lunes, 25 de enero de 2016

Pero de todos modos qué linda Corín Tellado

Abuelita, el distinguido chihuahuense y Corín


Por Jesús Chávez Marín


Dónde está la literatura. Cuál es la diferencia entre cualquier novela de Corín Tellado y alguna de Carlos Fuentes. Entre una bonita poesía que escribe, y a veces publica en algún diario local, aquella abuela ociosa y arrebatada de emoción ante su nieto recién nacido y un poema de José Emilio Pacheco. Qué distingue a un cuento hipócrita donde se idealice torpemente el carácter tarahumara y se titule por ejemplo Tras el monte y la cascada, de una pieza teatral de Manuel Talavera Trejo.

Quizá la diferencia más notable está en los objetivos que llevan al acto de escritura de esos textos.

La novelita de Corín repite la misma estructura de todas las de su abultada producción, como receta; maneja las variantes de una misma historia donde la linda jovencita termina atapando al príncipe que soñaba: azul, joven, guapo y rico. Las intenciones de escritura son lograr ventas de libros y para ello se dirige sin recato a la clientela cautiva de las lecturas fáciles, alienantes y light.

El texto cortado en líneas breves, que la abuela llama poesía, se propone dar rienda suelta a la brusca emotividad y a la compulsiva tendencia común de algunas personas de ofrecer consejos a diestra y siniestra: “que tu vida sea recta como el recto candor de los ángeles; tu alma, perfecta”.

El objetivo del cuento de tarahumares es precisamente escribir sobre ellos, explotar el tema dizque folklórico poético, resaltar el valor de una cultura a la que hemos sofocado. Ofrece un mensaje pleno de humanismo y enseña qué buenos y estéticos son los rarámuris, cuán noble y generoso es el autor al ocuparse de ellos.

Los objetivos de un texto que sí sea literario están dentro del mismo acto de la escritura. No hay recetas. Los problemas técnicos, estructurales y léxicos habrán de resolverse en función al texto mismo, no a situaciones ajenas, referenciales, sentimentales, filosóficas.

El texto literario no es una cañería para vaciar sentimientos palpitantes. Busca crear un efecto único, distinto, conectarse a pulsiones lúcidas y míticas del hecho humano.

La literatura no quiere aleccionar ni dar mensajes, convencer ni informar. Encuentra las mecánicas más plenas del pensamiento, lo lúdico, sensible y libre de nuevos modos de elaboración de conceptos a los que no sean ajenos al juego, la alegría, la emoción, la libertad. Es una forma de conocimiento más profunda y extensa.

Ni a la escritura ni a la lectura de un texto literario pueden imponerse esquemas o doctrinas. El ejercicio de la literatura, que se realiza en los actos de escribir y de leer, quiere ser la búsqueda de regiones nuevas, de otras relaciones de la realidad donde no solo se incluya la materialidad del mundo, sino además la imaginación, los sueños, la fantasía.

Y claro que el ejercicio de la literatura no niega ni invalida la dignidad de otras actividades, la militancia política, la filosofía, la experimentación científica, el periodismo. Pero estos son otros ejercicios que no deben imponerse ni confundirse a la literatura.

El texto literario pretende ser un objeto único, valioso por sí mismo; signo autónomo entre la masa de los signos del lenguaje, del idioma. Un cuento, un poema, una novela no valen por la información que contienen ni por las ideas que elaboran o por su atinada moral.

Roman Jackobson fatiga profesores que repiten aquel esquema suyo de las seis funciones del lenguaje, entre ellas la función poética: la que se da en el texto hacia sí mismo, que se elabora como a una escultura, que se ordena con la armonía con que un danzante podría hacer que su cuerpo flotara en una danza sutil, irrepetible.

Por eso el texto literario no exige a su lector ninguna ideología, moral ni religión; ni siquiera le obliga a leer el libro completo si al lector no le gusta o no puede gustarle. El acto de leer es la libertad misma.

El lector cumple su natural vocación de libertad en el acto estético de leer un poema. También en el acto de tirar el libro a un lado, si le da la gana. Es cosa suya decidir si entabla o no con el texto el compromiso de la comunicación, la respuesta de recrear a la literatura.

