lunes, 12 de enero de 2015

Chávez. Revelado en placa gris

Revelado en placa gris


Por Jesús Chávez Marín


Amalia mira atenta las fotos, una por una. El fino caballero tomando suavemente la mano de la novia, que se vea el anillo. La semisonrisa dulce, la mirada seria del novio; estos otros jovencitos frente a frente y el velo cayendo en cascadas desde los hombros, los ojos tiernos del muchacho; esa donde él muy formal sentado de pierna cruzada; o aquella otra qué linda a colores, boca cereza, ojos violeta, traje azulmarino y azahares. Imágenes recogidas en el fondo de la cámara oscura de sus ensueños, Amalia.

Querido Juan, aquí extrañándote mucho, esperando te encuentres bien. Qué gusto que conociste a esas personas tan buenas gentes, pero no trabajes tanto, amor. Como quiera arreglaremos todo, no nos ha de faltar; ayer fui al centro y anduve viendo fotos de novios, con tanta ilusión al pensar en nuestra boda. Ya pronto termino mi vestido blanco, lucirá lindo. Cuídate mucho, vuelve pronto. Tuya siempre.

Buenas tardes, señorita. ¿En qué le puedo servir?

Buenas.

Pausa, y luego:

Oiga, ¿me puede decir por qué pusieron mi retrato en el aparador?

Mientras no se pague el total de la foto, podemos ponerla donde mejor nos convenga. Que sirva siquiera de publicidad. Tan bien que nos quedó, y mire.

Pero es que...

Nada de peros, señor. Usted nos encargó un trabajo y se lo hicimos, solo nos dio el anticipo y no volvió a pararse por aquí. Mientras no liquide, la foto es nuestra y la usaremos para lo que sea.

Se casarían en diciembre. Él era aguador y había llegado al pueblo pocos meses antes con su carro de mulas, sus tambos, sus burros. Se ganó el aprecio de todos, tan simpático el tal Juanito.

Amalia lo quiso mucho. Muy cariñosa con él, tan sonriente ahora donde antes tan tímida. Qué suerte el tal Juanito. Pero todos lo querían, a pesar de ser fuereño, tan animoso, tan trabajador, tan dicharachero. Y tan rápido: se van a casar. Hasta se fue de bracero para. Que ya tiene los muebles. Muchos dólares para la boda, la fiesta, las fotos.

Pero es un retrato de boda, señorita. No me lo pueden tener así nomás, en exhibición.

No señor. Es nuestro retrato de su boda.

―Déjeme siquiera darle un abonito y me quita del aparador, ¿quiere? (después de la amolada que me dieron, Chihuahua, por qué tenía ella que venir hasta acá y pasar precisamente por esta calle).

Sus amigas la habían acompañado hasta Chihuahua para comprar lo que faltaba del equipo nupcial y Amalia, como siempre lo hacía en Camargo, se entretuvo en las Casas Fotográficas a mirar estampas de novios. Horas enteras extasiada, imaginando, planeando cómo sería su propia foto ahora que iba a casarse, recordando el hermoso marco oval en la sala de su infancia, sus padres jóvenes en blanco y negro, tan amorosos, tan para siempre.

Se volvió loca en ese mismo momento y desde entonces. Pasaban por la Avenida Ocampo cuando lo vieron asomar desde el aparador de un estudio fotográfico, desde una instantánea con su marco dorado (Amalia: un grito muerto, sollozos, las sienes ardiendo sin poder desviar la mirada herida). Lo vieron al tal Juanito muy guapo, con su sonrisa linda de siempre, fotogénico, muy abrazado con una novia que no era ella, Amalia, que jamás sería.

Noviembre 1984



Chávez escribe en estos sitios.

1 comentario:

  1. Algunos señores, también alguna que otra señora, cuando se van a Estados Unidos se establecen y muy a gusto olvidan promesas que dejaron a la espera.

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