lunes, 5 de julio de 2010

kalimán


Un episodio de Kalimán

Por Jesús Chávez Marín

A finales de los años cincuentas y principios de los sesentas, a la una de la tarde, muchos niños en la ciudad de Chihuahua, recién saliendo de clases de la escuela primaria, escuchábamos el radio en la estación xebu la norteñita. Salía un episodio más de la radionovela Kalimán el hombre increíble. En la entrada musical del programa sonaba el inicio de la quinta sinfonía de Beethoven y un locutor anunciaba con dramatismo: Kaa-li-mán. Tierno con los niños. Galante con las mujeres. Implacable con los malvados. Así es: Kalimán: ¡el hombre increíble! Con la magistral actuación de los primeros actores Andrea Palma en el papel de la princesa Ligeia; Augusto Benedico interpretando al conde Bartock. Mario Humberto Chávez en el papel de Solín. Y en el papel de Kalimán: ¡el propio Kalimán! Así lo anunciaba y eso daba un toque de realismo al relato radiofónico.

Años después se supo que la voz del famoso héroe yogui la hacía el actor español mexicano Luis Manuel Pelayo.

Con muy efectiva capacidad de síntesis, el locutor narraba los hechos recientes de la saga: En el capítulo anterior, la reina Ligeia estaba a punto de caer a la celada terrible que para ella prepararon los esbirros del malvado conde Bartock. El pequeño Solín, por su lado, volaba hacia el abismo de la desesperación al no poder salvarla, sabiendo que Kalimán andaba muy orondo de visita en el lejano oriente, concretamente en China, caminando tranquilo por la gran muralla, y sería imposible que pudiera salvarla.

Pero en esos mismos instantes, nuestro héroe se preparaba física y mentalmente para realizar ¡el actus mortis!

Tres minutos antes de que llegaran los comerciales, iniciaba el nuevo episodio:

Kalimán, ¿qué haces aquí? Pensé que andabas en la China lejana y misteriosa. Pero por otro lado, qué bueno que viniste, porque la princesa Ligeia está en extremo peligro.

Serenidad y paciencia, mi pequeño y valiente amigo. He de decirte que aún estoy en China, en la gran muralla O sea: mi cuerpo. Mediante el kantra del actus mortis he logrado llegar a este valle de la muerte para impedir que Bartok logre sus malvados propósitos.

Respiro entonces, maestro. Sé se que habrás de salvar a la hermosa Ligeia.

Con la misma serenidad y relajamiento, el locutor cumplía de nuevo su papel de narrador: Kalimán, o su espíritu mismo, se desplaza con ligereza hasta donde transita la linda y ojiverde princesa Ligeia, quien jamás se hubiera imaginado el peligro que la acechaba y el destino terrible que le hubiera deparado la suerte al caer bajo la esfera de dominio del terrible vampiro. Nicomedes, el vasallo incondicional del tenebroso conde Bartock, esperaba complacido el desenlace casi ineludible, cuando de pronto aparece Kalimán. La esmeralda en su turbante de lino brilla como un tigre entero; la silueta de su cuerpo se proyecta en el follaje de los árboles gigantescos. Parece una pantera de sombra. Los ojos de Kalimán, su mirada penetrante, se clavan como un puñal en la frente del esbirro, quien retrocede asustado.

Kalimán, ¿qué haces aquí, maldito? Creí que te habíamos mandado a la China. Que andabas de turista en aquel país helado y milenario.

Eso quisieras tú, cobarde, que con una dulce joven usas toda la fuerza de tu malvado corazón.

Sabes bien que no tanto yo, sino mi amo, el conde Bartock, es quien elaboró la estratagema. Yo obedezco órdenes.

Lo mismo peca quien mata la vaca tanto como el que le sostiene la pata o viceversa, como dice mi compadre mexicano, Raúl.

Pues de todos modos, no podrás salvar a la meliflua Ligeia con tu yoga de a peso. No eres más que un hombre mostrenco vestido con sábanas y kimonos.

De nuevo el narrador tomaba la batuta: con esas palabras aludía Nicomedes al atuendo blanco que Kalimán viste día y noche, que a la luz del sol en aquella alborada de junio brilla como plata, como luna, como espejo.

Y entonces, sin que mirada alguna hubiera podido percibir su movimiento, Kalimán, a increíble velocidad, sube la montaña hasta llegar al lado de la hermosa y frondosa Ligeia, una fracción de segundo antes de que un alud de cuarzos y metales caiga sobre su dulce cuerpo, que la fuerza de aquellas piedras en su gravedad hubieran sin duda destruido.

En transición inmediata, después de aquella acción heroica precisa y metafísica, se oía la primera ronda de anuncios comerciales. Con música ranchera, un grupo cantaba: Siga los tres movimientos de Fab, remoje, exprima y tienda. Luego el siguiente: La masa Maseca rinde mucho más; un kilo de Maseca mire lo que da: 80 tortillas para preparar enchiladas y tacos, pero ya. También la voz de seda aguardentosa de Enrique Rocha anunciaba: Fume Faros, son re buenos y nada caros.

Con agilidad similar a la del famoso yogui hindú mexicano, la producción radiofónica retoma la historia con ritmo dramático: Esa misma tarde Solín y la dulce Ligeia vuelven a pedir consejo a su famoso padrino y mentor Kalimán. Con paciencia de santo y de mínimo y dulce Francisco de Asís, nuestro héroe les contesta con versos de Omar Khayyam: vivan con intensidad el fugaz instante de la vida. Mientras tanto, con maldad inverosímil, el vampiro Bartock destilaba ira y veneno para llenar de tinieblas a quien se le pusiera enfrente, ayudado con mansedumbre y eficiencia por Nicomedes, su asistente, quien al referirse al adolescente Solín, le llamaba “pequeña sabandija”. Con otras dos rondas de mensajes mercantiles, llegaba el final de cada episodio de media hora.

