos son una multitud en todos los ambientes y niveles socioculturales: lo mismo platica, entre la brillantez y la discreción que son divisas de su personalidad generosa y valiente, con gobernadores, arzobispos y financieros en los palacios de su poder y en los de su soberbia, que con indigentes y criminales en las calles y en las mazmorras de prisiones y penitenciarías a los que el mundo oficial ahora llama centros de rehabilitación social.
Ningún tema escapa a la rápida computadora donde escribe este autor. Su obra es torrencial y exuberante
No parece escritor de este desierto que habitamos, donde se supone que los hombres son de pocas palabras y viven casi en silencio. Al contrario. Él escribe como si no hubiera mañana, su rápida prosa llena páginas y pantallas de reflexión filosófica y de historias que parecen fantasía, tanto porque la vida de los seres humanos a veces pareciera ser de fábula, como también por el arte narrativo de Sergio Armando López Castillo, labrado con claridad y seducción.
Por ejemplo: durante los ocho años en los que fue director de la revista Chihuahua moderno, él redactaba el 80 % del material publicado:
el texto editorial que es autoría oficial del director y va sin firma;
cuatro columnas fijas, tres de tema político y una cultural, que firmaba con su nombre, con sus iniciales y con dos seudónimos;
las notas informativas del recuento mensual.
Todo eso además de dos o tres artículos de los que se ofrecieran al cierre de la edición.
Cualquier lector de esa revista sabía que la mesa de redacción era Sergio Armando, en la soledad de su escritorio.
Es bien conocido que la esencia del arte es la originalidad, y que el inicio de esta condición es el de asumir riesgos y desafíos, para buscar lo que nadie ha encontrado, para entrar en lugares jamás visitados, para quitar los velos de lo que nadie ha visto.
El origen del arte narrativo en nuestros tiempos es la escritura periodística como también es fuente documentada para historiadores, educación para la opinión pública, información actualizada para políticos y empresarios cuyo liderazgo está al servicio de nuestro destino colectivo y a veces también se mantiene para su perjuicio.
En este arte narrativo, el autor de Cronos, este libro que hoy sale a la luz de la imprenta, asume riesgos desde el título con el que aparece: le da el nombre del tiempo, khronos, oscuro y denso, y luego matiza un poco en el subtítulo: el otro sabor de la noticia, una frase un poco más ligera que toma de uno de sus grandes maestros, Ernesto Salayandía, quien así subtitulaba el programa de radio La voz de Chihuahua, como lo consigna el libro de Sergio Armando en una de sus crónicas.
Al llamarlo Cronos, el autor establece un pacto narrativo con los lectores y promete que lo que en este libro se diga tendrá el desafío de ser ni más ni menos que la crónica de su tiempo, la épica de nuestros años, donde se desarrollan grandes travesías, donde aparecen cíclopes y sirenas, jóvenes valientes que pierden la vida como la maestra Sonia Madrid, defendiendo la integridad económica y la ética magisterial y a quien el autor define en con una sola línea: “una luchadora humanista e intelectual que buscaba acabar con corruptelas y arbitrariedades de su sindicato”.
La valentía de Sergio Armando López Castillo resulta muchas veces temeraria, pero con tal de contar la historia en la frenética efectividad de su magnífico estilo, pone nombres completos y lanza sin piedad los reflectores de la crítica. Baste como ejemplo este párrafo de la crónica ya citada:
“La desastrosa y penosa situación de Miguel Ramírez Sánchez al frente de la sección 42 del snte, antes y después del cobarde asesinato de la maestra masona Sonia Madrid Bojórquez ha llegado a su clímax. Tenía que ser”.
O esta otra secuencia, donde describe con crudeza y casi crueldad la situación caótica y miserable que se vive en algunos centros regenteados por verdaderos de delincuentes que explotan sin piedad a clientes drogadictos a quienes les vendieron la promesa falsa de su rehabilitación:
“El trato es deplorable, la comida asquerosa y escasa. Te encierran en un baño, junto con otros hombres. Tienes que permanecer allí en una especie de bienvenida que más bien es castigo”.
Y así como cuando uno camina el domingo por las calles del centro, o cuando vamos de compras a El Paso, siempre te encuentras con muchos conocidos, algunos a los que no habías visto en muchos años, en las páginas de este libro aparecen de pronto personajes conocidos, a veces en situaciones extrañas y extremas.
Con la viveza de esta prosa erizada, elegante y alguna que otra vez hasta poética pude en mi experiencia de lectura ver caminando tan quitados de la pena a mi viejo cuate Andrés Vela escribiendo libros y corrigiendo pruebas de imprenta; a Isauro Canales fumando a lo bestia y haciendo bilis porque se robaron su escultura de la justicia que además estaba de lo más buena; a David García Monroy entregando su texto en la redacción del El Heraldo de la Tarde; a mi querido compañero de la escuela de Filosofía y Letras Enrique Perea muriendo abatido por las balas en un llano a las afueras de la ciudad; al oscuro y tormentoso Edmundo Fernández, azote cruel de profesores en tiempos de Barrio, policía federal en pugna contra peces gordos que jamás picaron el anzuelo y jefe municipal contra tiendas de barrio de la droga y muriendo a balazos en el estacionamiento de un oxxo; al actor Óscar Erives que en el papel del gran inquisidor se convierte en asesino y en monstruo a las luces y la sombra del escenario; al hijo del nuevo burro de oro Rubén Águilar amenazando al reportero y hallando en este escritor de horma de su zapato.
A cualquier cristiano le parecerá difícil de creer que esta es la vida cotidiana de este escritor llamado Sergio Armando López Castillo. Pero esa es, tal y como se las he contado.

