jueves, 21 de junio de 2012

53 relatos


Foto Raisa Pizarro
Cincuenta y tres relatos breves

Por Jesús Chávez Marín


Meditación de la muerte
Un viejo espantapájaros se había cansado de la inmóvil situación de su destino y buscó denodadamente la movilidad; un brazo cayó hecho trizas, su pierna se hizo polvo.

Arte poéticapolvo
Siguiendo a Basho, principio de arte: cantan albañiles en el trabajo; unos con buena voz y poesía, otros solo producen ruido que fastidia.

Un mimo neurótico
En una oficina de gobierno, estaba un mimo enojado, sobre una silla al lado de tres escritorios. Había dado siete funciones en ferias del libro, por varios ranchos de Chihuahua, gastó los viáticos en payasadas, perdió comprobantes, y ahora debía dinero. No le parecía justo pero la contabilidad es una ciencia exacta.

Caminata
Relampaguea en un fondo de sombra; aquella mujer camina por la sierra con su hijo pequeño a la espalda. Su amor no declina con el cansancio.

Mariposa de bar
Revolotea en la sombra del bar una mariposa blanca; unos mariachis cantan música de burla: ahora que ya llegó febrero ganas tenía de verte, mi general (Rodrigo M.) Quevedo. Entre los vapores del alcohol, Esteban trata de hallar el hilo de un recuerdo que se desvanece

Nupcias
Se alzan airosas las esperanzas; en el recuerdo la sombra, que no vuelve, como las fiestas, las ceremonias. Y yo te espero, te escribo.

Skirla
Rodolfo Borja llegó de Anáhuac en los años setentas y formó un grupo de rock, componía canciones y estudiaba la guitarra en acción; éramos un madral sus admiradores. Empeñó todos los días de su vida en pulir su música, sus poemas. Es uno de los lujos de la ciudad de Chihuahua.

Arte de meditar
En mis huesos se van marcando los recuerdos en movimiento, por las mañanas es mi laboratorio de las ideas. Algún día serán ceniza de sueños.

Sabes bien que voloveré
Madrugada, prendo un Marlboro; tiembla la llama. En el sereno lago de la memoria cae la lluvia; al fondo, la breve luz de tu mirada aparece como un arco iris de caoba y entonces, aunque estés tan lejos, sois de mí.

Otros siglos se le parecen
Siglo 21: dos desconocidos coinciden en el vestíbulo, su presencia mutua los incomoda; procuran la higiene de su precaria individualidad.

Aroma de tu hogar
Un hombre en el monte recordaba en silencio aquellos años cuando el amor era pródigo en su casa, el olor del pan y el dulce rumor de dos mujeres que platicaban en la cocina, mientras preparan comida para los hijos, como arrullo de lluvia fresca y fragante.

Rocío Herrera
Rocío se va, deja una fragancia de perfume, el eco de su risa en la mesa y el recuerdo de cuando fue la niña consentida de nuestra casa.

Vestíbulo
Se oían voces de viajeros en el vestíbulo, no escuché con claridad porque nos estábamos registrando; cuando nos asignaron la habitación, los miré de reojo y reconocí a uno de ellos. Al que había preguntado: ¿Estás seguro del domicilio?, porque ya vez cómo se enojo Vicente cuando matamos equivocados aquellos dos gargantones de Las Haciendas.

Vacas
Rocío, cuando era niña, fue de visita a una granja cercana. En la tarde, cuando volvió a su casa, le platicó a Rosario: Mami, las vacas tenían una carota de este tamaño.

El infierno del hogar
La voz amarilla de sus cinco hijos se ha convertido en alarido, su esposo es un ogro enfermo que la tortura, la migraña estallaba de dolor en las sienes y en sus ojos bonitos; su amor era un jarrón de porcelana hecho pedazos en el suelo.

Galas de amor
La mayoría de las mujeres visten calzones y corpiños finos y breves; cuando los lavan, los cuelgan al fondo del patio, junto a los cerezos.

Escribir un libro
Un autor escribió el libro Tricentenario cívico y muy contento fue a la oficina de su amigo diputado para regalárselo, con autógrafo y toda la cosa. Cuando salió de allí, el diputado tiró el libro al cesto de la basura. El autor se devolvió por un olvido, miró su libro, se le rodaron las lágrimas.

Hielo
Había una vez un sapo que no se decidía a saltar; el agua parecía helada y nada tenía sentido. En su memoria vivía ella, solo allí.

Amor
Todos los hombres saben el lugar exacto donde está guardado su tesoro. Incluso los más indiferentes.

Novela costumbrista
Un imitador de José José fue de todo y sin medida, cuando tenía 56 andaba sin lana y urdió escribir un libro de superación personal, pero ya para entonces sus tremendas historias eran literatura costumbrista; ninguna editorial quiso invertir un cinco partido por la mitad.