Con voz amistosa, y a la vez poniéndole mucha crema, el locutor preguntaba al micrófono como al oído de la seducida audiencia, formada en su mayoría por niños y también por numerosos adultos: ¿Podrá Kalimán regresar su espíritu y presencia desde aquí hasta China, donde su cuerpo sin respiración lo espera, a él o a la muerte?; ¿volverá otra vez a lograr completo el peligroso acto de yoga del actus mortis, mediante el cual se desdobla en increíble viaje astral a la velocidad del relámpago?; el amor secreto que Ligeia siente por el caminante y aventurero, ¿logrará enlazar a Kalimán en la trampa confortable del cariño y de la estabilidad en una venturosa unión que lo lleve a reposar de tantas tormentosas batallas físicas y espirituales?

No se pierda el siguiente capítulo de Kaa-li-máan: ¡el hombre increíble! Descúbranlo ustedes mismos mañana, a la misma hora y en esta misma estación.


Junio 2010.

domingo, 4 de julio de 2010

amorcito


Voluntad de amor

Por Jesús Chávez Marín

En breves palabras el maestro Jesús de Nazareth dio esta lección inolvidable: ámense los unos a las otras, dijo, las unas a los otros, amen al prójimo como se aman a sí mismos.

Veinte siglos después contemplamos los valles, montañas, ríos de nuestra tierra, donde habitan hombres, mujeres y animales. Y el espectáculo a veces parece terrible: humo, basura, guerras, un fabuloso charco de oro estancado en propiedad absoluta de unos cuantos locos imprudentes y mucha gente muriendo de hambre en la periferia de las ciudades. Este colosal desamparo no fue generado por el amor, por supuesto, sino por la desdicha.

Para nuestra fortuna, existe también el otro hemisferio de la luna: a nuestro lado viven también los artistas que empeñan su pasión y su existencia en crearnos lugares hermosos para vivir, palabras nuevas donde hallaremos formas de expresión para el amor y para la buena suerte; médicos cuya ciencia salva la vida y sana a los hijos; maestras que presentan todos los días en la escuela cifras y palabras nuevas.

Hay una cantidad casi infinita de criaturas, edificios y máquinas, fulgor del mundo. Fueron creadas por gente laboriosa y así seguimos construyendo todos los días con la paciencia de nuestro trabajo los objetos y las ciudades donde habrán de vivir los seres humanos. Son los frutos del alto amor que nos enseñaron nuestros mayores con su talento y nobleza.

Y es que el amor requiere talento. Hay que aprenderlo. Hay que educarnos para amar. No es tan natural como pudiera parecer, requiere el artificio, la técnica, el arte con el que fueron forjados las pirámides mayores, los templos, monumentos, computadoras de la vigésima generación.

No se vale improvisar. El amor hemos de cultivarlo como a un campo venturoso, con disciplina y pasión. No se trata de esperar y que algún día nos llegue como encantamiento.

No creo en los amores platónicos, los que nos hacen sufrir en carne viva la ausencia de la persona a quien amamos en secreto, en silencio, sin palabras, sin hacer nadita de nada por alcanzarlo: así amamos de lejos a nadie y nos creamos una mentira hermosísima a quien le ponemos rostro y medidas 90-60-90 de la mujer a la que no alcanzaremos por ineficientes, por cobardes y por nuestra pereza mental que no se decide a usar la imaginación.

Quienes se han esforzado por aprender el delicado mecanismo de la seducción, leyeron una tonelada de libros, para empezar. Respiraron con buen ritmo, meditaron, pensaron. El arte de la seducción es un mar de imágenes, nadie puede saberlo todo. Pero los tercos tuvieron siempre viva la curiosidad y la capacidad para inventar formas, veredas y planes que conducían a la presencia de su amor.

En libros he leído que los más efectivos objetos de seducción son los más sencillos, los clásicos: las flores, el vino, aceite de olivo para ungir los pies cansados de quien se ama; la ternura serena donde el ser humano reposa; la lealtad firme que no asfixia la libertad propia ni la de la pareja; respeto cotidiano por la vida, la profesión, pensamientos, ideas y costumbres del otro o de la otra; el contacto y el gozo de la naturaleza, árboles, atardeceres, el perfume de las flores y de los cuerpos y, sobre todo, la libertad compartida y personal de dos enamorados.

En las obras famosas de la literatura pareciera que los protagonistas más notables son los amores fracasados. Y leemos historias cargadas de ansiedad y de tragedia: Calisto y Melibea murieron; también Romeo y Julieta; en La insoportable levedad del ser, los celos pudrieron de rencor los corazones; en El amor en los tiempos del cólera el amor se cumplió ochenta años después de un barco cuya bandera era una señal de muerte. Nos hicieron estética la derrota del amor.

Pero yo sé que en la vida real muchos somos protagonistas en un infinito mar de amores esplendorosos que jamás se conocieron en público. Y que por eso el mundo no se nos ha marchitado en las manos a pesar de todo.