Leer es una actividad intensa y dinámica, que exige irremisiblemente la transformación del mundo. Un libro, cuando no cambia en algún modo la vida del lector, no ha sido aún leído del todo.


Septiembre 1984.

domingo, 17 de enero de 2016

Ángela Siqueiros Falomir. Su reseña de Alejandra


Te amo alejandra, crónicas.
De Jesús Chávez Marín
Jueves 18 de febrero de 2010, en Casa Chihuahua, antes Correo


Por Ángela Siqueiros Falomir


El retomar un libro en tus manos después de un buen tiempo, leerlo con calma, sonreír, recordar, reflexionar y volver a disfrutar, lo distingue ya de otros libros.
Pero más significativo me resulta que Jesús Chávez Marín, amigo de tantos años, mi padrino literario, me haya convidado a participar en esta mesa de literatura, área que ciertamente no domino… pero sí gozo.  Ese deleite es lo que me permitiré compartir con ustedes sumado a las reflexiones, críticas y denuncias que en este libro, Te amo Alejandra, encuentro:

I.  La ciudad
La arquitectura es la tarea que escogí desempeñar y a lo que me dedico. En estos textos he aprendido tanto como en la escuela y la práctica.
Un tema que generalmente ignoramos (o nos hacemos los desentendidos), es la ciudad.  Se ha llegado a creer que ciudad, pueblo, ranchería, estado, es un tema competencia solo de las autoridades gubernamentales. Las definimos solo como el sitio geográfico.  Hemos olvidado que ciudad somos nosotros, colectivamente compartiendo tareas, preocupaciones, tiempo… en pocas palabras, la vida, transcurriendo en un lugar. Nos llamamos Chihuahua, Juárez, Casas Grandes y nuestro apellido es México. Jesús Chávez Marín no lo ha olvidado y lo recrea sensiblemente en algunas de estas crónicas.

Además exalta con sinceridad el valor de lo cotidiano,  que también, con tanto alarde y deseos de grandeza, dejamos pasar inadvertido.  Creo en verdad que es allí, en lo ordinario y sencillo donde habita la vida, no en lo extraordinario y monumental.

Sucede hasta en las mejores familias, dice el refrán popular, que por la prisa con la que nos movemos diariamente buscando la sobrevivencia; por la imperiosa y triste necesidad de resguardo al interior de nuestras casas-refugios; por no permitirnos conocer ni al vecino, menos a los antepasados; hemos colocado la historia y la memoria colectiva en el rincón más apartado de nuestro presente. Es una fortuna que Jesús haya escogido el género de la crónica literaria, pues no solo narra hechos, costumbres y lugares, los analiza con una mirada atenta, escudriña esencias y además se burla de todo lo superficial.  Lo hace con una prosa muy amena y sencilla. Sus textos nos orientan y reorientan.

Cito algunos párrafos para dar ejemplos de esto:

1. “Mi mamá y yo salíamos a tomar el fresco por las tardes, nos sentábamos en el umbral de nuestra casa blanca que estaba frente al arroyo, en las orillas de la colonia del Rosario. Allí nos estábamos platicando, juntos, o en largos silencios”

“Muy pocas viviendas tenían luz eléctrica y no había agua entubada. Solo en las casas más grandes, como la de mi abuelo Jesús Marín había norias donde manaba el agua fresquísima y limpia.

“En la casa de nosotros no había ninguno de esos servicios, acarreábamos agua desde el tinaco monumental de la Estación. Los sábados teníamos que traer más que los otros días, para llenar las tinas redondas del baño semanal. En las noches alumbrábamos los cuartos de la casa con una lámpara de petróleo donde bailaba la flama dentro de su bombilla de cristal.”  (“Aventuras en la colonia Rosario”).

Cuántos de nosotros hoy aquí no nos encontramos en estas imágenes, y los más jóvenes preguntarán: ¿apoco así vivían?, ¿y el Internet?, pero todos aprendemos.

