Martha Penner en concierto, con la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Chihuahua
Por Jesús Chávez Marín
El 21 de mayo de 2004, en el marco del
Festival de las tres culturas, se realizó el concierto de gala de la Orquesta
Sinfónica de la Universidad Autónoma de Chihuahua con la mezzosoprano Martha
Penner, espléndida artista nacida en ciudad Cuauhtémoc.
Durante once
años, a la mitad de cada primavera en el mes de mayo, ciudad Cuauhtémoc ha
celebrado su ya muy famoso Festival de las tres culturas, donde se realizan y
se manifiestan expresiones artísticas de esta región que en años recientes ha
tenido un florecimiento extraordinario en la pintura, la literatura, la
fotografía y la música.
Durante el mes se
han realizado obras de teatro, exposiciones, presentaciones de libros,
conciertos, recitales, verbenas populares, conferencias, espectáculos de
narrativa. En este ambiente que es reflejo del dinamismo y energía que
caracteriza a la ciudad de Cuauhtémoc y a toda la región que la circunda, la
Universidad Autónoma de Chihuahua participa, como cada año, con el arte de su
Orquesta Sinfónica.
En el concierto
de esa noche fue un lujo la voz diamantina de la maestra Martha Penner, quien
estudió dirección coral con Robert Shaw, en la Orquesta Sinfónica de Winnipeg,
Canadá. Ella tuvo como principal tutora de canto por tres años a la soprano
Henriette Schellenberg. En esa época trabajó también con otros grandes
maestros. Obtuvo su licenciatura en música sacra en la Canadian Menonite
University. Ha realizado conciertos en México, Estados Unidos y Canadá y ha
grabado tres discos.
Escucharla esa
noche fue una hermosa experiencia artística. El programa estuvo compuesto con fragmentos
de ópera, oratorios y canciones de música popular.
Ese acto dejó huella
profunda en el ánimo de quienes escuchamos. La experiencia estética no es
exclusiva de los ejecutantes, de los cantantes, de los músicos. Pertenece
también a los oyentes, al auditorio, al público que asiste y participa en la emoción,
que solo así alcanza su ciclo completo de expresividad.
En los niños y los
jóvenes, el espectáculo de una orquesta, una cantante de tan voz tan fina, resulta
inolvidable, se queda en el pensamiento, en la memoria de los individuos y de
las comunidades como parte de una herencia espiritual.
En una sociedad
como son las nuestras en los inicios del siglo XXI que parece inundada de
imágenes degradantes, violencia y vicio, plástico y ruido, la presencia de los
artistas, la armonía de la música son lenguaje distinto, territorio de
serenidad y esperanza.
Mayo de 2004
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