Abril 1994.

sábado, 3 de julio de 2010

cirugía


Foto de Martín Chávez Bejarano

Escultores de la carne viva

Por Jesús Chávez Marín

1

Si usted tiene nariz fea y esto le da problemas, o cree que las arrugas ocultan la belleza de su rostro, o ya no puede controlar las llantas de grasa que deforman su cintura, o no se resigna a quedarse calvo, usted puede a punta de cuchillo recuperar la armonía de su cara y su cuerpo. En la ciudad de Chihuahua hay nueve expertos en cirugía plástica y reconstructiva, médicos que trabajan encarnizadamente. Para ello cuentan con entrenamiento y estudios de posgrado en esa rama de la medicina obtenidos en hospitales y universidades nacionales y extranjeras.

Pero no crea que ellos son solamente escultores de rostros, piernas o senos. No. Son ante todo profesionales de la medicina que ejercen con seriedad, su divisa es adecuar la función a la forma, asisten a congresos doctorales, científicos; leen revistas de circuito cerrado.

Los cirujanos plásticos de nuestra ciudad tienen sobrios consultorios llenos de libros, hospitales propios con instrumental quirúrgico delicadísimo y caro. Tienen éxito económico y además hacen humanitario ejercicio de la medicina social: casi todos ellos participan en programas de atención gratuita a pacientes humildes.

2

El doctor Pedro Ramírez Godínez, el más joven de ellos, tiene treinta y un años. De estatura regular, delgado, su rostro es apacible en sus ojos claros serenos y su bigote caído. En su consultorio la simetría, el orden de los elementos, da confianza al visitante. Hace solo seis meses regresó a Chihuahua, después de estudiar medicina había hecho su año de servicio, el de internado, la residencia rotatoria y los cuatro años de especialidad. Amable, accede a platicar a grandes rasgos cuáles son los oficios, los trabajos, los servicios que ofrece esta rama de la medicina.

3

Corregir las alteraciones congénitas como el labio leporino, paladar hendido, malformaciones del oído, son parte importante en la cirugía reconstructiva. Y no solo el rostro, sino cualquier parte del cuerpo puede llegar afectada desde el nacimiento. La edad más apropiada para tratar esos casos es a los dieciocho meses de edad, pero cualquier tiempo es bueno para atender a las personas, y así ayudarles a recuperar la seguridad que da tener un aspecto normal, a desarrollar plena la personalidad.

4

Las mutilaciones adquiridas en el transcurso de la vida, en accidentes, quemaduras, cáncer de mama, también son campo de la cirugía. Ya sea aplicando colgajos de la misma carne del paciente, trasplantando el tejido de piel y facia muscular. En esto no pueden haber donantes, ya que implica vascularidad y los anticuerpos se oponen a organismos extraños.

Se aplican con éxito las prótesis, procedimiento con el que se repara artificialmente la falta de un órgano o parte de él, como un ojo, un seno. Se aplican sustancias inertes que son bien toleradas por el organismo. Quizá el caso más común son las prótesis mamarias, reconstruir un seno, o los dos, a mujeres que han sufrido alguna operación para curar el cáncer. La forma del seno queda muy natural a la vista y al tacto.

Esta cirugía no afecta ni la lactancia ni la función de los pechos.

5

La atención a los quemados es común para nosotros. Hay que detectar la profundidad de las heridas, hacer un aseo a fondo para controlar las infecciones, quitar la cáscara o costra, el tejido quemado, e injertar colgajos de piel del mismo paciente, tomados de la nalga o espalda.

6

La microcirugía es la especialidad del doctor Ramírez Godínez. Con ella ha logrado exitosos reimplantes de miembros cercenados, manos, dedos.

Cuenta el caso de una niña a quien de un machetazo le arrancaron el brazo entero, allá en el sur, la operación para reimplantarle el brazo duró dieciséis horas, pero se recuperó completa la funcionalidad: fue todo un éxito de este joven doctor.

7

La cirugía estética debe ceñirse siempre a la funcionalidad de los órganos intervenidos. Muchas operaciones de la nariz tienen una causa funcional, como curar sinusitis causadas por la desviación del séptum nasal o por hipertrofia de los cornetes, o corregir alergias e infecciones de las vías respiratorias. Y, claro, reconstruir la forma armónica, bella, de la nariz, que es tan importante al rostro, el centro. Aunque para curar la sinusitis no siempre es necesaria una cirugía, sino la limpieza profunda de los conductos.

8

Los trasplantes de pelo o injertos se hacen con colgajes capilares del mismo paciente: se saca de encima de las sienes varios ponch, hileras de cuero cabelludo con todo y sus capas de grasa, se integran al cráneo, donde antes se han abierto filitas de piel para hacer el injerto. Este proceso requiere varias sesiones porque no todos los ponch se integran, aunque generalmente hay bastante éxito.

9

Plastía de la cara o retidectomía es el tratamiento para las arrugas.

Se hace una incisión coronal en la cabeza, levanta uno el colgajo de piel, la tracción se va haciendo conforme sean las formaciones de arrugas que se sufran. También se corta por delante o detrás de la oreja y se hace la tracción lateral. Es una cirugía delicada, hay que cuidarse mucho de no dañar el nervio facial, que es el que controla la motricidad del rostro.

Una operación mal hecha puede causar parálisis facial.

10

La reducción de senos es necesaria a veces, cuando han crecido demasiado por alguna hipertrofia y están dañando la columna vertebral por su peso excesivo. Esto se hace con liposucción, proceso de extraer grasa sobrante del organismo.

11

La dermatitis o celulitis también puede ser corregida arreglando el tejido graso de la piel.

—Oiga, doctor, quisiera preguntarle algo que se sale un poco del tono de la entrevista, un tema algo heterodoxo: ¿Qué pasa cuando un homosexual viene a que usted le cambie el aspecto, a que feminice su cuerpo con unos senos de silicón mediante prótesis?