Diciembre 2009

viernes, 28 de mayo de 2010

Notitas musicales


2009, año de relámpagos: violencia y arte

Por Jesús Chávez Marín

El presidente Calderón lo dijo muy claro y sobre aviso no hay engaño: esta fiesta de las balas contra delincuentes va a costar una buena montaña de oro y muchas vidas. También la leyenda negra de Salinas grita que un presidente de la república los dejó trabajar a todos, magnates de las diversas mafias y algunos de ellos coordinados por Raúl; y otro se empeña ahora en ir eliminando a unos cuantos.
Un gran talento de la economía, como sin duda lo fue Zedillo, empezaría por minarles fuentes de financiamiento y derrotarlo en las verdaderas bases de su poder, que no son tanto ametralladoras ni granadas sino el torrente de billetes, dólares y euros que les produce su actividad empresarial y criminal.
Mientras suceden estas historias entre verdaderas y exageradas, las que se cuentan en todas las tertulias, los artistas de la ciudad de Chihuahua hallaron en este 2009, otro año en que vivimos en peligro, un mundo barroco y erizado y le fueron expresando en pinturas, música, teatro, fotos y poemas.
La serenidad vigorosa del arte en la ciudad tuvo en su magnífica acción colectiva un repunte impresionante del cual esta crónica en su espacio tan bien equilibrado y medido en cuadratines por nuestro tajante editor Jaime Mariscal, habrá de reseñar solo unos cuantos ejemplos.
1.Héctor Jaramillo, el esplendoroso diseñador Luis Carlos Salcido y el jefe Rubén Tinajero aumentaron cualitativamente el prestigio editorial de la Universidad Autónoma de Chihuahua al ganar el premio Antonio García Cubas que se otorga al mejor libro artístico de la república, con el libro Quinta Gameros esplendor de un Siglo.
2. El gran poeta Rogelio Treviño publicó la primera antología de sus elegantes, luminosos y a veces oscuros poemas: su libro Lámpara en el granero, editado por dos afanosos editores culturales, el señor Iván Carlos y la señorita Renee Acosta, coeditado por el Ichicult y por la UACh.
3. El doctor Toucha Lebgue Keleng dio una magnífica sorpresa a los lectores, acostumbrados a los bien documentados libros científicos de su autoría, al ofrecer una novela testimonial muy bien narrada y con los ingredientes plus de la alegría y buen humor que son el ritmo de su gran personalidad. Con esa novela, que se llama Buscando a Nelson, el maestro Toucha despegó el quién vive como a 30 autores aburridísimos que se dicen novelistas y poetas pero ya de plano ni lectores tienen, aunque cada rato publican libros amarillos y verdes.
4. La viciada ineficiencia de algunos promotores culturales de ciudad Juárez arruinó el concierto de la hermosa Sarah Brightman con el descuido que los caracteriza: no instalaron pantallas electrónicas donde se luciera la bella y sus cinco vestidos de a 5000 euros. Luego para esconder un poco su error monumental, propalaron el cuento de que la diva no quería pantallas, cuando ella seguramente a de haber hecho el berrinche de su vida, porque sus horas en el gym y su ropa tan de lo más linda no fue mirada por el pueblo entero sino solamente atisbada desde muy lejos por la multitud. Entre otras muchas erratas, esta la de haber sentado al público de la gente en sillas infantiles donde nadie pudo acomodarse, pues fueron los kindergarden de aquella ciudad confusa los que aportaron aquellas sillas de piñata.
5. En las artes visuales lo más notable fueron las siete muestras de la gráfica, el arte de la estampa, iniciada en esta ciudad por Magali Hernández y mi compadre Raúl Sánchez Trillo, profesores del Instituto de Bellas Artes de la uni. Tanto sus alumnos como ellos mismos sembraron exposiciones magníficas los espacios culturales de la ciudad: la Quinta Gameros, el mezanine del Congreso El parque el palomar y el paseo Bolivar. Ellos iniciaron esta magnífica acción cultural hacia apenas siete años y en tan poco tiempo la gráfica, esa tradición de profundas raíces mexicanas, a dado un salto de gimnasia en esta ciudad donde viven tantos buenos artistas, cuya acción será relatada en la crónica del mes que sigue.

Noviembre 2009

jueves, 27 de mayo de 2010

municipio de chihuahua


Cinco sugerencias municipales

Por Jesús Chávez Marín

Al iniciar 2010 la ciudad estrena presidente municipal y el señor Álvaro Madero a su vez nombró secretarios nuevos en las oficinas principales de la que será su administración. Quienes nos dedicamos a los trabajos de la literatura pensamos siempre con optimismo que un nuevo gobernante habrá de procurar un poco de mejoramiento de las precarias instituciones de gestión cultural. Aunque casi siempre terminan resultándo sueños guajiros, quiero escribir algunas ideas que podrían aplicarse para mejorar los programas culturales, que cuando funcionan bien siempre serán generadores de profunda educación colectiva.

1. Que el presidente municipal de la ciudad tenga presente que la acción cultural y artística es obra pública, y tan necesaria como puentes y pavimentación.

2. Que el Instituto de Cultura del Municipio de Chihuahua empiece a serlo. Lo que hasta hoy ha funcionado con tal nombre es una oficina de contratación de mariachis, bukis y tigres del norte, además de uno que otro festival country.

3. Que el cronista de la ciudad deje de tener ese triste papel de historiador de rancho y se nombre una comisión de profesionales que registre los hechos de la historia de la ciudad, los recientes y los del pasado.

4. Que el presidente municipal asista en persona a algunos actos culturales. Podría así ganar algunas buenas lecciones de civilidad.

5. Que se cancele el oneroso festival internacional del palomar, que hasta ahora solo ha sido una plataforma publicitaria que rinde culto a la personalidad del presidente en turno.

La lista podría extenderse algunas cuartillas más, ya que en los asuntos que la administración municipal suele emprender como acción cultural, hasta hoy han sido solo incipientes y efímeros programas de publicidad y de maquillaje a granel. Sin embargo, por ahora hasta la aquí dejo.

Enero 2010.

miércoles, 26 de mayo de 2010

saúl vázquez murillo


Transfractal: Saúl y su escritor fantasma

Por Jesús Chávez Marín

Tres anécdotas recientes que me pusieron a pensar en algunos pendientes que se han desvanecido en la desidia de la que suele adolecer la política cultural en Chihuahua.
1. En la noche helada del miércoles 23 de noviembre asistí al museo de la lealtad republicana a un acto cultural que se vendía como interesante, ya que habríamos de escuchar leer poemas a dos escritores que vinieron de España y otros dos que llegaron de Argentina, a su vez acompañados en esa lectura pública por siete autores de esta ciudad.
Como tuve un asunto de última hora qué resolver en mi trabajo, llegué veinte minutos tarde pero no hubo bronca; el acto apenas comenzaba. Con su voz de locutor de radio ranchito, la promotora cultural empleada del Ichicult Renee Acosta presentaba a la bella poeta argentina Alba Oliva, una mujer alta y rubia con el pelo rizado estilo Rarotonga. Con buena voz y gran estilo leyó sus textos, seductora y eficiente. El acto siguió su curso con ritmo a veces agobiante y un tanto cuanto fastidioso. Al final el joven poeta chihuahuense Noel René Cisneros tuvo la responsabilidad de cerrar con broche de oro, sin lograrlo. Su lectura no emocionó ni al más sentimental de los allí presentes, su acento plañidero y adolorido contradecía su pretencioso neoclasicismo.
Mientras disfrutaba algunas voces y poemas pensé: ¿por qué siempre invitan a los mismos, ya muy vistos y nada entretenidos, en este show de lecturas poéticas? Nunca presentan a Espinosa, Micaela Solís, Jorge Humberto Chávez, Reyna Armendáriz, Tomás Chacón, Martha Estela Torres, Elko Vázquez. Como lector le aseguro que estos son mejores escritores, y por mucho, que los favorecidos por el actual régimen en los dos institutos de cultura de la ciudad.
2. Entre escritores que se anunciaban en esa lectura de tinte internacional estaba Saúl Vázquez Murillo, quien este año recibió el premio chihuahua de literatura con un libro que se llama Transfractal. Este señor fue profesor del Snte y bibliotecario escolar y párele de contar. En su vida jamás ha publicado ni un haikú de a dos pesos y ahora resulta que ganó él solito el premio literario más importante de la región. Milagro. Donde otros necesitan años de afán, este señor desconocido en el medio intelectual de la ciudad salta como una aparición. Algunos comentaron que es el prestanombres de un poeta local cuyo oficio es el hurto, y ahora el fraude. Así que esa noche, a pesar del frío, uno que otro parroquiano del vino de honor tenía curiosidad por oír sus poemas. Pero no se presentó. El divo desairó la oportunidad que le pusieron en bandeja de plata de alternar con sus recientes colegas escritores.
3. En ese tráfico de viajes entre España y Argentina me puse también a preguntarme, ¿por qué será que a los encuentros de escritores que organizan universidades y gobiernos del país, asisten solamente funcionarios menores del Ichicult, como Renee Acosta y Enrique Servín Herrera, y nunca otros escritores que a lo mejor podrían tener interés en participar y viajar a otros estados de la república como representantes de la literatura chihuahuense?