Arte narrativo
Señor D. E., sería pretencioso decir, como Flaubert: Madame Bovary suis moi. También si dijera: observo con buen oído las vidas. ¿Qué puedo decirle a usted, que es un escritor, y sabe cómo funciona esto?

La casa de los muertos
Era un perro abandonado en un patio lleno de gatuños, en una casa de interés social donde vivían 5 miserables personas que lo alimentaban entre sus propias heces, pero jamás limpiaban el hábitat, ni lo paseaban, ni lo bañaban. El perro los amaba y los odiaba en silencio.

Flor 

Había una flor que escribía poemas bien bonitos, relatos finos y sabios, una bella columna literaria, que se llama La rueda de ¿qué?; buena poeta, de lo mejorcito por estos rumbos. Un día amaneció de malas por tanto machismo mundial, y fundó numerosas franquicias del Club Mafalda.

Antropólogos
Indigenistas que simulan y cobran en gobierno; antropólogos investigan y redactan tesis, otros filosofan y toman fotos; muy pocos se preocupan de veras y de nada sirve.

Amistad
Cierto jabalí dejó por completo las drogas, porque en la empresa donde trabaja pusieron un reglamento facista que incluía el antidoping. Sus amigos, mariguanos viejos todavía ciclados en la música de Jim Morrison y nada más de eso sabían hablar, le retiraron su amistad con gran indiferencia.

Analista político
Un erizo pendejeaba al gobierno en los periódicos, hasta que se la dieron de funcionario. Sintiéndose ya refugiado, inventó el hilo negro de la doble facturación; la creía su aportación original. Lo corrieron. Se amargó, pero se inscribió en el PRI. O en el PAN, ya no me acuerdo bien.

Peregrino
En estos días trágicos, parece frívolo redactar un cuento, pero este era un viajero que llegó a Jiménez, porque lo invitaron a leer unos poemas que había escrito; pero a los organizadores se les olvidó el asunto y el poeta peregrino se quedó chiflando en la loma.

Organización
De un lado, está el crimen organizado; por el otro, el gobierno mexicano a veces tan desorganizado. En otras ocasiones, ambos parecen una sola organización.

Julio 2010.

martes, 19 de junio de 2012

memorias de químicas


Prólogo
Por Jesús Chávez Marín y Silvia Gómez Bueno
 Como este es un libro de memorias, este prólogo será el relato de nuestra charla en la mesa de redacción, al cierre de este lindo libro que se llama Memorias de químicas. Decidimos escribir fragmentos de nuestra conversación, en los que el tema sea precisamente el de nuestro trabajo en la compilación y edición, que tanto hemos venido disfrutando. La letra s. minúscula corresponde los textos de Silvia; la j. los de Jesús.
j. Vi que trabajaste muchas horas, pero que tus colegas te respondieron con rapidez y muy animadas. Reuniste los textos más pronto de cómo suele suceder en este tipo de libros colectivos, donde hay que andarle dando carrilla a todo mundo.
s. Como las conozco, no esperaba menos. Desde que surgió la idea de dejar testimonio escrito de lo que fue nuestra vida estudiantil y académica en el  edificio de la Facultad en el campus antiguo, no hubo rechazo. Hubo entusiasmo.
j. Una de las particularidades de esta obra, es que reuniste solo textos de autoras mujeres. ¿Por qué?
s. Fueron las que dieron respuesta. Yo invité a muchos.
s. Quiero comentarte que la idea de este libro es colectiva: surgió a raíz de que en el programa de la xxxiv Semana de química estaba incluido un acto llamado “Despedida a las instalaciones de la Facultad de Química en el viejo campus”, ya que ahora la facultad estrenó su nuevo edificio en el campus ii. Para participar en esa despedida, una de nuestras acciones fue iniciar este proyecto de escritura.
j. Me parece muy hermoso y original que a una comunidad de científicos se les ocurra escribir un libro de relatos y que se exprese tanta calidez, alegría y nostalgia en esos textos. El ambiente en Química es más parecido a los de escuelas humanísticas como Bellas Artes y Filosofía y Letras.
s. Tanto con egresados como entre los compañeros maestros reina la camaradería, la confianza y la amistad, es relativamente fácil llevar a cabo un proyecto como este. Agrégale a esto el gran cariño que se le tiene a la facultad; y aquí tienes los resultados.
j. Una de las cosas que me parecieron más atractivas en el estilo de este libro fueron las personalidades diversas que se manifiestan entre las once autoras: como ejemplos, la alegría casi de niña de quien recuerda su vida estudiantil: “yo era conocida como la niña del chicle”; la delicada mezcla de ironía y nostalgia: “...y hasta nos daban $40 a cada uno para comer, ¿cómo la ven?”; o esta otra donde se relata que con el propósito de juntar recursos económicos para viajar, lavaban carros “en el estacionamiento del centro comercial más cercano (je, je el único)”;  o la notable capacidad de síntesis de quien hace un relato “de mi carrera en mil palabras”. La verdad que para mí como editor resultó un libro muy atractivo y lleno de gracia.
s. Es realmente emotivo conocer los sentimientos de las personas, sus recuerdos, nostalgia y episodios de la vida estudiantil. En esa etapa todos somos auténticos y amamos los espacios, tal vez porque en ellos se dieron las situaciones y como comenta una autora “creo que aún siendo solo cemento y ladrillo, esas paredes serán el resguardo de emociones, conocimientos, experiencias, risas, tristezas, en fin”. Otra autora ingresa a Química sabiendo que esa era su vocación, pero dice: “más lo supe el día que conocí a los microorganismos”. Ese día supo que su pasión serían los bichitos, como cariñosamente los llama.
El recordar con nostalgia a los maestros: “y valoro aquella relación tan cercana de maestro-alumno donde el respeto y el afecto siempre estaban presentes”. Cuántas historias de amor, recuerdos y vivencias ahí. Otra autora: “vi encuentros y desencuentros, desarrollarse a jóvenes que ahora son reconocido profesionistas en la química y la ingeniería”. “Éramos  jóvenes y llenos de alegría y entusiasmo, y este no estaba reñido con el trabajo y el respeto”.
j. Pues esa es la esencia en la escritura de este libro: el tiempo y la vida. Los espacios y las personas. Esperemos que los lectores disfruten tanto su lectura como nosotros disfrutamos la realización de este cuaderno de recuerdos.
Diciembre 2009