2. “Juárez no duerme, tiene intensa vida nocturna, hay diez antros apiñonados en una sola cuadra.  Aquí la variedad es continua, la parranda no conoce límites. La mayoría del público es gente de fuera, gringos cincuentones aburridísimos, braceros que brindan al son de viva mi desgracia, jóvenes de agresivo aspecto, vaqueros con carteras repletas de narcodólares. Cuando por fin alguien se cansa de recorrer tugurios, un tanto asqueada el alma por la trágica farsa de las propias miserias tan claramente miradas en ese enorme espejo sucio, va por las calles decidido a dormir un rato, un cachito de madrugada, se encuentra con ejércitos de muchachas muy frescas, recién bañadas, que se apresuran a tomar el camión o la rutera para ir a trabajar a una de las maquiladoras de la ciudad. Es temprano, las cinco apenas. O muy tarde. Y uno se avergüenza un poco ante esta escena, la cruda moral ataca.” (“Chulas fronteras del norte”).

Desafortunadamente esta cita llama poderosamente nuestra atención al ya no parecer una descripción de Juárez, hoy casi desierta, tan solo 12 años después.

3. “El progreso es mito moderno que ya empieza a pasar aceite y aventar humo por todos lados.

“Chihuahua era esa ciudad transparente y limpia que se extendía a sus anchas en el llano. Las pocas lomas a su alrededor eran su paisaje y su límite. Antes a nadie se le hubiera ocurrido construir su casa en los cerros, ni arriba de otras casas, estando el suelo tan parejo.

“A la nueva ciudad siguen bajando desde la sierra tarahumares, testigos silenciosos de estas historias que a ellos les parecen absurdas, tiempo agitado y vacío.

“En las ciudades los hombres nunca están seguros de su destino.

“Entre las casas y los edificios de una ciudad así, vivió entre nosotros un poeta que se llamaba Ramón Armendáriz…” (“Las calles de los poetas”).

4. “El 22 de septiembre de 1990 cayó en la ciudad de Chihuahua uno de los mayores aguaceros de su historia. La memoria de los arroyos y ríos que había estado sofocada por una urbanización sin sentido ecológico despertó enloquecida y recuperó sus antiguos cauces. Las aguas arrastraron casas, muebles, animales, ropa, vidas humanas.

“Esa noche la solidaridad de los hombres y las mujeres que salieron de su casa para auxiliar a sus semejantes no limitó sus afanes.” (“Villa contra las caterpillars”)

5. “Arrancaron árboles que habían sobrevivido veinte años en medio del humo y el ruido del tráfico absurdo de nuestros automóviles y camiones urbanos fumigadores.

“Pues ahora resulta que hasta a la estatua ecuestre del general Francisco Villa quieren hacerla a un lado para que pasen más trocas y carros. Intentan meter a Pancho Villa con todo y su caballo Siete Leguas en una biblioteca triste, allí junto a los historiadores de a peso que investigan la historia dormida de nuestro pasado y le sacan copia fotostática.

“Quizá ya no veremos al general de bronce cabalgando en medio de la calle, mirando nuestros afanes. Su estatua, construida por Ignacio Asúnsolo, quien calculó con toda calma el espacio y las perspectivas de la luz para ponerla precisamente en ese lugar donde ha estado desde 1956, será empujada por las caterpillars amarillas, hágase a un lado, mi general, para que pase el progreso… al cual no le importa la identidad de una ciudad ni la vida de sus árboles ni sus sueños colectivos”.  (“Villa contra las Caterpillars”).

Chávez Marín se convierte con esta percepción en un urbanista y arquitecto deseable en nuestra sociedad. 


II. El retrato

Aparece también otra faceta de Jesús en este libro: la de fotógrafo. Él le dedica a Nacho Guerrero, conocido y creativo fotógrafo local una de las crónicas y dice:

“Nacho Guerrero mira desde el lente de su cámara ángulos del mundo que los demás no conocíamos.” 

