viernes, 12 de enero de 2018

Raúl Gómez Franco

La daga en escena

Por Jesús Chávez Marín

Arde una veladora blanca ante la imagen de San Martín Caballero, sólo la luz temblorosa de la pequeña llama ilumina la escena donde “el Mudo” tirado en el piso duerme inquieto, se retuerce y gruñe con pulsiones puramente animales. Entre los vapores de su sueño aparecen como autómatas la figura de un hombre, luego una mujer: se abrazan, besos apasionados, caricias a manos llenas; la mujer se inclina, desaparece tras el mostrador, se alza otro varón, los dos hombres se abrazan, besos, desaparece esta tercera figura, el hombre queda solo, voltea a mirar al “Mudo”: la ira congelada, el brazo terrible se levanta, brilla una daga, cae violento el golpe criminal, suena el grito de la sangre, el clímax de una pesadilla.
Pausa, luces: la escenografía es realista y muy bien ambientada en todos sus detalles, la botella de caguama allí nomás tirada, vacía, al centro el mostrador con su báscula, el espejo manchado de un manotazo jabonoso, la gorra beisbolera colgada en la antena de la tele, la cortina de cuadros multicolores, el letrero: “Carnicería La Daga” con la daga ensartada en el recuadro, San Martín Caballero recibiendo el homenaje de la veladora.
Cruza la cortina el corpulento Román Castillo (Raúl Gómez Franco),bosteza, se estira, gime quejas por la terrible cruda; a gritos despierta al “Mudo”, órale pinche “Mudo” ya ponte a hacer la talacha, empieza a hacer sus ejercicios uno, dos, con las pesas de fortachón vanidoso tres, cuatro. Más al rato te vas con doña Lencha y me traes un menudo, pero bien caliente: Gómez Franco hace sonar la voz, la risa cínica y vulgar, la respiración del tosco pelafustán.
El “Mudo” grita con la mirada, late el odio, gruñe fatigoso mientras limpia, barre, gesticula; el actor Luis David Hernández llena el escenario, se mueve por cada rincón arrastrando una pierna; el “Mudo” se pone la cachucha beisbolera, desaparece tras la cortina, regresa con el recogedor, junta la basura, levanta la botella vacía, pasa el trapo por las paredes, acaricia las nalgas dee papel a la muchacha del almanaque mientras su patrón se burla, lo insulta, le presume musculatura tensa por el ejercicio: catorce, quince, no te dije que trajeras menudo, ándale qué esperas.
Román Castillo se rasura frente al espejo tarareando una rola del radio, llega Chela enojada y le reclama el plantón de la noche anterior; Román responde a gritos: la regaña, la jalonea. Chela es dueña de un salón de belleza de barriada y Susana Burciaga está perfectamente maquillada y vestida para serlo: la cabellera teñida de anaranjado, pantalones untados, los tirantes del brassiere que asoman, la pintura en los labios y el párpado azul. El vestuario es uno de los muchos aciertos de esta puesta en escena. Además Susana Burciaga, quien en esta obra debuta, demuestra desde ya que es una actriz con talento, sensibilidad y presencia.
Mas tarde llegará René, el amigo más que amigo, boxeador, famoso ídolo del barrio. Desde la adolescencia un gitano y un licor ardiente lo habían unido con lazos de intimidad secreta a Román, ahora llega a visitarlo y a buscar quizá la verdad, quizá la venganza: su hermana ha muerto desangrada sobre la cama sucia de una espantacigueñas. Luis Heraclio Sierra hace una buena presentación de las conductas ambivalentes de este personaje, René.
La daga, del dramaturgo chihuahuense Víctor Hugo Rascón Banda, fue representada con éxito durante la séptima semana del humanismo de la Escuela de Filosofía y Letras. La escenografía, la dirección y producción son del grupo Aura y de cuatro muy buenos actores, en lo mejor de vanguardia del teatro mexicano. Por ahí alguien comentó: “es un poco fuerte para el público chihuahuense” y el presentador se sintió obligado a aclarar lo necesario del lenguaje un poco violento. Todo ello quizá por lo sugestivo de algunas escenas o por el (semi) desnudo masculino que se presenta.
El presentador reiteró el “respeto que el público nos merece” y pidió también respeto hacia la obra que a continuación vamos a…Nuestro respeto, pues, y admiración para estos artistas que, con talento e imaginación, nos ofrecieron un buen espectáculo y una lección de teatro.

Noviembre 1984

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