Noviembre 2009.

martes, 25 de mayo de 2010

el estilo servín

Un encuentro de periodistas culturales sin público ni para la foto

por Jesús Chávez Marín

La crítica es útil al educar políticos y artistas, pero casi nadie la agradece. Al contrario. Pero uno le agarra el gusto y le sigue: el miércoles 23 de septiembre asistí a la pomposa aunque fallida inauguración del primer encuentro nacional de periodismo cultural de la ciudad de Chihuahua, en el hotel Mirador.
Media hora antes por correo electrónico había llegado un deshilachado mensaje donde se anunciaba el programa de ese primer encuentro que en principio se prometía interesante pues como invitados anunciaban al buen maestro Víctor Roura, jefe de la sección literaria de El Financiero; al poeta José Vicente Anaya, dueño de Alforja, revista de teoría literaria; al señor José Luis Martínez jefe del suplemento “Laberinto” en Milenio; al aparatoso y presumido Fernando de Ita reseñista de teatro; el narrador Ignacio Trejo Fuentes y la no menos importante además de inteligente y hermosa Carmen García Bermejo. Muy bien, le metieron billete al encuentro y así debe ser, tratar con dignidad a los buenos escritores mexicanos, hospedarlos en el hotel Casa grande y transportarlos en clase primera de Aeronaves tiene que ser profesional y cálido. En esto y solo en esto, el trabajo de los organizadores resultó impecable y de buen gusto.
Pero se les olvidó la promoción y la propaganda. A ninguno de los 53 escritores de Chihuahua les llegó invitación; me consta porque a la mayoría de ellos pregunté en persona. A Cuauhtémoc, donde vive y trabaja el grupo de escritores que actualmente es vanguardia artística del norte mexicano, no llegó ni volante ni cartel. Ni a Delicias donde escriben y publican los discípulos del gran maestro de literatura que fue Rubén Alvarado. O a Jiménez ni siquiera a la poeta Edna Ojeda o a la cuentista Alejandra Hernández líderes de artistas. Y ya le sigamos con los demás ranchos tan oficialmente nombrados 67 municipios que Dios guarde.
Y luego miren la lista de los periodistas culturales que fueron invitados a participar por parte de Chihuahua a ese encuentro nacional: el sindicalista, financiero y filósofo Rafael Soto Baylón, la publicista de televisa Carmen Becerra, el gran escritor y cronista Óscar Enrique Ornelas y el profesor Valentín Ramírez Llanes. El coordinador operativo del encuentro fue el poeta Enrique Servín Herrera, ecologista lingüista y viajero internacional, quien se quejó horrores pero esta vez no halló a quién echarle el muertito como otras veces ha sido su estrategia laboral.
A la inauguración fuimos 13 personas y el número de asistentes fue a la baja. El antropólogo Jorge Carrera eficiente y discreto director del Ichicult mandó cancelar el acto a la mitad del programa para guardar el mínimo decoro y para que nadie siguiera haciendo el ridículo con mesas de trabajo y conferencias para tres, cinco personas.
[publicado en El Heraldo de Chihuahua, octubre 2009]

lunes, 24 de mayo de 2010

cervantes



Foto Arturo Rodríguez Torija


Escribir en Chihuahua

Por Jesús Chávez Marín

En la ciudad de Chihuahua trabajan muchos escritores: los que llenan cada día las planas de los cuatro diarios de la ciudad, dos matutinos y dos vespertinos. Los que escribimos en las páginas de las 15 revistas impresas que se publican en Chihuahua, la mayoría mensuales, algunas trimestrales y un anuario llamado Chihuahua hoy. Los que escriben en los 17 periódicos digitales; la mayoría de ellos son diarios y otros son revistas de constante actualización. En total, somos un montón. Hay quien asegura que en esta ciudad hay más escritores que lectores, pero esta frase de falso ingenio es injusta para los lectores de la ciudad, que son una multitud.

El arte de la escritura que se cultiva en nuestra vasta región es de buena calidad y extiende en una abanico extenso de temas, estilos, géneros y ediciones. Noticias, crónicas, poemas, relatos, novelas y dramaturgia. Y escritor es quien escribe, y punto. El autor de recetas de cocina tiene la misma dignidad profesional de quien escribe poemas. El periodista que todos los días informa a sus lectores con su prisa, suele ser un escritor ágil y preciso, su prosa es como el filo de una navaja de tan rápida y exacta.

Escribir es difícil, pero terminar un texto es uno de los actos más placenteros que existen. Por eso el acto de escribir trae aparejada su propia recompensa.

Hay tantos hombres y mujeres que, a pesar del dolor y las dificultades, nos dejaron un legado impresionante de escritura y formaron el alma de nuestra memoria colectiva. Les voy a contar un poco de uno de ellos, ahora muy conocido y como vulgarmente se dice: universal.

Las biografías de los escritores famosos se transforman en leyendas al paso de los años. A nuestra vida pública le encanta cocinar los datos objetivos, históricos, con los condimentos de la fantasía, de la fabulación, para que así las historias hallen su verdadera dimensión humana. Para que se expresen en la mezcla de lucidez y fantasía con la que se forja el mundo.

Cuenta la leyenda que Miguel de Cervantes escribió buena parte de su novela El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha tras las rejas de una prisión en Sevilla, en 1602, a la edad de 55 años.
Las fechas coinciden: la primera parte del Quijote apareció en 1605. Esta bella novela no fue trabajo de unos meses, claro, sino la escritura de toda una vida. Es entonces perfectamente posible que el tiempo cuando Cervantes fue prisionero escribiera muchas de sus páginas.

Resulta que él fue a dar al bote porque en 1594 recibió el encargo de cobrar en Granada unos atrasos que allá tenía el ministerio de Hacienda, después de ser nombrado recaudador. Pero habiéndose hecho responsable de los fondos que entregó a un banquero muy tranza, este no los depositó como era su deber.

Cervantes fue llamado a la Corte para que respondiera de aquella lana. Pero el pobre andaba siempre muy fregado y, como bien lo dice Carmen Marín, la poca pluma hace corriente al gallo. Y claro que fue a dar al bote. La segunda vez que fue prisionero, también sucedió por asuntos similares.

Además de sus prisiones y penurias económicas, Cervantes vivía atormentado por otro tipo de truenes familiares, profesionales y de negocios. Y a pesar de que se la rifó en batallas y en acciones marineras como la famosa batalla de Lepanto en 1571, en la que recibió dos heridas y una de las cuales le dejó estropeada la mano izquierda; y después de las expediciones contra Túnez y en la Goleta; y que luego fue apresado por corsarios argelinos y permaneció cautivo en Argel durante cinco largos años... a pesar de su trayectoria militar tan intensa y larga, nunca logró conseguir la pensión a que tenía derecho como premio por sus servicios a la patria.

No sabremos jamás, pero podremos imaginarlo, cuánto de sus experiencias de prisionero quedó en algunas de las imágenes cervantinas donde el arte de la escritura se convierte en símbolo de dolor y oscuridad.

Del aparente fracaso de su vida Cervantes supo estructurar el fondo de una obra genial, de una reflexión poética y consiguió trascender a su propia vida con el esplendoroso manantial de enseñanza que son sus libros. Conoció los perfiles de su país, los sórdidos, los populares y los aristocráticos. Expresó esa rica experiencia en un lenguaje idealista de profundo hiperrealismo. Su lenguaje armoniza la sencillez cordial, la honda comprensión del drama humano, el donaire y la gracia de la palabra española y un permanente afán de libertad.

Se ha dicho que el alma humana es como los territorios de la luna. Hay un lado luminoso y lleno de espejos. Otro, oscuro y lleno de secretos. Un artista navega siempre por esas dos zonas del ser humano. Los hilos de oro de la expresión y de la verdad se encuentran a veces en el profundo anhelo de amor con el que respiran aquellos hombres y algunas mujeres que para su desgracia vivieron algunos de sus días en las mazmorras de una cárcel concreta o de una cárcel mental.