—Bueno, a mí no me han tocado casos, pero puedo hablarle por estadísticas que los cirujanos han registrado. Esas operaciones no producen buen resultado psicológico, se observa que muchos casos de cambio de sexo terminan posteriormente en suicidio.

—Si el paciente le insiste en este tipo de travestismo de piel, usted ¿qué decidiría?

—Me negaría a hacerlo, trataría de convencer al paciente de que no le traerá buenos resultados.

El entrevistado tiene que irse a atender a un quemadito, como cariñosamente llama él al paciente que se dispone a visitar. Nos despedimos.

12

Gustavo Ramos Becerra usa una cortesía exquisita para los visitantes, aunque sea uno reportero. Platica con alegría de su profesión, de sus viajes, sus poemas, sus artículos periodísticos, de política, de sus programas de salud comunitaria en la sierra chihuahuense.

—Doctor, los pacientes que requieren cirugía plástica ¿son malinchistas?, ¿prefieren atenderse en el extranjero?

—Mire, antes era así, la gente iba a Estados Unidos, a Europa, o a la Ciudad de México, pero en los últimos años ya opta por hacerlo aquí. Ello principalmente por dos causas: la buena calidad que ha logrado la medicina plástica y reconstructiva en Chihuahua y, segundo, por la inflación, las ascendentes cotizaciones del dólar. En nuestro estado hay muy buenos médicos: diez en Ciudad Juárez, aquí nueve.

Los nueve son los doctores Guillermo Modesto González, René Chavira Santos, Arturo Rivero Torres, Ernesto Theurell, José Napoleón Zúñiga, Raúl Paz Murga, Noel del Val, Pedro Ramírez Godínez y Gustavo Ramos Becerra.

Todos ellos pertenecen al Consejo Nacional de Cirugía Plástica, organismo que vigila y promueve la calidad del ejercicio profesional en esta especialidad de la medicina.

La mayoría de ellos fueron discípulos de Fernando Ortiz Monasterio, mexicano famoso a nivel mundial.

Ramos Becerra, comentó que la práctica de la cirugía estética se inicia en el Renacimiento con Gasparis Tagliacotzi, en Bolonia Italia. Con él nace esta rama de la medicina en la que siempre se intenta adecuar la forma a la función, en vista de la importancia que tiene para el hombre en su esfera social y psicológica su aspecto físico. Una buena integración de su imagen corporal ayuda a las buenas relaciones sociales. Cuando esa imagen se altera por padecimientos congénitos o adquiridos en accidentes o por el simple paso de los años, la gente necesita hacer algo para verse y sentirse bien, para ser más productiva y feliz. La cirugía plástica le auxilia en esta forma de recuperar una vida feliz y armónica con su sociedad.

13

El programa estatal de servicio social permanente es una institución fundada por Ramos Becerra. El próximo enero cumple diez años de servicio: ha beneficiado gratuitamente a cinco mil personas en todo el estado, en la sierra, el área rural y las principales ciudades. En este programa ha intervenido el Gobierno del Estado y las dependencias del Sector Salud, aunque los médicos que intervienen en él lo hacen sin recibir remuneración. Se cuenta con un equipo en el que hay cirujanos plásticos, anestesiólogos, pediatras, odontólogos, trabajadoras sociales, psicólogos, enfermeras.

La mayoría de los fines de semana durante los últimos diez años hemos viajado a los diez centros hospitalarios que hay estratégicamente ubicados, para operar gratuitamente a pacientes con malformaciones congénitas y adquiridas: casos de labio y paladar hendidos, alteración de oreja o micrótias, secuelas de accidentes o quemaduras y hasta nos tocó atender un caso de pseudo hermafroditismo. En él había que definir el sexo del paciente, conforme a estudios genéticos y endocrinológicos que previamente se le hicieron.

A la pregunta de cómo trata a los pacientes homosexuales que quieren cambiar de sexo, el doctor se muestra discreto. Dice que él se niega a hacer este tipo de operaciones. Que quienes las hacen deben antes aplicar al paciente un tratamiento psiquiátrico a fondo, para orientarlo en lo que realmente desea, o comprobar tres años de relaciones homosexuales previas a la intervención. En Tijuana sí se hacen a granel estas operaciones, allá se atiende mucha clientela norteamericana que solicita ese tipo de cirugía.

14

Hay que desprejuiciar la cirugía plástica, hacerla accesible sin vulgarizarla. No es elitista, no es solamente para millonarios. Es una actividad en la que no importa la posición social; el cirujano plástico es un servidor público. Eso sí, hay que cuidarse de los charlatanes, médicos sin especialización que se atreven a intervenir en estos delicados oficios. En un país con cuarenta mil médicos desempleados se da el fenómeno de los aventureros irresponsables. La mala práctica se traduce en mutilaciones y daños irreversibles, tanto físicos como psicológicos para los pacientes mal atendidos.

Cuatro horas de agradable conversación con este médico, político, ex funcionario público, quien tiene una facilidad de palabra extraordinaria, entusiasmo contagioso, un optimismo de hombre de lucha.
Muestra fotografías, invita cafecito confortable y sonrisa gentil.

Su asistente y enfermera, una guapa dama, escucha discreta la conversación, interviene a veces. A ella le tocó hace dos años ser paciente del doctor: le operó la nariz. Fue una cirugía exitosa, se nota en su bello rostro, en su graciosa nariz bien hechecita.

