viernes, 18 de mayo de 2012

marzo 1994


La acción de los violentos

Por Jesús Chávez Marín

La violencia es lo primero que nos inunda cuando se acaban las ideas y los argumentos. En la condición humana llevamos el germen de este demonio desventurado y, en las sociedades que construimos, nuestra insensata imaginación llena con símbolos de muerte los juguetes de los niños, las pantallas de nuestras visiones y las notas rojas de rencor colectivo.

A las siete de la tarde, el miércoles 23 de marzo de 1994, un joven de 23 años, fanatizado (y quizá contratado) asesinó con una pistola calibre 38 al señor Luis Donaldo Colosio en el escenario trágico de Lomas Taurinas de la ciudad de Tijuana. En el ambiente se oía una canción tropical cuya letra dice: “Oye José ven pa’acá, cuidao con la culebra…”.

El hombre que murió tenía 44 años de edad, su muerte le llegó en un acto de su campaña política como candidato a la presidencia de la república postulado por el Partido Revolucionario Institucional.

¿Qué pasiones oscuras, qué locura iluminada, qué ambiciones desmedidas impulsaron aquellos dos balazos cobardes contra un hombre público? El presunto asesino es Mario Aburto Martínez, alias El Muertero mexicano. Fue atrapado en la misma escena del crimen y los judiciales le salvaron la vida al llevárselo rápido, porque la gente empezó a golpearlo y a exigir venganza. Qurían lincharlo.

Todo cabe en la imaginación. Las conjuras para las tomas del poder, el juego sucio del llamado México Bronco, la consultoría criminal de las decisiones en frío que implican  a la muerte en un ajedrez delirante.

Pero esta vez la imaginación no debería ser el generador de las palabras.

Lo que en este momento necesitamos es la información clara, la mente generosa y honesta, el corazón organizado para analizar estos hechos trágicos. Aislar completamente a este brutal suceso y examinarlo con atención. Sin la carga de los rencores, sin la costumbre perversa de la paja en el ojo  ajeno.

“No hablaré aunque me torturen”, dijo el (presunto) asesino.

La pólvora se marcó en sus manos y en el delirio de su captura anuncia que no dirá nada. ¿Qué es todo lo que tendría que decir? No él solo: todos los mexicanos tendremos que hablar y enderezar nuestros equivocados destinos.

Marzo 1994

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