Marzo 2010.

domingo, 23 de mayo de 2010

política cultural


Empresarios y políticos, cero en cultura

Por Jesús Chávez Marín

El año inició vertiginoso con la ciudad estrenando presidente municipal, el señor Madero, y candidato del Pri para gobernador del estado, César Duarte.
Aunque ya sabemos que a los políticos de Chihuahua les importa un comino la literatura, voy ha escribir aquí, para que les de risa a mis lectoras con mi ingenuidad tan elaborada, algunas sugerencias para los años que vienen.
1. Cancelar para siempre el Festival Internacional Chihuahua, que cuesta una millonada de euros y no produce ni educación ni cultura, sino entretenimiento modelo televisa y culto a la personalidad del gobernador.
2. Que jubilen con las prestaciones de ley que correspondan al señor Rubén Beltrán, y eliminen el puesto vitalicio y ocioso de cronista de la ciudad. Luego contraten a un equipo de historiadores jóvenes para que administren el archivo municipal y lo hagan trabajar como una fuente moderna de información.
3. Organicen de una vez por todas las becas Siqueiros: quiten la del maestro emérito, que hasta hoy ha resultado una ridiculez; multipliquen por diez la categoría de jóvenes creadores. Los artistas que deben ser apoyados son los muchachos que hacen fotos, poemas. Los que producen videos. Los que pintan. Los actores que se inician en el teatro.
4. A los dueños de los bares, pistas de baile y cafés cantantes: dejen de ser tan caimanes como por ejemplo lo es Jesús Vargas en el Calicanto, páguenles a los cantantes con justicia su trabajo artístico.
5. En el teatro de los héroes, el de cámara y el de la ciudad abran las puertas y los foros a los actores, directores, escenográfos y técnicos de luces para que preparen con dignidad sus espectáculos. Los actuales gerentes de esos edificios públicos son déspotas y miserables: el ejemplo más típico es Sergio Fernández, quien no permite a los artistas el acceso a las instalaciones de los teatros sino media hora antes de la función.
6. Clausuren el instituto municipal de la cultura, que solo ha servido para contratar payasos de rodeo, mariachis vargas de tecalitlán y a Manzanero.
7. Dejen de pagar aviones y hoteles de lujo para los artistas y escritores segundones del Distrito Federal que nacieron en Chihuahua. Lo único que han hecho por la que ellos hipócritamente llaman “su tierra” es recibir homenajes.
Aquí les van algunos nombres: Ignacio Solares, Sebastián, Benjamín Domínguez y Carlos Montemayor.
8. Los ociosos que asisten a presentaciones de libros: dejen de ir. O por lo menos, para guardar el decoro, compren los libros y no solo se dediquen a consumir vino tinto y bocadillos como si no hubiera mañana. Que esos mismos tampoco vayan a las ceremonias de inauguración de exposiciones de pintura. O de vez en cuando compren algún cuadro que justifique su presencia masiva en casa Redonda o en el antiguo correo.
9. Cuando algún político que además sea antropólogo sea director del instituto de cultura, no se dedique nada más a darle vuelo a su admiración por Benito Juárez, Pancho Villa y algún otro héroe y bandido que haya dado patria. Que se dedique a cumplir su función de atender a los escritores, actores y pintores, como es su obligación.
10. Presidentes municipales: ya no manden a su representante a los actos culturales. Esos pobres funcionarios menores se aburren horrible y no sirven para nada. Si a los políticos no les gusta ir a las actividades de la literatura ni a las de las artes visuales, que no vayan. Ellos se la pierden y además: ni falta hacen.
11. Despidan a tanto aviador que sin saber ni papa de literatura, de filosofía ni de periodismo, al amparo de algún compadre o tío se refugian en oficinas de la burocracia cultural y aparentan todo el día que algo hacen de asuntos que jamás entenderán ni quieren y ni falta les hace, pero cada quincena cobran descaradamente un salario que es producto de fondos públicos.
12. También despidan a simuladores que por militancia política consiguieron un alto puesto y se han dedicado seis años a posar de ideólogos y de profundos filósofos de la cultura, como el señor Gustavo Palacio, por ejemplo, cuyas actividades como gargantón del instituto chihuahuense de la cultura son misteriosas y desconocidas, pero los resultados de esas herméticas funciones nadie ha visto en años.
13. Que las librerías de la ciudad dejen de ser tan avorazadas en los precios de libros y periódicos que se producen en el Distrito Federal: los cobran al doble de su precio. Y los libros que por allá valen cien pesos, aquí salen a ciento cincuenta. Eso es ilegal.
14. Locutores de las radiodifusoras privadas: dejen de ser tan tontos y tan chistosos como Omar Chaparro. Sugerencia para, por ejemplo, Santiago Holguín Corral el de Parral: lea de vez en cuando algún libro. Empresarios de la radio: contraten para locutores a jóvenes que tengan por lo menos licenciatura. Y páguenles con justicia su trabajo, que es bien delicado porque forma parte de la expresión pública.
15. El jardín del arte que pone la presidencia municipal en el parque ubicado frente a la quinta Gameros, que sea dotado de presupuesto y recursos económicos. El municipio se conforma con instalar un tenderete y deja a los pintores abandonados a su suerte. Mejor coordine un sistema de comercio que favorezca a los artistas con espectáculos, música, registros y un verdadero servicio de galería.
16. El señor gobernador deje de invitar a los actos culturales de lujo a puros ganaderos y empresarios acaudalados, a quienes la cultura les importa un comino, pues jamás leen libros, ni van al teatro y solo compran en el extranjero alguno que otro cuadro para decoración de sus mansiones. El arte ni lo entienden, ni lo necesitan en su vida plana y ostentosa.
17. Que el teatro de los Héroes recupere su dignidad como templo de cultura y ya no se lo renten a Polo Polo ni a Silvia Pinal para sus bubulubus pornográficos y vulgares.
18. Tampoco se lo presten gratis a políticos de ningún partido en el poder para que realicen mítines mentirosos y también vulgares, como informes de gobierno, ceremonias de premiación de ellos mismos o juramentos a la bandera.
19. Lectores de la ciudad: suban un poco su nivel en la selección de material de lectura, ya no compren tanto libro de superación personal, de borracheras de José José o libros de escándalo escritos por Rafael Loret de Mola. Vayan seleccionando con un poco de más cuidado a otros autores y otros ambientes literarios.
20. Arzobispos que inician su reinado o cacicazgo eclesiástico: no vuelvan a poner durante 40 días y 40 noches su retrato panorámica del tamaño del edificio de cuatro pisos que tienen frente al parque Infantil. Controlen su ego y no se crean de repente Verónica Castro o Juan Blanco, quien en sus tiempos también ponía fotos de formato mega.
Quiero pedirles a mis lindas lectoras que manden también sugerencias para el mejoramiento de nuestra vida cívica y cultural. Tengo la esperanza de que los señores y señoras que en el futuro cercano habrán de ser nuestros gobernantes, resulten más educados y sensibles. A lo mejor algunas de las propuestas que todos nosotros expresemos, llegue a realizarse. Los líderes deben estar concientes de que los asuntos de la literatura también son obra pública. Y que su obligación es realizarla.
En este mes de febrero está incluido el día del amor; con ese pretexto quiero mandarles un beso a todas ustedes, agradecido siempre por el prodigio de sus ojos lectores.

Enero 2010

viernes, 21 de mayo de 2010

raúl acevedo savín


Cuentos para patinar un buen rato
Presentación del libro Alas de mosca

Por Jesús Chávez Marín

Es un acontecimiento grande para Chihuahua esta visita del legendario editor de la Universidad de Sonora, Raúl Acevedo Savín, en esta que es apenas la segunda vez que viene y la primera que aparece en público de la gente, porque hace algunos años nada más vino a arreglar algunos asuntos de su trabajo en una feria de libro y luego se dedicó a platicar largo y tendido con algunos rockanroleros de Chihuahua, que desde entonces lo recuerdan con puro cariño verdad y con la admiración y el recuerdo de su deslumbrante imaginación.