viernes, 15 de junio de 2012

casino río arriba county


Foto Raisa Pizarro
Una señora en el casino Río arriba county

Por Arelí Chavira y Jesús Chávez Marín
 
Al caer la tarde, una mujer llamada Sophie Maldonado pisa la nieve al encaminarse al casino Río arriba county, donde matará cinco horas la soledad en las maquinitas. Tiene 72 años, vive sola. El dinero de la pensión alcanza para jugarse unos dólares cuatro días de la semana.

Al entrar, un pajuelazo de adrenalina estremece su cansado cerebro: la agitación de la gente que circula entre las máquinas traga monedas con sus luces y sus burbujas sonoras, conecta a la guapa anciana en una sensación de pertenencia: yo soy de aquí, soy la jugadora.

Sus tres hijos radican en ciudades lejanas y distintas, casi no la frecuentan. Tiene también siete nietos, aunque solo conoce a tres de ellos. Hace un mes pasó la Navidad sola en su enorme casa, cenó un sándwich y se acostó temprano.

Cuando juega, en cambio, no necesita más compañía en su concentrada atención: tiene su sistema, a veces ha ganado pequeñas fortunas y el latido del tiempo está en su corazón, en las luces del aparato, en los tonos planetarios que se oyen y en las dos copas de coñac que toma mientras apuesta un puñado de fichas metálicas que parecen monedas de plata.

A veces piensa en sus hijos, en el tiempo cuando fueron niños y dependían en todo de sus cuidados y su cariño. Se le humedecen un poco los ojos y  entonces, para distraerse, deja la máquina y da un paseo por los pasillos del laberinto dinámico del casino. Mira discreta a los señores que le parecen guapos: vaqueros con botas de armadillo azul y tejana fina. Jóvenes gallardos de pelo muy largo y pantalones de piel de ternera en cuyo centro se mira el contorno de su virilidad enérgica. Caballeros vestidos de esmoquin que al pasar dejan un rastro de loción lujosa. Indios con trenzas que parecen narrados por el escritor Marcial Lafuente Estefanía en alguna de las cinco mil setecientas novelas de aventuras que escribió.

Media hora más tarde, Sophie regresa a su máquina de juego. ¿Para qué irse más temprano o más tarde? Ella sabe que la única compañía que la espera son las voces y figuras de las cinco televisiones de su casa.

Enero en 2003

martes, 12 de junio de 2012

algunos poetas


Autora de la foto Raisa Pizarro
Guión para programa de radio en Radio Universidad

Por Jesús Chávez Marín


Como regalo de Navidad para la audiencia de Radio Universidad, este viernes compartiremos con ustedes poemas de Omar Khayyam, Rabindranath Tagore, Borges y Neruda, en las voces de Hildeberto Villegas, Lorena Sosa Rodríguez y la de un servidor.

Entra voz de Hildeberto Villegas:

Textos de Omar Khayyam
Nishapur, actual Irán, 1048-1131, poeta, matemático y astrónomo persa, escribió un tratado de álgebra y redactó reformas al calendario, peregrinó a La Meca. Libro: Rubaiyat, las cuartetas.

