miércoles, 16 de noviembre de 2011

mi papá

Elegía para Pablo Chávez Mendoza 

Hoy nos reúne un acto triste: la muerte de nuestro padre, de mi jefe, Pablo Chávez Mendoza. Fue un hombre de gran estilo, original sabiduría. Un misterioso. Vivió como un solitario pero amaba profundamente a sus hijos y a su esposa Carmen Marín. Luego también a sus nietos, yernos, nueras. Todos sentíamos la ternura con la que nos trataba, sobre todo a los niños. Fue señor de gran fortaleza física y espiritual: un hombre libre. Con sus muy contados amigos era bromista y platicador, aunque en otros días también taciturno y silencioso. Vivió con sencillez y siempre respetó la vida. 

Con su ejemplo y sus palabras nos dejó lecciones de una alta educación, entre ellas están cuatro enseñanzas valiosas: 

1. Nos enseñó a vivir con dignidad, porque él era orgulloso, delicado y sensible.

2. Nos enseñó a respetar a todas las personas. A nuestros mayores. A los niños. A ser leales con los amigos; amorosos y cuidadosos con la familia. 

3. Nos enseñó a disfrutar el placer de la risa. Él vivió de buen humor, lo cual fue manifestación de su inteligencia clara, incluso en las ocasiones en que transitó por oscuras regiones de tristeza. Sabía reírse de sí mismo y, por supuesto, también de los mitotes y las incoherencias en que a veces caemos cuando perdemos el control del cuerpo, de las palabras, y hacemos el ridículo, nos comportamos como mentecatos. Él se reía de todo eso y expresaba comentarios ingeniosos con una mezcla de ironía y bondad. Vivió siempre con una alegría profunda y natural. 

Y nos dejó la lección más importante:

4. Nos enseñó el valor de la libertad, el placer de disfrutar la frescura del campo, la lluvia, los alimentos, la tierra, las calles, la ciudad. A platicar con cualquier persona, a leer libros, a andar en bicicleta, a manejar automóviles, a caminar sin ataduras, a no someternos a tiranías públicas ni privadas, a pensar, a tomar decisiones con honradez y buen juicio. A llevar nuestros asuntos en forma ordenada, pero libre. A ser libres siempre. Libres para pensar, para amar, para hablar, para trabajar con dignidad, para disfrutar del tiempo, de la naturaleza y del cariño de los hijos. 

Hoy que lo despedimos para siempre, sabemos que en su memoria nacimos para ser felices, que su largo amor será manantial de nobleza y que su vida y el fulgor de su alta inteligencia trascenderá en la sangre, en la tierra, en el aire y en el fuego. En las acciones y el pensamiento de sus descendientes. Que Dios bendiga eternamente a Pablo Chávez Mendoza.

Jesús, María Elena, Pablo, Carmen, Pedro, Herminia y Guadalupe Chávez Marín

Chihuahua, 20 septiembre 2000

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