Además de editor, Acevedo Savín es uno de los promotores culturales mexicanos más productivos y el escritor de cinco libros de poemas, además de las innumerables compilaciones que constantemente ha hecho de todos los poetas que conoce en persona y a quienes les publica por el puro gusto de la amistad y para difundir la literatura por todas las ciudades y rancherías donde viven sus invitados a Las Horas de Junio, que ya suman una multitud similar a la del arca de Noé.

Su visita a esta feria del libro, que además será la primera vez que escuchemos sus discursos siempre breves y matizados de fantasía, en una síntesis de extrañísima claridad y coherencia, se debe en esta ocasión a que anda promoviendo su reciente libro, aparecido en abril de 2010, Alas de mosca, un volumen de 57 relatos breves, algunos de solo dos líneas y otros tan extensos como dos cuartillas.

El primer personaje que aparece en el libro es un tal Jeff Durango, que además firma la portada que le atribuye la autoría de la obra, y solo en la información técnica de la página legal alguno que otro lector podría llegar a la conclusión de que quien escribe es Raúl Acevedo Savín, quien quizá no podría ser nada más que el dueño de los derechos reservados, tal como se anota, y no tendríamos por qué dudar de esa verdad que Oasis Editores allí consigna. Pero eso es lo de menos.

A la entrada del libro, el señor Jeff Durango firma con su nombre de escritor del libro de vaqueros una nota cotidiana que podría ser de amor y hasta de amor levemente desilusionado, que dice: Te dejé el manuscrito frente al televisor, pasa, revísalo, o si prefieres no lo leas, no importa, de todos modos fue escrito para ti. También dejé un sándwich de atún en el refri. Ahorita regreso, voy a la tienda de la esquina. Aunque más adelante aparece alguien leyendo a Marcial Lafuente Estefanía, lo cual podría asociar a estos dos rudos escritores, la nota frente al televisor contradice ese ambiente de leyenda western, pues la ternura de dejar un sándwich de atún en el refri, o declarar que lo escrito fue para alguien a quien se le avisa que uno va a la tienda de la esquina, no podría haberla escrito un fabulador de praderas, caballos, apaches y balazos.

Sin embargo los narradores de cada uno de los cuentos son tan desconcertantes, y hay tantos puntos de vista desde los cuales se enfoca el discurso narrativo, y a veces el discurso poético, que muy pronto nos olvidamos de las desconcertantes personalidades y ángulos psicológicos y a veces hasta psicóticos que podrían ser los componentes del alma del tal Jeff Durango, autor del libro.

Por ejemplo el narrador del cuento que se llama “Óbito”, es omnisciente y su punto de vista está enfocado en una angustia antigua, tan antigua que podía ser prenatal: El niño que llora en la noche, madre, madre, ¿soy yo o eres tú?. El lector queda de pronto fascinado ante el rápido juego de planos e identidades, la voz del discurso se transfiere o se refleja, en un aleteo, del narrador omnisciente al narrador personaje, un niño o un hombre atormentado y en plena regresión, a una mujer que podría ser la madre o hasta el mito de la mujer que llora.

No me la quiero quebrar demasiado con este asunto de buscarle tres pies al gato del simbolismo, lo que quiero dejar claro es que cada uno de los textos esta imaginado desde una trama compleja, a veces muy burlona y de buen humor y a veces con una amargura irremediable. Uno de los ejemplos es ese texto que en solo tres líneas ofrece al lector varias posibilidades de lectura y un desdoblamiento similar en sus planos al anillo de Moebius, quien va y regresa en movimiento perpetuo.

Otro de los ingredientes que aparecen con un aroma de poesía es el sentimiento amoroso, a veces en su forma de la plenitud alegre y placentera, y a veces en la nostalgia, como en el cuento que se llama “La mujer imposible”, cuyo párrafo final termina diciendo: Y aquí estoy, recostado, escuchando el arrastrar de otros cuerpos, preguntándome siempre cuándo podré verte, tocarte, sentirte. ¿Quién de nosotros desde que éramos jóvenes y para siempre no vivimos en el filo de ese peligro, del amor perdido? A todos nos cae el veinte cuando leemos un cuento como este.

Cada uno de estos cuentos es difícil a su propia manera, pero el lector que insiste le halla para sí mismo un sentido que conecta al autor con el lector, y esta es la única forma en que se produce la experiencia estética del arte literario. A veces algunos de estos cuentos, sin embargo, nos dejan patinando, no por los vericuetos de su lenguaje extraño, ni de la mezcla de planos e identidades, sino por la llaneza y alegría de una idea simple, como en el cuento que se llama “La respuesta”, que dice: Un señor se acercó a mí y preguntó: ¿Por qué sonríes? Contesté: Porque la vida es hermosa. Y el señor se fue sonriendo. ¿Para qué le buscamos más? Optamos por quedarnos simplemente con esa imagen de dos personas que sonríen nada más por la respiración de la pura vida.

Por supuesto que este libro podría leerse de un tirón, y esa lectura rápida tendría su recompensa en el malabarismo de tantas ideas locas, de tantos jirones líricos, hermosos y poéticos, de la franca risa que algunos relatos nos provocan, pero al llegar a la página final nos queda la sensación de que tendríamos que iniciar unos ejercicios espirituales de cincuenta días para leer un cuento diario y hallarle otros sentidos. Algunas veces nos vamos a quedar de plano en ayunas, o al menos yo a varios de los textos no les entendí ni papa, aunque seguramente la culpa es mía por ignorancia o por insensibilidad. Pero otros me gustaron nada más por el puro reborujo de sus temas.

Como ejemplo de lo anterior, quiero transcribirles el cuento que se llama “Historia para las mañanas tardías”, que dice: Aquella nariz se rebeló contra el ciudadano apacible, sacó una mano huesuda y apretó el cuello hasta casi dejarlo asfixiado. Vino un policía, disipó a la gente que ya había empezado a juntarse. Después llegó una patrulla en donde se llevaron a la nariz de mano huesuda. Desde entonces, todos los domingos, papá nos trae al zoológico. Aquí vemos a ese extraño animal que siempre tiene gripa.

Luego de eso, cada lector va subrayando sus cuentos preferidos. Uno de los que yo escogí tiene una sola línea: “Mis sueños no me comprenden”. En la agilidad de este cuento puedo asomarme a un espejo, puedo verme a los ojos y puedo echar a andar tantos recuerdos, tanta tristeza, darle vuelo a la añoranza y a la rabia de la frustración y luego dejar de echarle la culpa al mundo, para, en un desdoblamiento autocrítico, culpar a mis propios sueños de esta antigua incomprensión que toda mi frágil me ha perseguido. Ese poema de Raúl Acevedo Savín es un hallazgo, y será una de las joyas verbales que guardaré el resto de mis días.

Otro de los textos que me parecieron más entrañables es uno que evoca la esperanza con la que a veces vivimos en la vida, la que nos sostiene para resistir los quebrantos del mundo, la que nos ayuda a vivir a pesar de la sensación de paraíso perdido que a veces nos invade. El cuento se llama “Se busca ángel extraviado”, y dice: Un niño vive en un árbol. Espera desde ahí encontrar al ángel que se le perdió cierta vez en uno de sus sueños. La belleza de este cuento encuentra su fundamento más certero en la expresión “cierta vez”: le da un aire de vitalidad, logra para el lector que un ser fantástico, un ángel, exista en la cotidianidad de un niño, quien además vive en un árbol, símbolo de todo ser humano en el tiempo de su existencia.

En los tiempos que corren, cuando la injusticia social se ha afianzado tanto que parece algo tan natural como el aire y el humo, casi lloramos de tristeza con un cuento de este libro que dice: El pobre mago de aquel pequeño circo barato, para su desgracia, no pudo contener la turba de los niños del barrio que, hambrientos, le pedían que apareciera más comida, comida. Y murió aplastado por sus admiradores.