Yo encuentro que en estas crónicas Chávez Marín, al contrario de Nacho, nos retrata colectivamente, capta ángulos internos que creemos que solo nosotros conocemos. Es un feroz crítico social. Desde el lente de su mirada, observa, toma nuestras fotografías. No se apiada de las fealdades o defectos, no nos permite ni un retoque, ni una ayudadita.  La diferencia es que en vez de imprimirlas, las escribe descarnada o tiernamente:

Cito:

6. “El café es parte del ambiente para estas personas tan cultas y distinguidas que parten plaza en estos encuentros. También el público es típico: uniformados de mezclilla los culturitos no perdonan coctel, congreso, conferencia o película de arte. Abundan los costalitos de manta colgando del hombro, los libros anidando bajo el brazo sus vagos sueños, los lentes de fondo de botella, las barbas largas (¿ideas cortas?). Siempre nos topamos con la misma gente: aquel pintor vestido de tarasco con su tasolera de greña no muy limpia recogida a la espalda con listoncitos de colores en forma de cola de caballo. Esta señorita disfrazada de tehuana llena de collares de chaquira, que es muy liberada a sus horas y jamás lleva ropa interior. Las edecanes futuras licenciadas en turismo,vestidas de tigresas y a pesar de eso muy hermosas, la verdad.”

7. “Los que llegan saludan en voz baja buenas noches (al oído) besitos en la mejilla, cariñito santo. Yáñez sonríe con sus dientes salidos, se parece a Felipito el de Mafalda treinta años después, con panza muy mexicana, personaje del mercado de San Juan de Dios (sus caguamas le habrán costado). Sonrisa afectuosa, viste muy sencillo una camisa vaquera de cuadros rojos, usa lentes sin aros, es un oso amistoso y modesto. Habla con claridad de su trabajo y de sus aventuras de poeta mexicano.”

8. “Murió Ezequiel Martínez, un hombre cabal. De oficio fue velador del Ferrocarril Chihuahua al Pacífico y era un gran caminante: conocía esta ciudad como al rostro bello de su amada Guadalupe Marín, pues jamás usó otro medio de transporte que sus piernas ágiles y fuertes. Por eso descubrió los secretos de la noche y gozó los colores de la luz.

“A sus amigos y a su familia trató siempre con fina cortesía y creaba en largas conversaciones un lenguaje lleno de precisión y frescas imágenes, en su habla de campesino.”

9. “En el centro de una ciudad oscura, entre las luces del comercio manchadas con polvo de humo y cuyos sonidos confusos parecen el sueño de un planeta, surge la voz poderosa y la presencia bellísima de una mujer mexicana: Alejandra Guzmán. Y nadie se explica de dónde salió Alejandra con tanto carisma siendo sus jefes un par de mamones.

“Hoy Alejandra documenta nuestra vida de mexicanos en 1991 con sus canciones. Estos lugares del norte son ahora más hospitalarios y más despiertos al deleite y a la alegría desde que ella vino a Chihuahua y nos gritó a todos emocionada:

—¡Los quiero un chingo!

“Querida Alejandra: cada uno de quienes estuvimos en la Plaza La Esperanza aquella noche memorable también te amamos el resto.” 

De aquí el título del libro que presentamos esta noche.


III. VIGENCIA

Dentro de las ramas de la crónica, los especialistas distinguen una en la que la estructura de la crónica se vuelve universal y así como relata un hecho, también anuncia una filosofía de y para vivir; analiza desde la palabra escrita y emite un punto de vista, una guía de acción.

Con la tercera edición del libro Te amo, Alejandra se vuelven a plantear posibilidades de pensamiento y de ideologías que tal vez no estén del todo muertas, que son vigentes. Y se vuelven prácticamente un manifiesto, ante las mil preguntas que nos hacemos de ¿qué hacer y cómo vivir? ante el horror de la violencia y muerte que se han instalado en nuestra vida diaria:

10. “Una de las causas ambientales de ese estado neurótico llamado depresión, fenómeno tan individualista como pocos pueden serlo, es la ecología herida que nos gastamos en las zonas urbanas de nuestro liberalismo salvaje de fin de siglo. Queremos vivir asfixiados, chiflados, rellenos de estímulos agresivos que parecen autocastigos por haber sido tan malcriados con la tierra, con la naturaleza, cumpliendo nuestro desaforado afán de progreso.