1. Cerca del amanecer oí, en sueños, una voz en la taberna que decía: Despertad, hijos míos, y llenad vuestra copa, antes de que el licor de la vida en su ánfora se agote.

2. Ya sea en Nishapur o en Babilonia, que la copa tenga vino dulce o amargo, el licor de la vida va rezumándose gota a gota. Las hojas del árbol siguen cayendo gota a gota.

3. Oh amada mía, dame la copa que libra el presente de futuros temores y remordimientos pretéritos. ¿Mañana?, bah, mañana puedo ser yo el mismo, con los sietemil años del ayer.

4. Y si el vino fuera un presente de Dios, ¿quién se atrevería a blasfemar de los ensortijados zarcillos de la vida? Si el vino es bendición, ¿por qué no recibirla? Y si maldición, ¿quién la impuso?

5. Ah, confortadme con vino. Y cuando muera, lavad piadosamente mi cuerpo. Entonces, amortajado con hojas de parra sepultadme en un hermoso jardín.

6. Ah, quién pudiera crear el mundo de nuevo y obligar al encargado del libro del destino a inscribir nuestros nombres en otra hoja sin tacha. O a borrarlos por completo.

7. Oh, amada mía, si pudiéramos tú y yo coger en nuestras manos el plan absurdo del universo, ¿no lo reduciríamos a polvo, para moldearlo según los designios de nuestro corazón?

8. Una mujer dijo: mi barro está reseco por un largo olvido. Llenadme del antiguo jugo familiar y veréis que inmediatamente me repongo.

9. Oh, luna de mi deleite; su aura en el cielo se alza una vez más. Cuántas veces, en los días venideros, volverá a bañar de luz este jardín, buscando en vano a alguno de nosotros.

10. La aurora: felicidad y pureza. Un inmenso rubí cintila en cada copa. Coge dos ramas de sándalo, haz con una de ellas un laúd y deja que la otra te perfume.

11. El alba vuelca sus rosas en la copa del cielo. En el aire del cristal se desgrana el canto del último ruiseñor. Y pensar que hay insensatos que en esta misma hora sueñan con riquezas y distinciones. Qué sedosa es tu cabellera, amada mía.

12. Caeremos en la ruta del amor y nos arrastrará el destino. Oh, mi pequeña. Oh, mi preciosa copa. Levántate y dame tus labios, antes de que me convierta en polvo.

13. Supongamos que hayas resuelto el enigma del universo, ¿cuál es tu destino? Supongamos que hayas arrancado a la verdad sus velos, ¿cuál es tu destino? Supongamos que hayas vivido feliz cien años y vayas a vivir otros cien, ¿cuál es tu destino?

14. La verdad y el error, la certeza y la duda no son sino palabras huecas. Irisadas o grises, esas burbujas son imagen fiel de la vida.

15. El vasto mundo: un grano de polvo en el espacio. La vana ciencia: palabras. Los pueblos, las bestias, las flores de los siete climas: sombras. El fruto de tu meditación: nada.
16. Los sabios no podrán enseñarte. Mas la caricia de unas pestañas de mujer te revelará la felicidad. No olvides que tu tiempo en la tierra está medido y que volverás al polvo. Trae vino, busca un refugio y deja que la vid te consuele.

(Hasta aquí los textos de Omar Khayyam).

(Voz, titular del programa: Villegas):

Rabindranath Tagore

Calcuta India, 1861-1941, poeta, narrador, filósofo, profesor, músico y pintor. Análisis del alma infantil, inspiración religiosa que va más allá de cualquier confesionalidad. Familia noble y cultivada. A los 17 años escribió su primer libro de poemas. Sus padres lo enviaron en 1978 a Reino Unido para estudiar derecho. Más tarde fundó una escuela a la que llamó La voz universal. En 1913 ganó el premio Nobel de Literatura. Sus libros los escribió siempre en bengalí, algunos en inglés. Su estilo tiene abundancia de imágenes simbólicas y un tono poético refinado y lírico, sonoro y colorista. Sus libros:
Manasí, 1880.
La nueva luna, 9103.
El jardinero, 1913.
Gitanjali, 1914.
El niño, 1915.
El cartero del rey, teatro, 1912.
El rey del salón oscuro, teatro, 1914.
Las piedras hambrientas, narrativa.

