viernes, 20 de abril de 2012

escritores con credencial



Cuatro kilos de rimas en un portafolios

Por Jesús Chávez Marín

Existe en la ciudad de Chihuahua un grupo de personas físicas que desde hace años han intentado formar, según ellos, una corporativo literario al que llaman Sociedad de Escritores Chihuahuenses A.C. Como mafia no han logrado consolidarse –por más que se desesperan y sufren– porque además de que la mayoría de ellos no escribe ni papa, sucede también que a ellos simple y sencillamente nadie les hace caso.

Este grupo, mensualmente más disminuido, se reúne cada semana en algún recinto oficial que a esas horas no tenga mucho movimiento y se ciñen religiosamente a la siguiente orden del día:

8:35 de la noche, lectura del acta anterior.
8:50, plática de chistes colorados tan antiguos que seguramente ya se los contaba don Plutarco Elías Calles a su cómplice Gonzalo N. Santos después de arduas reuniones de trabajo o bandidaje a los que se dedicaban, según ellos en pro de la patria.
9:55, Conchita Landapérez, la miembra más joven de la asociación y experta en feminismo indígena, lee su último poema que lleva por título “Pero ay qué bonitas eran las margaritas de Van Gogh”.
10:10, todos los escritores, al borde del asma por la emoción o por la edad, hacen comentarios del poema anterior:

—Permítame felicitarla y besar con todo respeto su delicada mano, es usted una consumada poetisa, señorita Landapérez.
—No, yo primero: quiero decirle que su versificación de arte mayor debería ser un ejemplo eterno para todos esos palurdos que se mantienen escribiendo dizque verso libre y no son más que unos mariguanos y hasta los premian.

Y así continúan varios minutos de insignes comentarios que omitiremos por esta ocasión porque demasiada pericia podría causar empacho a nuestros lectores, tan poco avezados a la ciencia literaria.

10:35 de la noche, el doctor Ernesto Vizconde consume el último bocadillo que queda en la charola de plata.
10:40, el ingeniero Manuel López Chacón lee un breve informe dadaísta acerca de los a la región serrana y la cultura milenaria de los masculáis, factores para la geografía y para historia universales por él descubiertos en una de sus expediciones.
10:44, el doctor Bonifacio Mejía se dispone a tomar la palabra para platicar un verdadero drama que le sucedió a un amigo suyo que se andaba divorciando y su señora se volvió pero no se imaginan ustedes qué tan... pero antes de que pronunciara la primera palabra, fue interrumpido por la ilusoria presencia de quien escribe esta reseña:
10:45, mejor ya vámonos, ya se durmió don Epifanio Candelario y mañana tenemos que madrugar para estar puntualitos a eso de las once en nuestros respectivos consultorios, oficinas, aulas, o de perdida en el café París donde somos habituales distinguidos.

El domingo siguiente, los sonetos y las anécdotas muy chuscas tan bellamente escritas de estos esforzados escritores aparecerán en la sección F del periódico, en primera plana, a todo color y con tipografía grande, y serán la delicia de tantos lectores ayunos de florilegios con los que estos próceres ilustran al vulgo y también a uno que otro lector.

Abril 1992

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