15

Guillermo Modesto González llegó en su Corvette rojo, derrochando dinamismo y energía: es un joven de treinta y ocho años, buen mozo, de melena bien peinada. Ha estudiado en el Instituto Nacional de la Nutrición, en Guadalajara, en Houston, en el Hospital General del Sur. Es miembro distinguido de la exclusiva Sociedad Mexicana de la Cirugía Plástica. Hace cinco años fundó la Clínica San Felipe, de la que es director. Ha logrado reunir un buen equipo con otorrinolaringólogos, oftalmólogos, terapistas del lenguaje, anestesiólogos, especialistas en cáncer de mama, cuello y cabeza. La clínica cuenta con personal bien preparado, laboran allí cincuenta y seis empleados entre administrativos y médicos.

Modesto dice que las facultades físicas del cirujano merman con la edad, como en el caso de los deportistas. Necesitan entrenamiento riguroso, ejercicio continuo, mantenerse en forma. También ir pensando en el retiro oportuno, cuando sea tiempo. Dice que en muchos casos la cirugía plástica debe ser multidisciplinaria con otras ramas de la medicina para ofrecer un tratamiento integral al paciente.
Por ejemplo, en los casos de labio leporino o hendido, no basta con cerrarle la boca al paciente sin proporcionarle otros servicios, odontológicos, verbales, un tratamiento integral y no solo un remiendo para los labios.

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La liposucción es un tratamiento en el que Modesto es pionero en México. “Trajimos la máquina de Francia casi al mismo tiempo en que fue llevada a Estados Unidos, hace cuatro años”. Es para extraer la grasa inútil del cuerpo que se ha acumulado en depósitos anormales de la cadera o la espalda. No se trata de una nueva forma de adelgazar, sino de extraer la grasa que deforma el cuerpo, la que no se puede ya eliminar ni con ejercicio ni otros medios.

17

El patronato Cirugía y Salud, dirigido por Modesto, fue formado por personas altruistas de Chihuahua. Atiende gratis y a conciencia a personas de pocos recursos que necesitan atención de la cirugía plástica y reconstructiva. Desde paladar hendido hasta los síndromes de down o mongolismo, facis grotesca, gibas de cuello y otras malformaciones. Cualquier persona puede acudir a este centro y será atendida.

18

El cirujano plástico es de los pocos médicos que pueden intervenir en cualquier parte del cuerpo humano, gracias a la habilidad de sus manos de orfebre. A veces trabaja con microscopio, con precisión micrométrica. El doctor Modesto muestra fotos de “antes y después”: los cambios que se observan son asombrosos. Reimplantes de manos que antes estaban totalmente desprendidas del antebrazo y que recuperan completa su funcionalidad. Toneles de grasa y pellejos colgantes hasta el pubis que se transforman en torneadas cinturas. Dedos cortados del pie, con los tubitos de venas sangrantes, que se integran a una mano mutilada y se recuperan para el trabajo fecundo.

Habla también de los cirujanos generales que por falta de ética y preparación invaden la especialidad con pésimos resultados, de gente con pocos escrúpulos que inyectan silicón o se atreven a hacer tratamientos faciales con peeling mal aplicada. De los homosexuales dice que le llegan varios casos, pero él los convence de no cambiar su auto imagen porque sabe que tarde o temprano no aceptarán en sí mismos esos cambios. Solo intervendría en aquellos casos en donde por problemas endocrinológicos y hormonales el sexo no está definido por razones genéticas.

19

Para seguir en la pelea hay que mantenerse al día, dice el doctor; en las prótesis, por ejemplo, antes se usaba el silicón, hoy se emplea el silástic, elemento algo más cercano a lo natural. En los injertos de pelo se utilizan fibras japonesas muy similares al cabello.

Las revistas, los congresos, las lecturas, la actualización de sus recursos técnicos e instrumentales son muy importantes para este joven médico, a quien agradecemos su valiosa información.

20

En la mayoría de los casos, los pacientes de la cirugía plástica son personas satisfechas con su nueva imagen. Aquel profesor de filosofía neopositivista que aprovechó la sinusitis para, de pasada, corregir su nariz aguileña y ahora se siente un galán; esta actricita quinceañera, que ahora luce más bella ante la opinión del espejito, espejito, de la obra Blanca Nieves y los Siete Enanos locales; la señora ex-gordísima y ahora torneada curvilinda gracias a la liposucción; el fauno de la zona roja que se transforma en bella de noche para talonear en la Calle Aldama, armado de los pechos de silicón que se asoman insolentes al trágico escote, tres mil pesos la media hora, el cuarto incluido.

Platico en la sala de espera de la Clínica San Felipe con un joven vestido de pantaloncillos cortos que trae un parche de plástico rígido en la nariz. Me dice que vino desde los Ángeles a operarse porque su hermana le recomendó a este doctor. Lo operaron hace una semana, le costó setecientos dólares, una ganga, y se siente bien. Duró tres días internado y nunca sintió dolores ni molestias. Habla como pocho, algo nervioso, sale afuerita a fumar un cigarro, mientras le toca su turno de consulta externa.

También entrevisté a una amiga mía que escribe poemas: ella sufrió un asalto en el D. F., la golpearon brutalmente para robarla y con la golpiza le desviaron el tabique de la nariz. Meses después empezó a tener problemas respiratorios. Hace dos años la operó un médico de aquí de Chihuahua y todo salió bien. Al principio, dijo, se sentía rara, un poco frívola, tenía prejuicios. Hoy se acepta mejor aunque dice que su nariz era más bonita antes del accidente. Ella decidió escoger, entre varias fotos que le mostraron el modelo de nariz más parecido a la que antes tenía, no la eligió respingada ni coquetona. Ahora siente que quedó algo chatita. Bueno, ella es guapa de todos modos, antes y después.