Voz (yo):

1. El principio
¿De dónde vine?, ¿dónde me recogiste?, preguntó el niño a su madre.
Ella respondió estrechando al niño contra su pecho:
Estabas refugiado en mi corazón como su anhelo, mi rey.
Estabas en las muñecas de mis juegos de niña. Y cuando cada mañana formaba yo con barro la imagen de mi Dios, a ti te formaba.
Estuviste guardado como en un relicario con nuestra deidad doméstica. Al adorarla, también te adoraba a ti.
Viviste en mis esperanzas y amores, en mi vida entera. Y en la vida de mi madre.
En el regazo del Espíritu inmortal que preside nuestro hogar te criaste.
Cuando en la infancia mi corazón abría sus pétalos, tu flotabas en torno suyo como una fragancia.
Tu tierna suavidad floreció en mis miembros juveniles, como un resplandor que aparece en el cielo antes del alba.
Consentido del cielo, gemelo de la luz matinal, flotaste en la corriente de la vida y encallaste en mi corazón.
Cuando contemplo tu cara, el misterio me abruma. Tú, que perteneces a todo, te hiciste mío.
Por temor a perderte, con fuerza te estrecho contra mi corazón. ¿qué magia enreda el tesoro del mundo en estos brazos míos?

2. Juguetes
Niño, qué feliz eres sentado en la tierra, jugando con una ramita de árbol toda la mañana.
Me hace sonreír tu juego.
Estoy ocupado en mis cálculos, sumando y restando cifras muchas horas.
Quizás me miras y piensas: qué juego tan tonto para desperdiciar la mañana.
Niño, ya he olvidado el arte de abismarme con ramitas y pelotas de barro.
Persigo juguetes costos y junto montones oro y plata.
Con cualquier cosa que hallas creas tus juegos alegres. Yo gasto mi tiempo y mi fuerza en cosas que a veces no llego a obtener.
Lucho por cruzar el océano del deseo con mi frágil barca. Y olvido que también yo estoy jugando.

3. Profesión literaria
Dices que mi padre escribe un montón de libros, pero lo que escribe yo no lo entiendo.
Te estuve leyendo toda la tarde, ¿pero lograste de veras comprender lo que quería decir?
Qué historias tan bonitas, madre, las que nos dices. Me sorprende que mi papá no pueda escribir así.
¿No le habrá contado su mamá cuentos de gigantes, hadas, princesas?
¿Los habrá olvidado todos?
Con frecuencia, cuando tarda en tomar su baño, tienes que ir a llamarlo cien veces.
Aguarda si mantienes su comida caliente. Pero el escribe y escribe, y se lo olvida todo.
Papá siempre juega a escribir libros.
Si alguna vez entro a jugar en su cuarto vienes y me gritas: que muchacho tan travieso.
Si hago el menor ruido me dices: ¿no ves que tu padre esta trabajando?
¿Qué chiste tiene escribir y escribir siempre?
Cuando tomo la pluma de mi padre, o su lápiz, y escribo en su cuaderno tal como el lo hace: a, b, g, i, m, ¿por qué te enojas conmigo, madre?
Pero no dices una palabra cuando papá escribe.
Cuando él desperdicia montones de papel, mamá, parece que no te importa.
Pero si yo tomo una hoja para hacer un barquito, me dices: niño, qué molesto eres.
¿Y qué piensas de papá cuando hecha a perder hojas y más hojas de papel con letras negras por todas partes de cada página?

4. Ángela
No me escondas el secreto de tu corazón. Dímelo. Soy tu amigo. Dímelo solo a mí. Dímelo con tu sonrisa tan dulce, no te oirán mis oídos, sino mi corazón.
La noche es profunda, la casa esta silenciosa. El sueño cubre los nidos de los pájaros. Anda, dime tú, en un llorar vacilante o en un tímido sonreír. Con tu dulce vergüenza, en tu dolor dulce dime el secreto de tu corazón. 

5. María I
Mi corazón, pájaro del desierto, ha encontrado su cielo en tus ojos. En tus ojos, cuna de aurora, imperio de estrellas, cuya profundidad se lleva mis canciones. Deja que me abisme en ese cielo, en esa solitaria inmensidad. Deja que entre a tus nubes, que se abran mis alas en tu sol.

6. María II
No te vayas, amor mío, sin avisarme. Toda la noche he estado despierto y ahora mis ojos se rinden. ¿Te irás mientras duermo? No te vayas, amor mío, sin decírmelo.
Me despierto con sobresalto y tiendo a ti mis manos. Te toco y me digo: es un sueño. Si pudiera enredar tus pies en mi corazón y amarrarte a mi pecho. No te vayas, amor mío.

7. María III
Si tu quieres dejaré de cantar. Si te asusto el corazón, quitaré mis ojos de tu rostro. Si fastidio tu descanso, me iré si te distraigo cuando estas cogiendo flores, me iré de tu jardín. Si  mis remos te alborotan el agua, no llevaré mi barca por tu orilla.

8.María IV
Desátame estos lazos de dulzura, amada mía. No me des más este vino de besos, que la niebla de tu pesado incienso me ahoga el corazón. Abre de par en par las puertas para que entre la luz de la mañana.
Estoy perdido en ti, preso en tus caricias. Sálvame de este hechizo para que de nuevo pueda ofrecerte mi corazón libertado. 