Como antes dije, toda la gama de los sentimientos se activa en este libro: la tristeza de este cuento, la ira, el desengaño, la alegría del amor, la desilusión y el desaliento más profundo, que casi llora en otro de los cuentos: Si lo miro fumando entre el humo que envuelve sus cabellos antes de la noche, y la maldita dejadez de ignorar el muro sobre el cual está recargado; entre los pantalones de mezclilla y el tiempo impregnado en la rotura blanca de alguna lavada o su eterno decir que sí, que simón; con su rostro de cera, su flaco cuerpo, manos de arte y su bigotito mal rasurado. Si lo miro, para no reír con mi coraje lacrimoso me aparto del espejo.

Pero en otras páginas llega el refugio y la alegría deslumbrante, a mí me encantó este cuento que se llama “Versículo tanto”: Y cuando tuve sed, pedí agua. Y me dieron una mujer. Sin duda, Raúl Acevedo Savín sabe muy bien lo que dice, nada mejor para la sed de este mundo a veces tan árido como un abrazo de alguien que te ama.

Ya casi para cerrar con broche de oro, aparece el cuento que se llama “El Beltrán y los mismísimos ángeles”, pero ese, que está de risa loca, no se los voy a contar para que ustedes lo disfruten sin tantas interferencias como las que me he atrevido a hacer esta noche. Para despedirme de ustedes quiero decirles que no se arrepentirán de leer este libro tan hermoso y tan lleno de vitalidad, de regocijo y de verdad.

Abril 2010.

miércoles, 19 de mayo de 2010

teoría lit en chihuahua


Teoría literaria en Chihuahua

Vladimir Gerrero y José Antonio García Pérez organizaron en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua una serie de conferencias a la que llamaron Espacios literarios, del 21 de abril al 12 de mayo de 2010 en el museo Sebastián. Inició el doctor en dramaturgia Tomás Chacón, su conferencia se llama Educación e ignorancia en [la obra de teatro] Mano dura, de Manuel Talavera Trejo. La segunda fue de Marco Vladimir Guerrero Heredia: [el libro de poemas] Yermo de Alfredo Jacob y [el libro de cuentos] Retratos cotidianos cotidianos de Alfonso Chávez Salcido. Tercera, del poeta José Antonio García Pérez: La crónica irreverente de Jesús Chávez Marín. Cuarta, el doctor en literatura César Antonio Sotelo Gutiérrez: Chihuahua como espacio literario en [la novela] Sueños sin epílogo de Enrique Macín. Y Quinta: Mónica Torres Torija González y Humberto Payán Fierro con la conferencia El espacio literario en la narrativa de Jesús Gardea.

(JChM) mayo 2010

historia de la literatura


La ciudad literaria en el tricentenario, libri, ex libris fiunt

Por Jesús Chávez Marín

La literatura moderna en la ciudad de Chihuahua inició en 1978 con la salida del primer número de la revista Palabras sin arrugas, que fundaron Lourdes Carrillo y Federico Urtaza, y cuyo equipo editorial integraban Sergio Durán, Jorge Benavides Lee, Rogelio Treviño, José Urquidi, Daniel Torres Jáquez y Héctor Varela Unive.
Antes de esa fecha solo unos cuantos libros de autores chihuahuenses se habían publicado, la mayoría de ellos impresos en el Distrito Federal. El aspecto de esos mamotretos era el humilde libro de rancho, con viñetas fresas y prólogos locuaces.
Los autores de esos libros sin ambiciones eran modestos funcionarios de gobierno a quienes algún gargantón les había concedido la gracia de que los Talleres Gráficos le imprimieran quinientos ejemplares y le regalaran el tiraje completo para solaz de alguna bodega o cocina. De esa manera se hicieron escritores Ramón Armendáriz con sus poemas entre delirantes e ingenuos titulados algo así como Astrovisión iridiscente o Nostalgia prematura. También el a veces buen poeta Ramón Olvera Cobos con sus Cantos a Parral, La canija luna y Oda a los vencedores del desierto, (sí cómo no: lo van a vencer). Lulú Garza Quesada no se quedó atrás y publicó muy elegantones en la ciudad de México dos libros de cuentos, La absurda espera era uno de ellos. Héctor Ornelas Kükle imitó la acción y mandó imprimir mil ejemplares bien bonitos con portada gris de su libro Fruto prohibido. Benjamín Tena Antillón, famoso locutor metido a literato, publicó Mi de lo más viejo abuelo y Relatos de mi pueblo campirano.
Había ya desde entonces tres escritores en la ciudad que tenían una visión más vanguardista: José Fuentes Mares cuya vasta obra fue de historiador, en donde le fue bien, y que también se animó a publicar tímidamente sus novelas Servidumbre y Cadenas de soledad, y más después El crimen de la Villa Alegría, que contradijeron con su obsolescencia la buena calidad de sus libros de historia.
Otros dos escritores “modernos” de esa generación fueron Alfredo Jacob, que publicaba artículos culturales en periódicos y revistas de su época y era el prologuista favorito de todo autor que se asomara a la luz de imprenta, pero no publicó libros. Su primero y único vino apareciendo en el siglo siguiente, se llama Yermo y trae lindos poemas. Y Mario Arras que en ese inicio fue considerado poeta de Monterrey e incluso aparece en antologías de allá, donde vivía y donde publicó sus primeros cinco folletos de poemas. Sus libros profesionales habrían de aparecer en la ciudad de Chihuahua el siglo siguiente.
El único escritor contemporáneo que salva para la historia el honor literario de la ciudad es Carlos Chavira Becerra (por cierto papá de la maravillosa cantante Magda Chavira) con sus novelas completamente al día y contemporáneas de Pedro Páramo, Ojerosa y pintada y Al filo del agua. Sus novelas son lenguaje simbólico de un tiempo frágil, tristeza social y torcida justicia: La otra cara de México, Atrás quedó la huella y Demetrio Vázquez.
Algunos periodistas acostumbran afirmar que entre estos escritores, la mayoría de los cuales ya murieron, y la generación que inicia en Palabras sin arrugas, hay figuras como José Vicente Anaya, Víctor Hugo Rascón Banda, Sergio Loya, Carlos Montemayor y Joaquín Armando Chacón, escritores de la ciudad de México que nacieron aquí en Villa Coronado, Uruáchic, Delicias, Parral y Santa Eulalia respectivamente. Pero afirmar eso es un error: ellos se fueron jóvenes y sin haber escrito aquí ni un haikú de a dos pesos. Iniciaron sus carreras políticas y literarias en la capital; les fue más o menos de quinta y ahí siguen, tal vez un año de estos consoliden su obra a mejores alturas, si Dios les presta vida y salud.
La literatura en esta ciudad inició, repito, en revistas. Con escritores que han sido lectores de alto rendimiento: leen poemas japoneses, novela norteamericana, formalistas rusos, lingüistas políglotas, triunfalistas del boom, políticos cristeros y a Borges; escuchan canciones de Jim Morrison, Santana, John Lennon. La primera revista literaria con rigor de lectura y abanico ideológico fue Palabras sin arrugas cuyo primer número apareció en junio de 1978 y llegó a imprimir 12 números bien cuidados y sin erratas. Detuvo su vuelo en el número 13, cinco años después.
En 1980 apareció Tragaluz aventuras y resonancias dominicales, suplemento literario de Novedades de Chihuahua. El director fue Luis Nava Moreno con ayuda de dos ángeles de la guarda: Sofía Jurado y Magdalena Minjares. Los escritores de esa revista eran Manuel Talavera, Alberto Carlos, José Pedro Gaytán, Óscar Robles, Luis David Hernández, Ceferino Reyes, Gaspar Gumaro Orozco, Héctor Jaramillo, Lourdes Uribe, Jaime Mariscal Talamantes y ocho personas más.
Animados por la apertura del periódico Novedades de Chihuahua, dirigido con risueña sabiduría por José Fuentes Mares, un grupo de señores luego de graduarse de letras españolas urdieron en la mesa de una menudería el suplemento Aura, cuyo primer número salió en marzo de 1981 y que durante 18 meses apareció los viernes en las páginas de aquel periódico que ahora es leyenda urbana, pues lo diseñaban editores de El País y en sus hojas escribieron las mejores plumas de Chihuahua. El suplemento lo dirigió José Pedro Gaytán y en la mesa de redacción estábamos sus ayudantes: Raúl Gómez Franco, Ramón Carrera, Ceferino Reyes, Víctor Díaz, Luis David Hernández, Óscar Robles y el actual redactor de esta reseña histórica.
En el tricentenario uno de los factores interesantes es la lista de quienes colaboraron en Aura: Luz Ernestina Fierro, Gaspar Gumaro Orozco, Heriberto Ramírez, Luis Nava Moreno, Carlos Carrera Robles, Gastón Fourzán, Flor María Vargas, Jesús Gardea, José María Piñón, Héctor Contreras López, Raúl Sánchez Trillo, Jorge Benavides Lee, Micaela Solís, Josefina María Cendejas, Guadalupe Guerrero, Mario Lugo, Estela Fernández, Selina del Rayo Nava Cano, Ángela Siqueiros, Tomás Chacón César Sotelo, José Antonio García Pérez, Humberto Payán Fierro y otras 18 personas que en la actualidad continúan el vuelo de su trabajo artístico.
El ciclo de las revistas literarias sigue como vuelo de tsubame hasta la fecha: ProLogos inició en 1982 dirigido por Mejía y Nevárez. Finisterre por el gran poeta Gaspar Gumaro Orozco y cuya producción editorial funcionaba como reloj suizo a cargo de Hildeberto Villegas, Enrique Pallares, Gabriela Salas y Mario Lugo. Letras y algo más circuló cinco años y publicó una multitud de buenos poetas y cuentistas, regenteada por Minerva Ramírez y corregida con fiereza y cariño por Ernesto Visconti, Candelario Barrios, Rafael Ávila Lozoya y Ana María Jiménez. Chihuahua me vuelve loco dibujada a mano por el esplendoroso artista Luis Carlos Salcido y donde escribieron Guadalupe Salas, Ana Belinda Ames Russek, Eduardo Moye Botello, Rosa María Sáenz y el papel de Kalimán el propio Kalimán. En esa época el maestro Jorge Villalobos escribía en El Heraldo una columna de rock llamada “Esqueletos en el closet” que luego se reunió en libro por Moon shadow editores (2001); el mismo autor había publicado en la Universidad Autónoma de Nuevo león su muy bien informado ensayo El rock como agente cultural (1998). Cuatro años después sacó en Synthesis su bello relato “Amada mía”.
Más revistas: Synthesis, establecida en 1990 por Arturo Rico Bovio, Víctor Hernández, Heriberto Ramírez y Concepción Landa. Solar, bien diseñada por Luis Carlos Salcido y Mario Humberto Chávez y continuada por Carlos Mario Armendáriz Valdés, Willivaldo Delgadillo, Rubén Alvarado, Ramón Antonio Armendáriz y actualmente Iván Carlos.
Otro hecho fundador del arte literario fue el inicio de los productores de libros, las editoriales: la primera fue el Departamento Editorial de la Universidad Autónoma de Chihuahua, administrada en su origen por Arturo Rico Bovio y continuada por Concepción Landa, Virgilio Gastélum y Heriberto Ramírez, el actual. Luego llegó Ediciones del Azar, director y barrendero el buen poeta Rubén Mejía. Doble Hélice Ediciones de Marín Reyes con la ayuda de su corrector de estilo de lujo Luis David Hernández. Y la más joven de las casas editoras de la ciudad, el Programa de publicaciones del Instituto Chihuahuense de la Cultura, iniciado por Heriberto Ramírez y continuado por Ramón Antonio Armendáriz, Sergio Armendáriz Royval e Iván Carlos, actual gerente.
Esa es la historia.

