sábado, 6 de octubre de 2018

Liza en El Congreso

Autora de la foto Lizeth Cárdenas
Liza en El Congreso
Por Jesús Chávez Marín
La vida profesional de la escritora Liza Di Georgina, quien hoy presenta su obra literaria en el Congreso de Chihuahua, tiene tres vertientes: como autora, editora y librera, comercializadora de libros. Y esas tres líneas de trabajo las inició desde que era muy joven, como una artista de vocación temprana y firme.
A mediados de los años noventas del siglo pasado, siendo quinceañera, ya era invitada a congresos literarios y aparecía con sus manos llenas de sus libros que había escrito, entre ellos uno que se llama Cuando caen las hojas, editado y publicado en forma artesanal. Los vendía uno por uno en esos lugares en los que resulta bien difícil venderlos, ya que por lo regular los escritores no compran los libros de sus colegas, o por desdén o porque de plano andan siempre a la última pregunta, sin dinero ni para un café. Todo mundo sabe que el negocio de escribir produce muy escasas ganancias económicas.
En una entrevista que le hicieron, la autora relata en forma sencilla ese trabajo de iniciación: “ese libro lo manufacturé en mi máquina de escribir y lo mandé fotocopiar, luego lo cosí con una aguja para pavos y pinté con tinta china cada una de las portadas, quedé con las manos destrozadas pero definitivamente nada me iba a detener".
Con gran soltura Liza vendía el tiraje completo de sus preciosos volúmenes que ahora ya son de colección, escritos con seriedad y producidos con gracia. Muy pronto empezó también a editar y a publicar obra de otros autores, con el mismo entusiasmo y talento y, sobre todo, su gran amor a la literatura.
Cuando un lector hace el trascurso de lectura por los libros de Liza Di Georgina, puede ver el reflejo de su vida de niña, mujer joven, madre de dos hijas y esposa diligente, que es un panorama cercano a la vida de las mujeres en la frontera norte de México, con sus gozos y su grandes tragedias. Eso puede verse incluso en sus libros de literatura para niños, que es una de las varias regiones de su literatura y en las que ha alcanzado gran prestigio y una multitud de lectores. En este oficio difícil de escribir para niños ha ganado reconocimientos; por ejemplo, en el 2009 fue ganadora en el VII Concurso de cuento infantil de Otxarkoaga en Bilbao, España.
Como mujer de pleno siglo 21, la escritora tiene una gran capacidad de comunicación; no solo ha ejercido diferentes géneros de literatura, y los distintos formatos editoriales, también por supuesto los distintos medios. Su segundo libro lo publicó en internet: se trata de El último confín, un cuento largo o novela breve de literatura fantástica.
Además de ir afinando su gran sensibilidad de artista, la joven escritora fue puliendo su oficio de editora. Su tercer título fue una novela, Ángeles y palomas, un diario de viajes con una romántica historia oculta. Para la publicación de este libro Liza decidió abrir formalmente su editorial y el libro recorrió diversas latitudes: ciudades de Chihuahua, Texas, Nuevo México y Los Ángeles en Estados Unidos, Belice, España y Malasia.
Liza vive la literatura a plenitud, es protagonista y autora, personaje de sus propios relatos y pensadora que registra aspectos de la vida personal y la vida social, su pensamiento es nítido y estructurado. Con sencillez expresa su poética con estas palabras: “Escribir es mi vocación, mi oficio, lo que hace que mi vida tenga sentido, no el de publicar o ser reconocida, sino el intenso acto de tomar las palabras y moverlas como las piezas de un rompecabezas, hasta que se acomoden suavemente entre sí y revelen bellamente una idea”.
En los años recientes, además de cultivar su parcela más natural de narradora de cuentos y novelas, Liza se ha dedicado a la llamada literatura infantil, género que es considerado el de más difícil escritura.
Escribir para lectores niños presenta peliagudas dificultades. Primero que nada tiene que construirse un punto de vista delicado, fino, libre del paternalismo que desde la perspectiva de un adulto suele referirse a los niños como chiquitos, inocentes a priori, a veces casi como un poco idiotas. Se produce para ellos un lenguaje condescendiente que en el fondo los menosprecia de maneras sutiles o groseras.
Los cuentos de Liza Di Georgina, por el contrario, están redactados con una mirada horizontal, un lenguaje que es amistoso de verdad, y no desde una falsa ternura llena de animalitos. Por ejemplo, hay un cuento en el que se trata de manera divertida el problema del insomnio, sombra que uno considera tema exclusivo de los adultos, pero aplicado a un niño atormentado. La autora no escribe aquí lamento ni melodrama, sino que maneja el relato con estoicismo y magnífico humor.
El cuento se llama El “Remedio para el insomnio con Eme”. Uno de los personajes se llama Emiliano, es un niño a quien todos le nombran Eme. En uno de sus parlamentos, ya de plano angustiado por el problema, lo miramos de madrugada con los ojos abiertos: “Eme no quería dormir como un lirón, porque no sabía ni qué diantres era eso. Pero lo que sí quería era dormir como un Eme”.
Y es que esta autora no escribe mentiras edulcoradas de las que el típico mercado de la literatura infantil suele ofrecer, ese mundo idílico y enajenante que preserva el mito de la inocencia feliz. Al contrario, se mete de lleno a los problemas reales de la gente de todos los espacios y su visión crítica está incluida en su literatura para niños. Veamos esta reflexión que viene en otro de sus cuentos llamado “La pelota”. Aquí el personaje es un niño de 7 años, que dice esto:

Pero a la gente pobre como nosotros no le llegan las oportunidades, nosotros las vemos pasar como un tren que no se para, como el aire, como un sueño muy lejano... y lo más triste es que sí las vemos, pero sabemos que no son para nosotros.

Ese cuento, por cierto, es tristísimo y más aún porque sabemos que el hecho que se relata sucedió en la vida real y está documentado por los periódicos del mundo: un guardia de migración disparó con un rifle de alto poder y mató a un niño que se había cruzado la línea fronteriza por su pelota que se le había ido para el otro lado. Liza relata magistralmente este suceso, en un texto muy estoico y exacto, sin lloriqueos ni aspavientos de horror, desde el punto de vista de un personaje niño.
Es asombrosa también la mirada de Liza Di Georgina sobre las conductas humanas, y la manera genial como las relata. Mirando a los niños jugar, uno a veces no recuerda la propia infancia, cuando los juguetes eran más que juguetes, sino parte de la propia identidad, del alma y su lenguaje. Aquí va un fragmento de otro de sus cuentos, “Fortunato y la ballena azul” que ilustra esto de forma muy precisa:

Esa ballenita azul llegó a encarnar a más personajes que ningún otro juguete. A veces era una ballena astronauta, otras una ballena científica, o ballena detective, ballena bailarín, ballena mago, ballena doctor, ballena piloto, ballena ballena y muchos más. El hecho de vivir en el mar y no tener patas jamás limitaron a la atrevida ballena. Fortunato en el fondo sentía que su pequeña ballena tenía alma, si no, ¿cómo podía ser tan divertida y perfecta en tantos personajes.

Es un gran orgullo para Chihuahua tener a esta clase de escritora que es Liza Di Georgina. Me alegra que la tenemos hoy de visita en esta ciudad. Ella vive en ciudad Juárez y es una gran viajera: el año pasado, por ejemplo, hizo una gira por varios países de Latinoamérica como librera, como autora, como una mujer de su tiempo sabia, fuerte y carismática.

Septiembre 2016

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