Voz de Lorena Sosa Rodríguez:

Jorge Luis Borges
Buenos Aires Argentina 1899, Ginebra Suiza 1986. Hijo de un profesor. Influido en su juventud por expresionistas alemanes y poetas ultraístas. Escribió en la revista Proa. También en Sur, revista dirigida por Victoria Ocampo, y Revista de occidente de José Ortega y Gasset, y en la revista Martín Fierro. Libros:
Fervor de Buenos Aires, 1923.
Luna de enfrente, 1925.
Cuaderno de San Martín, 1929.
Historia universal de la infamia, 1935.
Ficciones, 1944.
El aleph, 1949.
También compuso letras de tango y milonga. Fue profesor en Buenos Aires, director de la Biblioteca Nacional.

Entra voz:

1. Arte poética

Mirar el río hecho de tiempo y agua y recordar que el tiempo es otro río, saber que nos perdemos como el río y que los rostros pasan como el agua.

Sentir que la vigilia es otro sueño que sueña no soñar y que la muerte que teme nuestra carne es esa muerte de cada noche, que se llama sueño.

Ver en el día o en el año un símbolo de los días del hombre y de sus años, convertir el ultraje de los años en una música, un rumor y un símbolo.

Ver en la muerte el sueño, en el ocaso un triste oro, tal es la poesía que es inmortal y pobre. La poesía vuelve como la aurora y el ocaso.

A veces en las tardes una cara nos mira desde el fondo de un espejo; el arte debe ser como ese espejo que nos revela nuestra propia cara.

Cuentan que Ulises, harto de prodigios, lloró de amor al divisar su Itaca verde y humilde. El arte es esa Itaca de verde eternidad, no de prodigios.

También es como un río interminable que pasa y queda y es cristal de un mismo Heráclito inconstante, que es el mismo y es otro, como el río interminable.

2. A quien ya no es joven

Ya puedes ver el trágico escenario y cada cosa en su lugar debido; la espada y la ceniza para Dido y la moneda para Belisario.

¿A qué sigues buscando en el brumoso bronce de los hexámetros la guerra si están aquí los siete pies de tierra, la brusca sangre y el abierto foso?

Aquí te acecha el insondable espejo que soñará y olvidará el reflejo de tus postrimerías y agonías.

Ya te cerca lo último. Es la casa donde tu lenta y breve tarde pasa y la calle que ves todos los días.

3. El sur

Desde uno de tus patios haber mirado las antiguas estrellas. Desde el banco de sombras haber mirado esas luces dispersas que mi ignorancia no ha aprendido a nombrar ni a ordenar en constelaciones.

Haber sentido el círculo del agua en el antiguo aljibe, el olor del jazmín y la madreselva, el silencio del pájaro dormido, el arco del zaguán, la humedad.

Esas cosas, acaso, son el poema.

4. Poema de los dones

Nadie rebaje a lágrima o reproche esta declaración de la maestría de Dios, que con magnífica ironía me dio a la vez los libros y la noche.

De esta ciudad de libros hizo dueños a unos ojos sin luz, que solo pueden leer en las bibliotecas de los sueños los insensatos párrafos que ceden las albas a su afán. En vano el día les prodiga sus libros infinitos, arduos como los arduos manuscritos que perecieron en Alejandría.

De hambre y sed, narra una historia griega, muere un rey entre fuentes y jardines. Yo fatigo sin rumbo los confines de esta alta y honda biblioteca ciega.

Enciclopedias, atlas, el oriente y el occidente. Siglos, dinastías, símbolos, cosmos y cosmogonías brindan los muros, pero inútilmente.

Lento en mi sombra, la penumbra hueca exploro con mi báculo indeciso. Yo, que me figuraba el paraíso bajo la especie de una biblioteca.

Algo, que ciertamente no se nombra con la palabra azar, rige estas cosas. Otro ya recibió en las borrosas tardes los muchos libros y la sombra.

Al errar por las lentas galerías suelo sentir con vago horror sagrado que soy el otro, el muerto, que habrá dado los mismo pasos en los mismos días.

¿Cuál de los dos escribe este poema de un yo plural y de una sola sobra? ¿Qué importa la palabra que me nombra si es indiviso y uno el anatema?

Groussac o Borges, miro este querido mundo que se deforma y que se apaga en una pálida ceniza vaga que se parece al sueño y al olvido.

 5. Otro poema de los dones

Gracias quiero dar al divino laberinto de los efectos y de las causas por la diversidad de las criaturas que forman este singular universo.

Por la razón, que no cesará de soñar con un plano del laberinto.

Por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises.

Por el amor, que nos deja ver a los otros, como los ve la divinidad.

Por el firme diamante y el agua suelta.

Por el álgebra, palacio de precisos cristales.

Por las místicas monedas de Ángel Silesio.

Por Schopenhauer, que acaso descifró el universo.