Septiembre 2009

martes, 18 de mayo de 2010

noticias, martes 18 mayo 2010


Encuentro de escritores en Cuauhtémoc

El programa de actividades del Encuentro de escritores de ensayo y crítica literaria que organizan los poetas Raúl Manríquez, María Dolores Guadarrama y Andrés Espinosa en el marco del 17 festival de las tres culturas de ciudad Cuauhtémoc, será el siguiente:
Miércoles 19 mayo 2010, 6 de la tarde, inauguración. Mesa 1, a las seis y media, conferencias de Juan Cristobal Pérez Paredes y Martha Estela Torres Torres. A las 7 y media, conferencia de Rayk Wieland con traducción simultánea de Abraham Dyck.
Jueves 20, a las 4 de la tarde, mesa 3: conferencias de Liliana Poveda, Eduardo Sáenz Casavantes, José Portillo Parra y María Dolores Guadarrama. A las 5 y media, mesa 4: José Juan Aboytia, Diego Bustos, Fernando Sandoval y Leonardo Meza Jara. A las 7, mesa 5, Óscar Godoy, Ramón Gerónimo Olvera, Diego Ordaz y Federico Corral Vallejo.
Viernes 21, a las 11 de la mañana, Marco Antonio Guerrero, Andrés Espinosa, Margarita Muñoz y yo, con la colaboración audiovisual del fotógrafo Didier Emmanuel Ortiz. A la una de la tarde, mesa 6, Jesús Gamboa, José Luis Domínguez, Gustavo Herón Pérez y Gabriel Borunda. A las 2 de la tarde, clausura. (En la foto, Martha Estela Torres Torres).

(JChM).