“Se desmorona uno de nuestros más sólidos mitos, el adelantamiento lineal y acumulativo de necesidades creadas y cultura desechable. El progreso como abstracción, como absoluto. Las depresiones horribles, que cada día parecen aumentar en víctimas y en intensidad, podrían ser un resultado de esta mancha urbana que hemos sembrado y extendido hasta los mares y hasta las orillas del cielo. La basura y los fluídos industriales penetran nuestra identidad material, física, social y pensante. Yo no digo que nuestra ecología dañada sea causa única de nuestra tristeza individual, pero sí resulta el contexto exacto.” (“La depre y los contaminantes”).

11. “La cosa se le puso del carajo al gobierno mexicano en Chiapas: el ejército zapatista de liberación nacional (EZLN) le declaró la guerra, ni más ni menos.        
“Se insiste –y con razón– que ese no es el mejor camino para resolver problemas. Sobre todo porque el costo de vidas sería altísimo. La guerra moderna es fría, oscura y extremadamente sangrienta; la tecnología pertenece a los poderosos y ellos usan la guerra cuando se ofrece, en medio de ciudades y llanuras.” (“La guerra de los pobres”).


11. “Estoy seguro que soy comunista desde niño. Nuestras madres le tenían terror a la palabra comunismo. Sin embargo ellas nos enseñaron su generoso comunismo cuando enfrentaban a la miseria económica que les tocó vivir y ejercían, con toda naturalidad, la caridad cristiana de darle de comer a todos los niños que llegaran a su mesa, fueran o no hijos suyos. Los patios de todas las casas eran colectivos para todos los niños y todas las mujeres. No había bardas ni alambres que parcelaran la tierra. Los juguetes eran también propiedad colectiva. Todos éramos pobres aunque no lo sabíamos. Nuestros padres no nos enseñaron a usar los siguientes verbos: comprar, ahorrar, invertir, explotar.

“Por origen de clase social nuestros padres fueron humildes, honrados y solidarios; las mujeres, maternalistas y laboriosas; los niños andábamos descalzos la mayor parte de las horas, pero conocimos la libertad y nunca nos faltaba qué comer. La vida era sencilla.

“Cuando en 1989 tiraron el famoso muro de Berlín la propaganda industrial anunció en todas las pantallas y satélites que el sueño (comunista) había terminado. Pero no pudieron: aquí estamos.

“Los comunistas regresamos a cada minuto. (Somos los indios de Chiapas, la solidaridad cotidiana y gestora de Antonio Becerra; regresamos en los poemas eróticos de Rubén Mejía y en las crónicas anarquistas de Raúl Sánchez Trillo. En el corazón organizado de las poetas feministas y en la espiritualidad profunda de Camilo Daniel. En la barba de Octavio Paz y en los poemas amorosos que leemos de Enrique Servín; en las novelas de Gabriel García Márquez y en las canciones de Juan Luis Guerra regresamos. En el rocanrol de John Lennon y en el de Alejandra Guzmán los comunistas siempre regresamos.)

“Nos gusta trabajar para la libertad, para la felicidad de todos los hombres y de todas las mujeres del mundo. Para cumplir el alto destino del amor. Para cumplir la profecía que Jesús de Nazareth anunció para todos los seres humanos: el amor, la libertad, la salvación.”  (“Los comunistas regresamos”).

12. “La violencia es lo primero que nos inunda cuando se acaban las ideas y los argumentos. En la condición humana llevamos el germen de este demonio desventurado y, en las sociedades que construimos, nuestra insensata imaginación llena con símbolos de muerte los juguetes de los niños, las pantallas de nuestras visiones y las notas rojas de rencores colectivos.

“Lo que en este momento necesitamos es la información clara, la mente generosa y honesta, el corazón organizado para analizar estos hechos trágicos.  Todos los mexicanos tendremos que hablar y enderezar nuestros equivocados destinos”.  (“La acción de los violentos”. Marzo 1994)

Jesús, con infinita gratitud me sumo a tu canto:


“Que los poetas antes de morir muertos de risa canten y cuenten las historias de nuestra vida en común.”


