lunes, 29 de septiembre de 2014

Queremos tanto a Glenda

Diez relatos de Cortázar

Por Jesús Chávez Marín

En agosto de 1980 Julio Cortázar vino a México. Una de sus actividades en esa visita fue revisar personalmente la edición de su más reciente libro Queremos tanto a Glenda, que en ese mes se terminó de imprimir. El libro es una colección de diez cuentos, distribuidos en tres partes nítidamente definidas por el tipo de relatos que conjunta.
            La primera parte incluye tres cuentos que cifran un mundo privilegiado. Así, en Orientación de los gatos son posiblemente las galerías de arte, los discos refinados, objetos desde donde se formulan espacios metafísicos que habitan los enigmas de Alana. En el segundo relato, Queremos tanto a Glenda, un grupo de magnates juega a crear la perfección sin necesidad de plantearse problemas de dinero para tener los juguetes a la mano (jets, computadoras, laboratorios). El personaje-narrador es colectivo, un grupo de amantes a ultranza del buen cine que, sin escatimar recursos, emprende la tarea de corregir todos los films de la actriz Glenda Garson. En su labor descubren que la perfección puede ser de este mundo, sin interferencias éticas upside que impidan un trivial asesinato. Dentro de Historia con migalas, se desplazan al acecho dos mujeres con un pasado de bibliotecas y un presente de violencias, recursos y estrategias (¿terroristas?) que tienen acceso a oportunos contactos internacionales y a cómodos escondites en Holanda o en el Caribe.
            En los tres cuentos el mundo es propio y cercano. Mundo perfecto, aunque contaminado por la incidencia de un presente donde aún persiste la insatisfacción, la clandestinidad, la culpa final. El narrador y el punto de vista es en la primera persona del plural, donde se esconden voces que quieren ser clandestinas. En un lenguaje oblicuo se cifran una serie de sugerencias que van tejiendo la significación total del relato y delinean la intención de anonimato del personaje narrador. En ciertos momentos se escuchan tonos de Edgar Allan Poe. Hay, incluso, referencias explícitas a su obra: una cita de La carta robada o Alana y su negro gato que se parecen a El Cuervo y Eleonora.
            La segunda parte del libro presenta tres relatos de matiz político, con una postura ideológica explícitamente asumida. El penoso mundo de la clandestinidad se siente al leer Texto en una libreta. El gradual descubrimiento de un organizado y creciente grupo de personas (¿perseguidos políticos?, ¿activistas?) que se esconden y habitan en el metro de Buenos Aires. Recortes de prensa registra la infructuosa lucha legal y documentaria que denuncia la violencia extrema de tortura y asesinato político en Argentina. Se narra paralela otra historia de violencia diferente (una relación sádica) que ocurre en el "tiempo" del relato. En el tercer cuento, Tango de vuelta, uno de los personajes arma como a un rompecabezas los retazos de historia que le cuenta su amante: el dramón melodramático de una mujer que abandona a su esposo, exiliado pobretón, para conseguir la seguridad civil y económica en un nuevo matrimonio. El regreso de aquel. La muerte.
            En estos tres relatos se incluyen textos que están "redactándose" en el tiempo de la narración. El narrador está escribiendo el documento al momento de la lectura y al mismo tiempo está siendo afectado, amenazado, por los hechos que relata. O bien, le suceden dentro del tiempo narrativo peripecias que, en otro momento, nos va dando a leer; o va formulando, "escribiendo" la historia en la que él mismo intervino casualmente.
            Augusto Roa Bastos usa en su novela Yo, el supremo este recurso de la escritura como personaje dinámico dentro del tiempo narrativo. Aquí Cortázar lo asume encontrándole modalidades interesantes al circunscribirlo a la densidad del cuento y a un tiempo presente más cercano.
            En la tercera parte hay cuatro relatos. El primero, Clone, introduce la idea de un elemento de la ciencia ficción para ajustar la acción al molde de la Ofrenda musical de Juan Sebastián Bach. El personaje es colectivo: ocho cantantes que integran un grupo coral, juegan al amor en parejas eventuales e intercambiables, desempeñan su rol-lenguaje dentro del grupo-texto. Luego vienen los celos y un asesinato. En Graffiti, una historia de amor se dibuja en la descripción e interpretación de signos gráficos: las pintas clandestinas en los muros de una ciudad donde ya no se sabía de qué lado estaba verdaderamente el miedo, donde la represión a ultranza se ejerce contra las mínimas manifestaciones. En Historias que me cuento, la ficción es pensada por el protagonista, pero escapa de su control y se entrecruza con el plano de su propia realidad. Anillo de Moebius formula, a partir de las teorías geométricas, la actitud de dos personajes (el uno que viola a la otra) ante el mismo suceso violento que protagonizan. La fusión de los dos planos-pensamientos sucede más allá de la muerte de los dos personajes al torcerse el cuello, la doblez oblicua del anillo.
            Julio Cortázar destila en este libro la escencia de sus laboriosas búsquedas. Parece que ante cada trabajo se obligara rigurosamente a crear entidades nunca antes alcanzadas. Desde la perspectiva actual, puede verse que sus mejores logros (y a pesar de su multicitada Rayuela) están en el cuento, en el relato corto. Territorio donde no se le sigue de cerca ningún autor que escriba en español. Género que no ha sido suficientemente transitado a pesar de la riqueza poética que contiene.

Diciembre de 1980

1 comentario:

  1. Cuando salió este libro de cuentos escribí esta crónica de mi lectura y la publiqué en el suplemento Tragaluz aventuras y resonancias dominicales, del periódico Novedades de Chihuahua.

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