Raúl Manríquez


Un acercamiento al sistema narrativo de Manríquez

Por Jesús Chávez Marín

En la pasada feria del libro participé en una mesa de conferencias y ahora aprovecho para hablarles a las bellas lectoras de Omnia de un amigo que a todas ustedes les encantaría conocer, pues es todo un caballero y de alta educación. Es más a lo mejor algunas de ustedes ya leyeron alguno de sus libros.
Cuando Gabriel Borunda me invitó a participar en la mesa de comentarios y análisis de la obra literaria de Raúl Manríquez, me dijo muy claro que no me pusiera muy académico, que no le diera vuelo a la hilacha de la teoría literaria y que más bien le hiciera la lucha de que el público no se aburriera.
—Se trata de promover la lectura, de hacerla ligera y atractiva, y no tediosa ni grandilocuente —me dijo, entre severo y muerto de risa, como suele ser su talante cotidiano.
Así que de un plumazo eliminó el refugio de los conceptos técnicos de la narrativa, de la lingüística y de la poética, y me obliga a dar el show a la vez decente y entretenido, de que me integre sin más al nuevo concepto de los actos culturales del siglo XXI, el de la cultura del espectáculo. Y lo intenté sinceramente.
Lo que más me ayudó en aquel doble propósito, es que soy un testigo muy cercano de la vida literaria de Raúl Manríquez, del nacimiento, el desarrollo y la juvenil madurez de su magnífica obra narrativa, de su generoso magisterio como profesor de talleres literarios, como editor de revistas y libros, y hasta de su trabajo de maestro y director de uno de los colegios de enseñanza media mejor organizados en nuestra vasta región.
En este momento, debo pedirles que me concedan un minuto para los datos duros, una enumeración. Los libros de Manríquez son cinco:
1. Romance de otoño, cuentos, primera edición en 1996, segunda en 2006.
2. Quinteto para un pretérito, en coautoría, donde aparece su único libro de poemas que se llama “La breve luz”.
3. Cuentos para una tarde de ocio, primera edición en 2003, segunda en 2006.
4. La vida a tientas, novela, 2003.
5. Días de septiembre, novela, 2009.
Antes de que apareciera su primer libro, de cuentos, ya había conocido yo algunos de los textos en una maravillosa revista que se llamaba Voces de tinta, que era el acta vigorosa y alegre de la existencia de un grupo de escritores de ciudad Cuauhtémoc, quienes no escribían relatos costumbristas ni pueblerinos ni vetustas historias de dizque vencedores del desierto, ni cantares del conchos, ni lloriqueos de chantaje ideológico, sino historias sencillas y serenas, muy pulidas y bien escritas de Raúl Manríquez; cuentos desgarradores donde aparecían personajes certeramente tramados, cuya desgarradora intimidad erizaba la piel, de Leopoldo Zapata; poemas de refinada voz de Dolores Guadarrama, de José Luis Domínguez y de Andrés Espinosa. No recuerdo haber leído en aquella publicación a Juan Marcelino Ruiz, a lo mejor se me pasó de noche, pero luego habría de leerlo con placer y regocijo, y hasta tuve el privilegio de ser el editor de su primer libro de poemas, que se llama Derrepentes.
Fue grata sorpresa leer aquella revista, llena de vitalidad y amor por la literatura. En pocos años ese grupo, ese árbol vigoroso de poemas y de historias, ha dado frutos vigorosos: libros, escuela literaria, un ambiente cultural que ha trascendido a su región, en fin. Se cumple aquel adagio antiguo de que una golondrina no hace verano, se requieren muchas otras volando para que la naturaleza alcance su vigor completo. Un escritor como Raúl Manríquez no aparece como un acto aislado, sino como parte de un contexto favorable, y sin duda lo tuvo en su grupo de amigos.
Con cariño sereno y constante, Manríquez escribe así los nombres de esos iniciados, en la dedicatoria de uno de sus libros: “Para Juan Marcelino Ruiz, José Luis Domínguez, Andrés Espinosa, María Dolores Guadarrama y Leopoldo Zapata, con quienes he compartido, por muchos años, el privilegio de mirar el mundo con los ojos de la literatura”.
Esa ha sido una de las constantes en la obra literaria de Manríquez: el uso frecuente y desenfadado de modelos reales en la construcción de los personajes de su escritura narrativa. Incluso utiliza los nombres de los modelos originales, los de José Luis, Marcelino, Dolores, José Moreno, aparecen tal cual, y muchas veces asociados con anécdotas “de la vida real” que luego se convierten en esencia de las historias.
El ritmo en la mirada de este autor es reposado y agudo, sensible a la belleza femenina que tantas veces retrata con pocas líneas de nítida visión poética, con cariño, espectáculo que sus personajes la mayoría de las veces miran desde el pasado y desde la ruptura y la desilusión. Es otra de las constantes en los cuatro libros narrativos, esa sensación de pérdida y fatalidad en las relaciones amorosas, que se inicia desde Romance de otoño: “Así la vida nos construye o nos destruye, así he llegado a ser este sujeto extraño, sin esperanzas verdaderas, reñido con el mundo, pero que entiende que a la gente hay que quererla, que basta solo eso”. Luego una frase amargada que aparece en el cuento “Lluvias de abril”, de Cuentos para una tarde de ocio, en el monólogo de uno de los personajes: “Sentí entonces que me libraba del inservible amor que por mucho tiempo me mantuvo atado a su recuerdo”.
Otro ejemplo en La vida a tientas, donde se habla así del personaje principal, José Moreno: “sus relaciones con siempre se desmoronaban en poco tiempo”. O esta escena en Días de septiembre:
“Una madrugada Leana, su mujer, esperó despierta a que llegara de sus andanzas habituales.
—Desde ahora, tú tu vida y yo la mía —le dijo ella, señalando las cuatro cajas de cartón en las que, junto a la puerta, le había puesto su ropa y sus objetos personales.
El hecho no le vino por sorpresa. Desde tiempo atrás la relación se tambaleaba.”
Una de secretas corrientes de tensión en el río narrativo de Manríquez, en la fuerza de su literatura, es esa original manera de torcer las historias: el desengaño amoroso se convierte en una forma de buscar horizontes nuevos y la poética de la añoranza se transfigura en un perfume, en un ambiente psicológico, en una actitud vital. Unas cuantas veces hay uno que otro final feliz, aunque pronto quebrantados por otro cataclismo o por la amenaza mayor en la escritura de Manríquez: el polvo sordo y lento de la rutina y el tedio, que cada narrador de sus relatos anuncia como infierno pavoroso.
En Días de septiembre, la novela más reciente, este autor nuestro que de tantas formas ha sido ejemplar para nosotros, para los que escribimos en Chihuahua, nos dio el año pasado otra de sus lecciones. Realizó una investigación impecable y vasta respecto a un asesinato que en su violencia y terrible crueldad, resultó una de las expresión estridente de la extensa y profunda corrupción del sistema político mexicano en general y del sindicato nacional de los trabajadores de la educación en particular.
Ya no es común que los escritores mexicanos se ocupen en la literatura de los asuntos que a todos afectan. La mayoría de ellos ahora se va por las ramas de la falsa universalidad de los temas, sin atreverse a ofender siquiera con el pétalo de un adjetivo a los próceres del presupuesto de ninguna dependencia gubernamental ni de la iniciativa privada. Ya no se dan novelas como La sombra del caudillo o La muerte de Artemio Cruz, que retratan en forma panorámica la vida colectiva en la individualidad de personajes concretos. En lo tiempos que corren nos hemos hundido en un individualismo estetizante y vacío.
A lo más que se llega hoy en día es a tomar las notas rojas del narcotráfico y a intentar una épica de forajidos y judiciales. O como lo hacía, en paz descanse, Víctor Hugo Rascón Banda, que recortaba fragmentos de la página policiaca y al descuido, sin ninguna investigación, pegaba el maquinazo de una obra frívola y de falso simbolismo.
En cambio, La vida a tientas se sustenta en una investigación, un lenguaje, una estructura, y sin dejar de registrar la verdad exacta de los hechos tristemente históricos, se arriesga en la propuesta artística de una novela del destino azaroso de los hombres y las mujeres en nuestro siglo.
Por supuesto, hay muchos otros elementos y estrategias en esa máquina de contar historias a las que llamo el sistema narrativo de Manríquez. Por hoy quiero terminar señalando una de sus identidades intelectuales, la de su profesión de ingeniero: precisamente el hacedor de sistemas y procedimientos, el que con soltura maneja números, geometría y palabras.
Cuatro de los escritores que más admiro han sido ingenieros: Fedor Dostoiewski, Jorge Ibarguengoitia y Vicente Leñero. Y por supuesto, Raúl Manríquez.
La nitidez de su escritura, la sencillez de los párrafos, siempre tan difícil de construir, la exactitud de las estructuras narrativas, pertenecen a esa otra de sus disciplinas, la ingeniería. Porque Manríquez no solo es este lector constante y vasto, este amigo generoso y eficiente, ese profesor disciplinado y buen administrador educativo. Su primera licenciatura fue la ingeniería y también el inicio de su fecunda obra cultural.
Me despido de ustedes pidiéndoles una disculpa por no haberlos entretenido lo suficiente, como me lo ordenó Borunda. Pero también estoy seguro de que hubiera sido muy cretino de mi parte contarles las muchas historias, algunas bastante pesadas y otras hasta picarescas que me ligan a Raúl Manríquez, de quien la vida me regaló el privilegio de su espléndida amistad, y olvidarme de mostrar algunos ángulos de su preciosa obra literaria.

Mayo 2010