El entuerto
Por Rafael Cárdenas Aldrete
y Jesús Chávez Marín
Miguel Cervantes era un apasionado de la lectura. Leer era su compañía,
su placer, y por eso su ortografía llegó a lucir perfecta. Esto último
resultaba indispensable para él porque también era, después de todo, un
escritor: “Rótulos Cervantes”. Al principio le parecían inocentes y simpáticas
las solicitudes de sus clientes, que con letras mal garabateadas y pésima
ortografía le traían en papelitos sus necesidades publicitarias. Pero al final
todo eso vino a calar en su lado justiciero, haciéndolo muy bilioso y necio con
la ortografía de los demás. Se enojaba en forma con los clientes que llegaban
con palabras o frases escritas como “Mudansas”, “Toque el tinbre” o “Se
proive”, encorajinándose hasta ponerse amarillo. Para enderezar el entuerto y
según él para darles una lección cuando la gente se burlara de ellos, empezó a
sacar los anuncios tal cual, con la pésima ortografía de los papeles en que los
llevaban escritos. Pronto la gente empezó a ver vehículos diciendo “Bidrios y
Biseles” y negocios donde “Se istalan autoesterios”. No tardaron en preguntar:
“¿Quién rotuló tu camión?”, “¿Quién pintó tu barda?”.
―¿Me preguntas porque
quieres que te lo recomiende?
―No, más bien para no
ir con él, ¡tiene muy mala ortografía!
El negocio se vino a pique hasta casi quebrar, y probablemente así hubiera sido de no ser por la llegada de la computación y la rotulación digital, transigiendo la mala ortografía, poniéndola en voga…
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