En el bar Flamingos de esta ciudad hablé con Gladis, un homosexual travestido en exótica prostituta. Comenta que la operación se la hicieron en Guadalajara, le dolió mucho al principio pero valió la pena, dice, los hombres se dejan seducir por estos senos de silicón que le costaron quinientos mil pesos hace un año. Me dice que en un burdel de esta ciudad trabaja otro homosexual al que sí le hicieron completo el cambio de sexo, con vagina y todo. Es hasta bailarina de la variedad y le va bien.

Es de fábula este mundo de la cirugía plástica. Pero es, ante todo, una especialización de la medicina que busca recuperar la salud, su objetivo es la función armónica del organismo sin descuidar la armonía formal del cuerpo humano. Estos médicos inspiran confianza con su seriedad de señores elegantes.

Usted, lector, ¿no se anima a darse una retocadita?


Octubre 1986

viernes, 2 de julio de 2010

desayuno

Menú del día: violencia

Por Jesús Chávez Marín

Cuando la violencia se hizo cotidiana en la ciudad de Chihuahua, el periódico líder de la ciudad quitó de su página principal las notas policiacas y formó una sección especial con imágenes de sangre y pólvora. Desde ese día, no ha faltado información y carne destrozada, cabezas arrancadas a machetazo limpio y muertos colgados de los puentes.
Dos años antes, otro de los diarios chihuahuenses había iniciado un matutino descarado y cínico, que no tiene empacho en publicar a todo color fotos atroces y crueles de muertos tirados en el llano, brazos arrancados de raíz y madres llorando a gritos. Tampoco dudan en poner frases como: les dieron chicharrón a pleno mediodía; entraron al oxxo a comprar cigarros y hallaron fuego a punta de balazos, o: frenesí en la plaza de los descabezados.
Sin embargo la violencia es asunto antiguo, su sino trágico tal vez sea parte de la esencia humana. Escenarios de la crueldad y la ira son a veces los recintos más íntimos, el hogar, los lugares donde los niños miran las cosas del mundo por vez primera, con ojos asombrados e inocentes. Un amigo mío contó la historia que a continuación les redacto hoy a los lectores de Omnia.
En 1961 Esteban era un niño de 8 años; estaba en segundo de la primaria; su hermano Pablo tenía cuatro y Carmela era una bebé de dos. Una mañana de octubre estaban almorzando muy temprano; a la mesa los acompañaba su papá, mientras Carmen, la madre, preparaba los alimentos de pie frente a la estufa de leña y platicaba con sus niños asuntos de la escuela de Esteban, de la ropa que Pablo habría de estrenar el día de su cumpleaños.
La vivienda de solo dos habitaciones colindaba, a través de un patio interior, con la casa de Manuel, hermano de Carmen, un tío terrible y borrachín consuetudinario de aquellos niños de periferia; todos vivían en la colonia Rosario, la última orilla hacia el sur de aquella pequeña ciudad casi rural que era Chihuahua a principios de los años sesentas.
La serenidad de aquel almuerzo se quebró de pronto con la entrada violenta de Manuel, quien sin decir ni media palabra, como un traidor veloz empujó con fuerza a Pablo, el padre, y lo derribó de un puñetazo en la mejilla.
Ágil y fuerte, Pablo se incorporó en un relámpago de músculos y brazos. Con voz muy baja, aunque crispada por la ira, le dijo a su violento cuñado: si quieres arreglar algún asunto conmigo, Manuel, o quizá morirte, vámonos afuera, donde no estén los niños.
Aquel traidor de baja estatura y alta cobardía se quedó paralizado un instante, pero luego el alcohol con mezcla de adrenalina trajo de nuevo el brío confuso de los ebrios: De aquí me salgo pura chingada; esta es la casa de mi hermana y a mi ningún ojete me corre.
No terminó de pronunciar las tres últimas palabras. Pablo saltó un metro con vuelo de pantera y sujetó al petimetre en menos que un gallo canta. Sin llegar a quebrárselo, torció un brazo hacia atrás. Luego, en concentrada energía, le cerró un nudo irrompible sobre el cuello con la mano derecha. Con el torpe y furioso Manuel así prisionero, caminó despacio hacia la salida del frente, donde pasa el arroyo de los Álamos, y lo arrojó al barranco como si arrojara un bulto de basura. Y en aquellas grotescas condiciones de alcoholismo y madrugada, Manuel no tenía otra condición que la de basura.
Carmen, la madre, había presenciado la escena desde el principio, primero paralizada de terror, luego aullando de angustia y después suplicando a su marido que no le hiciera daño al hermano, que no destrozara aquel monigote rijoso. Los niños en cambio miraban en silencio, con fascinación y susto, la violencia, la acción rápida y precisa de su padre. Escucharon los gritos sin consuelo de la mujer, a quien el sartén de los huevos estrellados se le había deslizado de las manos y a la caída un sonido como tañido de campana tronó en el suelo.
Pablo regresó en el sonido de su agitada respiración, trataba de calmar su cuerpo y su corazón para devolver tranquilidad a su familia, para buscar desesperado el equilibrio de la casa, para que la herida brutal de la violencia no hiciera más daño a sus tres hijos que esa mañana habían aprendido de golpe que la sangre y los alaridos también forman parte de la vida.

Mayo 2010.

jueves, 1 de julio de 2010

cuentos


Épica mínima

Como genero literario, el cuento está cercano al poema sin dejar de ser narrativa, épica moderna que funciona perfecto para la mirada rápida de los lectores jóvenes de este siglo, acostumbrados a la agilidad extraordinaria de sus dedos que vuelan en el teclado y sus ojos en la pantalla de teléfonos celulares, computadoras y, más recientemente, el iphone.