Por el fulgor del fuego que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo.

Por la caoba, el cedro y el sándalo.

Por el pan y la sal.

Por el misterio de la rosa que prodiga color y que no lo ve.

Por ciertas vísperas y días de 1955.

Por los duros troperos que en la llanura arrean los animales y el alba.

Por la mañana en Montevideo.

Por el arte de la amistad.

Por el último día de Sócrates.

Por las palabras que en un crepúsculo se dijeron de una cruz a otra cruz.

Por aquel sueño del Islam que abarcó mil noches y una noche.

Por aquel otro sueño del infierno, de la torre de fuego que purifica y de las esferas gloriosas.

Por Swedenborg, que conversaba con los ángeles en las calles de Londres,

Por los ríos secretos e inmemoriales que convergen en mí.

Por el idioma que hace siglos hablé en Nortumbria.

Por la espada el arpa de los sajones.

Por el mar, que es un desierto resplandeciente y una cifra de cosas que no sabemos.

Por la música verbal de Inglaterra.

Por la música verbal de Alemania.

Por el oro, que relumbre en los versos.

Por el épico invierno.

Por el nombre de un libro que no he leído: Gesta Dei per Francos.

Por Verlaine, inocente como los pájaros.

Por el prisma de cristal y la pesa de bronce.

Por las rayas del tigre.

Por las altas torres de San Francisco y de la isla de Maniatan.

Por la mañana en Texas.

Por aquel sevillano que redactó la Epístola Moral y cuyo nombre, como el hubiera preferido, ignoramos.

Por Séneca y Lucano, de Córdoba, que antes del español escribieron toda la literatura española.

Por el geométrico y bizarro ajedrez.

Por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce.

Por el olor medicinal de los eucaliptos.

Por el lenguaje, que puede simular la sabiduría.

Por el olvido, que anula o modifica el pasado.

Por la costumbre, que nos repite y nos confirma como un espejeo.

Por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio.

Por la noche, su tiniebla y su astronomía.

Por el valor y la felicidad de los otros.

Por la patria, sentida en los jazmines o en una vieja espada.

Por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron el poema.

Por el hecho de que el poema es inagotable y se confunde con la suma de las criaturas y no llegará jamás al último verso y varía según los hombres.

Por Frances Haslam, que pidió perdón a sus hijos por morir tan despacio.

Por los minutos que preceden al sueño.

Por el sueño y la muerte, esos dos tesoros ocultos.

Por los íntimos dones que no enumero.

Por la música, misteriosa forma del tiempo.

6. Laberinto

No habrá nunca una puerta. Estás adentro y el alcázar abarca el universo y no tiene ni anverso ni reverso, ni extenso muro ni secreto centro.

No esperes que el rigor de tu camino que tercamente se bifurca en otro, que tercamente se bifurca en otro, tendrá fin. Es de hierro tu destino como un juez. No aguardes la envestida del toro que es un hombre y cuya extraña forma plural da horror a la maraña de interminable piedra entretejida.

No existe. Nada esperes. Ni siquiera el negro crepúsculo la fiera.

7. Las cosas

El bastón, las monedas, el llavero, la dócil cerradura, las tardías notas que no leerán los pocos días que me quedan.

Los naipes y el tablero, un libro y en sus páginas la ajada violeta, monumento de una tarde sin duda inolvidable y ya olvidada.

El rojo espejo occidental en que arde una ilusoria aurora. Cuántas cosas.

Limas, umbrales, atlas, copas, clavos, nos sirven como tácitos esclavos, ciegas y extrañamente sigilosas.

Durarán más allá de nuestro olvido. No sabrán nunca que nos hemos ido.

8. El bisonte

Montañoso, abrumado, indescifrable. Rojo como la brasa que se apaga, anda fornido y lento por la vaga soledad de su páramo incansable.

El armado testuz levanta. En este antiguo toro de durmiente ira, veo a los hombres rojos del oeste y a los perdidos hombres de Altamira.

Luego pienso que ignora el tiempo humano, cuyo espejo espectral es la memoria.
El tiempo no lo toca ni la historia de su decurso, tan variable y vano. Intemporal, innumerable, cero, es el postrer bisonte y el primero.

Voz (Villegas):

Pablo Neruda
(Neftalí Reyes Basoalto) 1904-1973, chileno. Escribió en la revista Claridad. A los 20 años escribió el libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada, 1924. Fundó la revista Caballo verde para la poesía. Libros:
España en el corazón, 1938.
Canto general, 1939.
En 1971 ganó el premio Nobel de literatura.
Su obra autobiográfica y póstuma: Confieso que he vivido.