Arq. Ángela Siqueiros Falomir
Chihuahua, Chihuahua a 18 de febrero de 2010

domingo, 10 de enero de 2016

Cruzan el pantano, simulan que no hay tal

Hay aves que cruzan el pantano y no se enteran


Por Jesús Chávez Marín


El otro día fui a visitar a una amiga y la encontré embelesada, sus pestañas caídas anunciaban evidentes señales de arrobamiento, de rapto, su cuerpo lánguido vibraba a un grado del desmayo o del éxtasis. Me alarmé de inmediato:
­            ―¿Qué te pasa, maestra?, ¿qué tienes?
―Ay, es que acabo de leer a Rilke ―dijo tenuemente.
―Vaya, menos mal. Creí que era algo grave ―eso nomás lo pensé. Me siguió platicando muchas cositas acerca de su reciente lectura y luego se puso triste porque ya era hora de que yo me tenía que ir.


Escena dos: escuchen al profesor. La lengua se le hace bola tratando de explicar que Benedetti no valía nada como literato porque siempre andaba con eso de la política:
―Los panfletos no son poemas válidos, entiendan jóvenes, el poema es un objeto autónomo y no tiene por qué meterse en esos temas indignos. Eso correspondería a la función referencial del lenguaje, no a la poética, ¿me explico?
Para no aburrirme, se me ocurre poner enseguida una cita de Mario Benedetti que dice: "Algunos de nuestros críticos han sido colonizados por la lingüística. Una de las típicas funciones de estos y otros misioneros culturales ha sido la de reclutarnos para el historicismo."


El profesor del párrafo anterior, quien ha descubierto cincuenta años tarde el hilo negro del estructuralismo y de la teoría literaria, nos cuadricula el pensamiento y nos achata las ganas de estudiar literatura.
La muchacha que se aturde con traducciones de poetas famosos se olvida delicadamente de su presente cotidiano y triste.
Los dos son personas instruidas, académicas, universitarias, cultas, pero no entienden nada, no quieren. Presumen que en literatura andan al día (de ayer) a pesar de que viven en Chihuahua, a donde no llegan a tiempo los libros, demasiado tarde salen las traducciones que coleccionamos y que hallaremos tarde o temprano con afán esperanzado.
Nos alimenta esa tecnocracia literaria con la que pretendemos llenar nuestro enorme vacío de información y de interés por lo que sucede en las calles.
La enajenación funciona en una amplia gama de graduaciones y de posibilidades, escoja la suya. Quizá el profesor y la culta dama se burlan de los miradores de telenovelas, sienten compasión por los lectores de Kalimán y Alarma, desprecio por los discursos de los políticos. Pero no alcanzan a detectar en sí mismos la analgesia y letargo que se les administra entre los vapores de su formación académica.
Jamás lo creerían. Piensan esto: ¿pero cómo? qué exagerado y resentido social eres para decir esas cosas en tus pinches reseñas. Yo soy culto, soy decente, a mí nadie me juega el dedo en la boca. Y si no me interesa la política es por mi delicadeza característica, porque sé muy bien que eso es basura. Mi espíritu es sensible, mis dedos no han de mancharse con la sucia tinta de los periódicos, ¿me oíste? Además, imbécil, ¿cómo te atreves a compararme con esa chusma irredenta que mira televisión? Yo, claro, la prendo a veces, hay días en que salen cosas más o menos dignas como Octavio Paz o Ricardo Rocha, bueno, ellos son otra cosa, ¿no es cierto?


A financieros y caciques les conviene vernos así de tranquilos leyendo por kilos novelas y más novelas, poemas exquisitos que hablen de otras realidades y nos hagan escapar espiritualmente de la nuestra, ficticiamente a salvo del estanque de corrupción donde habitamos. Les gusta vernos ajustar sonrisas y miradas al disimulo que ha de garantizarnos la comodidad y hasta el bienestar. Que seamos inocentes, blancos, maquillados de culturité.
Alguien paga a esos profesores y a veces les regala becas para estudiar en otros países, los deja entrar un rato a las ligas mayores. Alguien les inculca la doctrina exacta, "el interés casi fanático en las formas, en las estructuras, en los significantes (...) una manera de eludir los contenidos, los referentes, los significados" ―como agrega aquí otra vez Mario B.
Instituciones corporativas patrocinan la difusión de esas tecnocracias neutrales que ocultan nuestros referentes: la miseria, la democracia bajo control, la maquiladora de salarios diminutos, la cárcel llena, la violencia doméstica y pública, el plomo en la sangre de los obreros viejos, en el mismo instante en el que algún doctor burócrata declara ausente la contaminación en estos lares mediante una corta feria.