En la columna de hoy aparecen cuentos de dos autores: Martha Estela Torres Torres y Ezequiel Mar.

Ella es licenciada en letras españolas, con maestría en humanidades, profesora de literatura y editora. Ha escrito varios libros, de los cuales ha publicado dos de poemas: Hojas de magnolia y Arrecifes de sal; dos novelas: La ciudad de los siete puentes y Cinco damas y un alfil, y uno de ensayo: Pasión literaria. También es compiladora del libro Taller Pablo Ochoa.

Él es autor de poemas haikú y de algunos artículos literarios publicados en revistas de Chihuahua; fue profesor de literatura en la preparatoria Ángel Trías y en el Cedart Alfaro Sequeiros. Actualmente se dedica a la corrección de estilo en dos casas editoras, una oficial y otra de la iniciativa privada.

(JChM).


La mujer de Lot

Por Martha Estela Torres Torres

Desapareciste como el mejor de los cobardes, como el experto ladrón que huye después de cometer el hurto, como el asesino abandona a su víctima en el lecho húmedo de la desgracia: así te fuiste el día más inesperado y fortuito, sin dar una señal previa de tu abandono. Mas se cumplió la hora en que el fuego de tu ausencia desajustó mis huesos dejándome desamparada en medio de la tormenta, porque siempre fuiste experto para las conquistas, pero jamás enfrentarás ni asumirás la crueldad de una injusta despedida. Siempre huirás como el cobarde cuando ha saciado su instinto feroz argumentando el amor como la principal arma defensiva; te fuiste sin aclarar siquiera las razones más poderosas para el olvido. Claro que la causa mayor es que me dejaste de querer en la simpleza de un día, en ese cualquiera en que nadie puede sospechar que será la cumbre de la desolación terrena.
Ojalá que los vientos de la desesperanza no alcancen la premura de tus pasos ni que la luna caiga sobre ti pronosticando derrota en la tibieza de tus muslos. No deseo que la venganza cierna sobre ti sus alas oscuras ni que las llamaradas del infierno se eleven iracundas hacia ti, aunque te hayas marchado esgrimiendo el desamor y blandeando tu espada contra el aire que te concede la vida. Me has dejado como se olvida lo que no se compra y se tira lo que ya no halaga los sentidos, como la noche que ya no es útil para cubrir las mentiras ni las promesas falsas. Me has dejado en el laberinto inmisericorde de la realidad donde ya no se escuchan las frases perentorias de tus palabras amorosas. Palabras que siempre encubrieron el veneno de la mentira y disfrazaban con su mejor ropaje la verdadera apariencia de la calumnia. Porque de algo estoy segura: jamás me quisiste, solo fui la muñeca innovadora del momento, la que satisfacía la banalidad de tus caprichos corporales.
Debes sentirte satisfecho: ahora eres el astro resplandeciente de mis discursos y el protagonista de mis peores tragedias, eres el demonio que abrevó en mi pecho y me convirtió en la mujer de Lot, aquella que en el momento de la desesperación vuelve su rostro hacia atrás y sucumbe ante la advertencia divina convertida en estatua de sal.
Soy la mujer de Lot, la que se encuentra marcada por cometer el grandísimo error de amarte. Sin embargo ya he pagado la osadía de quererte y la torpeza de creer en ti, y ahora sufro, sin remedio, el castigo maldito al descubrir que fuiste un filibustero en caza de la mejor fortuna.
Soy ahora la mujer que espanta con los brazos elevados al cielo: el dolor y la soledad intentando recuperar la cordura y afianzar la vida entre los límites del tiempo. Estoy aquí, derrotada, escribiendo en la página inútil y nefasta del recuerdo. Porque ¿quién podrá escapar de las garras de la fatalidad cuando ha sido presa de las ansias enfermizas del amor? Nadie puede evitar la desdicha y el entierro al creer en las palabras del ser amado. Nadie puede evadir el desencanto, al ofrece al intruso con la mejor sonrisa, las viandas de la paz y la concordia. Solo los pordioseros malvados huyen con el botín que se les ha brindado con la nobleza y la generosidad del perdón. Por eso huyes en la espesa oscuridad llevando entre tus manos las riquezas que se te convertirán en piedras y en serpientes, y en el momento menos esperado te ahogarán cuando comprendas que lo que conseguiste tan fácilmente jamás lo volverás a recuperar. Nadie, ni tu madre, ni tus mejores estrategias, ni tus grandes inversiones financieras te ayudarán a conseguir un amor como el mío.
Tu silencio oscuro y tu abandono no me preocupan, es más, ni siquiera me inquietan ahora que conozco tu verdadero rostro. Eres un farsante que nada bueno me has dejado, al contrario con tus acciones me has hecho comprender tu egoísmo y tu falta de solidaridad para con quienes sufren.
Qué si la vida me dejó esperando en la calle de enfrente, y qué si la muerte me espera en la esquina, y qué si los cielos nublaron mis más caras ilusiones. Es cierto. Pero ahora estoy en actitud perpleja, asombrada ante la claridad que consigo al desprenderme de ti.