1. En ti la tierra

Pequeña
rosa,
rosa pequeña,
a veces,
diminuta y desnuda,
parece
que en una mano mía
cabes,
que así voy a cerrarte
y llevarte a mi boca,
pero
de pronto
mis pies tocan tus pies y mi boca tus labios,
has crecido,
suben tus hombros como dos colinas,
tus pechos se pasean por mi pecho,
mi brazo alcanza apenas a rodear la delgada
línea de luna nueva que tiene tu cintura:
en el amor como agua de mar te has desatado:
mido apenas los ojos más extensos del cielo
y me inclino a tu boca para besar la tierra.

2. Oda a tus manos

Yo en el mercado
o en un mar de manos
las tuyas
reconocería
como dos aves blancas,
diferentes
entre todas las aves:
vuelan entre las manos,
migratorias,
navegan en el aire,
transparentes,
pero
vuelven
a tu costado,
a mi costado
se repliegan, dormidas, en mi pecho.
Diáfanas son, delgadas
y desnudas,
lúcidas como
una cristalería
y andan
como
abanicos
en el aire,
como plumas del cielo.
Al pan también y al agua se parecen,
al trigo, a los países de la luna,
al perfil de la almendra, al pez salvaje
que palpita plateado
en el camino
de los manantiales.
Tus manos van y vienen
trabajando,
lejos, suenan
tocando tenedores,
hacen fuego y de pronto chapotean
en el agua
negra de la cocina,
picotean la máquina aclarando
el matorral de mi caligrafía,
clavan en las paredes,
lavan ropa
y vuelven otra vez a su blancura.
Por algo
se dispuso en la tierra
que durmiera y volara
sobre mi corazón
ese milagro.

3. Déjame sueltas las manos

Déjame sueltas las manos
y el corazón, déjame libre.
Deja que mis dedos corran
por los caminos de tu cuerpo. 
La pasión –sangre, fuego, besos–
me incendia a llamaradas trémulas. 
¡Ay, tú no sabes cómo es esto!
Es la tempestad de mis sentidos
doblegando la selva sensible de mis nervios. 
Es la carne que grita con sus ardientes lenguas.
Es el incendio.
Y estás aquí, mujer, como un madero intacto
ahora que vuela toda mi vida hecha cenizas
hacia tu cuerpo lleno, como la noche, de astros.
Déjame libres las manos
y el corazón, déjame libre.
Yo solo te deseo, yo solo te deseo. 
No es amor, es deseo que se agosta y se extingue,
es precipitación de furias,
acercamiento de lo imposible.
Pero estás tú,
estás para dármelo todo,
–y a darme lo que tienes a la tierra viniste–
como yo para contenerte,
y desearte
y recibirte.

4. Oda al secreto amor

Tú sabes
que adivinan
el misterio:
me ven.
nos ven,
y nada
se ha dicho,
ni tus ojos,
ni tu voz, ni tu pelo,
ni tu amor han hablado,
y lo saben
de pronto,
sin saberlo
lo saben:
me despido y camino
hacia otro lado
y saben
que me esperas.
Alegre
vivo
y canto
y sueño,
seguro
de mí mismo,
y conocen,
de algún modo,
que tú eres mi alegría.
Ven
a través del pantalón oscuro
las llaves
de tu puerta,
las llaves
del papel, de la luna
en los jazmines,
el canto en la cascada.
Tú, sin abrir la boca,
desbocada,
tú, cerrando los ojos,
cristalina,
tú, custodiando
entre las hojas negras
una paloma roja,
el vuelo
de un escondido corazón,
y entonces
una sílaba
una gota
del cielo,
un sonido
suave de sombra y polen
en la oreja,
y todos
lo saben,
amor mío,
circula entre los hombres,
en las librerías,
junto a las mujeres,
cerca
del mercado
rueda
el anillo
de nuestro
secreto
amor
secreto.
Déjalo
que se vaya
rodando
por las calles,
que asuste
a los retratos,
a los muros,
que vaya y vuelva
y salga
con las nuevas
legumbres del mercado,
tiene
tierra,
raíces,
y arriba
una amapola,
tu boca:
una amapola.
Todo
nuestro secreto,
nuestra clave,
palabra
oculta,
sombra,
murmullo,
eso
que alguien
dijo
cuando no estábamos presentes,
es sólo una amapola.
Amor,
amor,
amor,
¡oh flor secreta,
llama
invisible,
clara
quemadura!

5. Mariana
Hoy me he tendido junto a una joven pura
como a la orilla de un océano blanco,
como en el centro de una ardiente estrella
         de lento espacio.
 De su mirada largamente verde
la luz caía como agua cristalina,
en transparentes y profundos círculos
         de fresca fuerza.
Su pecho como un fuego de dos llamas
ardía en dos regiones levantado,
y en doble río llegaba a sus pies
         leves y claros.
Un clima de oro maduraba apenas
las diurnas longitudes de su cuerpo
llenándolo de frutas extendidas
         y oculto fuego.

Diciembre 2010