Por supuesto que hace falta leer, es necesario, vital. Que nuestro pueblo lea. Leer es uno de los caminos más seguros para cumplir nuestra natural vocación de libertad. Pero leer no será jamás una solución culterana ni una acumulación estéril. Es ante todo, o deberá serlo, una actitud, un trabajo dinámico, búsqueda sincera, ejercicio de crítica profunda a nuestras realidades. Leer es un acto de nuestra vida, no de nuestra muerte o anestesia o embeleso. Jamás un acto de alienación sino de liberación.

Abril 1984

domingo, 3 de enero de 2016

Rosa en la nube

Rosa en la nube


Por Jesús Chávez Marín


―¿Y quién es Rosa?

―Un amor que tuve.

En el video aparece una mujer que duerme, él sigilosamente la filma mientras pone en volumen bajo canciones románticas. En la mirada de la cámara alcanza a sentirse un ambiente ritual de adoración, como si el ojo rebosara ternura. Aún dormida la mujer tiene un airecito de tristeza muy serena, muy antigua; es hermosa y está desnuda, apenas cubierta entre las sábanas muy finas, color de vino tinto.

―¿La quisiste mucho?

―Como a otras. Pero ella todavía me duele.

Moviendo el cursor aparece una serie interminable de estampas. Rosa tomando una copa de vino tinto. Rosa caminando y sonriéndole al fotógrafo. Rosa vestida con una bata rosa, transparente. En la mesa de un bar de lujo con una pareja de amigos. Ella de viaje despidiéndose en el aeropuerto. Fotos, muchas.

―¿Y por qué guardas tantas fotos de ella, si te dejó para casarse con otro? Yo que tú ya las hubiera borrado de un teclazo. Te gusta sufrir, Esteban.

―No lo haría nunca. Son muy hermosas, ella es muy hermosa. Te lo digo en serio cuando te digo que es la mujer perfecta. Ahora ya estoy bien, al principio de que se fue caminaba con las pantunflas que dejó, usaba el que había sido su cepillo de dientes en mi casa, lloraba todas las mañanas como un bebé enfermo.

Luego de servirse otro Etiqueta Negra, Cid Reyes sigue mirando a Rosa en la pantalla: peinándose ya lista para irse de su refugio de amor; escribiendo la tarea en el Taller Literario de su novio, ahora ex; abriendo un regalo de 14 de febrero, unos aretes de oro; alzándose la blusa para enseñarle las bubis en la intimidad de la habitación. Rosa escribiéndole un mensaje en el celular que dice: “todo podría soportarlo menos vivir sin ti”.

―Si te escribió eso, ¿entonces por qué andaba con otro en El Paso?

―Su plan era irse del país, quería a como diera lugar arreglar su residencia americana.

Mientras platican asuntos tan groseros y a la vez tan románticos, las fotos siguen pasando: Rosa vistiéndose de espaldas, subiendo hacia su vientre un hermoso calzón dorado, transparente; Rosa entrando al cine en Fashion Mall; Rosa comprando ropa en Las Cruces. En otro viaje que hicieron juntos: ella en el mar sonriéndole amorosa en Puerto Vallarta.

―¿Cuánto tiempo anduvieron?

 ―Diecinueve meses, toda una vida.

―¿Y tienes respaldo de todo este mar de fotos?

 ―No. Pero están en internet. Siempre las pongo en la nube, por si se me funde la computadora, o me la roban.

Cid Reyes y su amigo Esteban toman en silencio el último vaso de whisky. Luego el primero se despide y sale del Estudio, hacia la luz de la noche.


Septiembre 2014