El clamor de la luna

Por Martha Estela Torres Torres

Doy varias vueltas alrededor de la mesa, una, dos, tres y giro sobre mis talones y vuelvo a dar una , dos tres, cuatro, cinco vueltas más alrededor de la mesa y giro de nuevo sobre mis talones y vuelvo a dar una, dos, tres vueltas más, caminando en el círculo impreso por la desesperación: pensando, pensando, ¿por qué diablos me dejaste de querer? Vuelvo a dar una, dos, tres, una vez más, otra vuelta, una más alrededor de la mesa, pensado ¿por qué chingados me dejaste de querer? si te he dado mi tiempo, mis esperanzas y mis mejores sueños embrujada por tu olor; si te he dado mi cuerpo armónico y fortalecido por el ejercicio; claro que sin exageraciones, sin implantes ni cirugías ni artificios; ¿qué más quieres?, ¡hombre imbécil!, ¿qué no miras tu cuerpo flagelado por el tiempo y los excesos de tu sedición?
No sé por qué diablos tengo que confesar esto a usted, si no es ningún padre de la caridad ni sacerdote presbiteriano; si es solo un representante de la justicia. ¿Cuál justicia? Ante todo deseo externar que soy una mujer que ha sufrido y se atormenta por el amor inalcanzable que se presenta con apariencia de ternura y fuego, pero que es inevitablemente efímero, pues se evapora cuando uno menos lo espera, por su inconstancia, por su terrible fragilidad. ¡Y ahora esto… después de visitar el infierno!
¿Por qué me dejaste de querer?, ¿por qué te vas con tus amigos… en esta noche de luna? ¿Con tus amigos?, me pregunto desconsoladamente. Por qué me dejaste de querer si yo no veo telenovelas enajenantes, ni programas vulgares ni me mantengo en los té canasta apostando lo que tengo, ni tampoco me voy a tomar la copa con las amigas, ni me dedico a cosechar chismes, ni conversaciones superficiales y menos a exterminar al enemigo con difamaciones crueles ni tampoco soy como las que se inflaman por su excesiva producción de envidia: muda y seca, ni pierdo el tiempo en los cafés con las parlanchinas del grupo de los martes, ni tampoco despilfarro en las cenas del Saliñac como mis colegas que van todos los jueves, ni me entretengo despiadadamente en el juego de la ruleta, ni en el casino como la esposa de tu jefe, ni tampoco abrevo en la psiquiatría pagando honorarios excesivos ni consultas inútiles para liberarme de la apatía o de la flecha lacerante del olvido o de la carga esquizofrénica de los celos… y todo por tu maldita culpa: tú me tendiste una trampa mortal en aquella noche abominable cuando crucé la oscuridad espesa de tu traición; aún así con la cabellera al viento me sacudí el polvo y me incorporé en la perturbación del miedo elevando mis manos al cielo en señal de rendición perpetua. Curaste mis heridas con tus besos apasionados y me dejaste de nuevo en la hora más inhóspita del recuerdo, después de saborear, ingrato, la nobleza de mi perdón.
Doy una vuelta, una vez más alrededor de la mesa de la cocina, mientras el tiempo transcurre lento, interminable, sutilmente lento en este silencio inquisidor. Ahora escuchó el ladrido de los perros que se pierde bajo el clamor de la luna y me asomo a la ventana tratando de evadir el advenimiento mortal de los recuerdos y entonces escucho tus pasos… ¿Son tus pasos? Sí, claro, has regresado a nuestra casa. Finalmente has regresado a mis brazos. Son tus pasos, los reconozco en la brevedad de la madrugada… son tus pasos que te conducen hacia mí. Son tus pasos… al fin. Avanzó hacia la entrada esperando que abras la puerta para abrazarte. Cae el cristal de un golpe… las hojas se abren intempestivamente, un hombre se avienta sobre mí. No son tus manos ni el olor de tu cuerpo, no es tu peso sobre el mío, no es tu respiración, no eres tú… es un maldito que me produce un miedo feroz y me sacude rabiosamente el cuerpo.



El sapo

Por Ezequiel Mar

Un hombre estaba dormido cerca del arroyo, cuando un sapo se le metió en la boca abierta. Despertó desesperado. No alcanzaba respiración y sentía el viscoso cuerpo del animal ahogándosele en la garganta, pataleando con violencia, casi le rasgaba el cuello por dentro. Trataba de arrojarlo pero el sapo, al sentirse oprimido, intentaba avanzar hacia delante. El hombre corría de un lado a otro sin poder gritar, se convulsionaba tratando de jalar aire, pero no podía, a pesar de la fuerza con que su nariz se plegaba sobre sí misma. Hubiera muerto, de no ser porque, para su buena suerte, llegó un vecino suyo a quien le llamaban Mano Chiquita.
El Mano Chiquita le salvó la vida: primero lo tiró al suelo con un golpe en la espalda, luego lo sujetó del pelo y le levantó la cabeza, le abrió la boca lo más que pudo y metió sus pequeños, sus delicados dedos, hasta el fondo de la garganta. La pequeña mano cabía entera. Atrapó al sapo y lo jaló con mucho cuidado. El animal salió vivo. Aquel ya casi se había desmayado, pero entonces alcanzó a respirar, jadeando, bocanadas de angustia y aire; casi a gritos inflaba y desinflaba todo el cuerpo y así estuvo largo tiempo, hasta que se fue calmando poco a poco mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.


Mariposas

Por Ezequiel Mar

Flores que de pronto vuelan y en su vuelo toda la armonía de los colores flota. Luego alguien las atrapa, las clava una por una con alfileres para coleccionarlas en cajas. Ataúdes abiertos a la luz y a la contemplación de quienes en el museo las miramos muertas, bellísimas: cementerio de flores que antes fueron mariposas.


El grado cero del tiempo

Por Ezequiel Mar

Después de la destrucción nuclear, los relojes electrónicos siguieron marcando las horas de un tiempo que ya no existe.

Mayo 2010