domingo, 10 de septiembre de 2017

Eduardo Moye

Reunión de cuentistas

Por Jesús Chávez Marín

Mario Arras invitó a seis cuentistas de nuestra ciudad para que leyeran ante el público algo de su obra en el Teatro de Cámara la noche del 13 de abril. Ellos son José Pedro Gaytán, Eduardo Moye, Guadalupe Salas, Sergio Durán, Luz María Montes de Oca y Rafael Cárdenas.
El teatro lo ocupó a la mitad un público atento. Había expectación por volver a encontrarse con la narrativa de José Pedro Gaytán, autor que fue muy activo de 1978 a 1983 en las páginas de los periódicos y revistas y que en los años siguientes, hasta hoy, se dedicó a publicar otro tipo de textos, sobre todo ensayos sobre arte mexicano, pero dejó de publicar cuentos. Ahora leyó uno titulado “Con piedritas de hormiguero” y ratificó que su oficio de narrador sigue vigente: sus atmósferas y sus personajes están sólidamente construidos.
En otro tono, la fina prosa de Lupita Salas encantó al auditorio, sobre todo en sus textos más largos. Los cuentos breves no gustaron mucho, como que la gente ya está un poco harta con la proliferación de este tipo de acertijos y adivinanzas tan morrocotudas.
Eduardo Moye causó honda impresión con su metáfora de robotización oficinesca que se continúa en la cárcel, en el manicomio y hasta en el mismísimo cementerio con la misma escalofriante condena de rutina casi fantasmal.
Sergio Durán no presentó nada nuevo: sigue clavado con sus mismos relatotes de miserables vagabundos nocturnos y fronterizos que ya no despiertan la conmiseración de nadie.
Luz María Montes de Oca puso el tono romántico de la noche con sus cuentos alumbrados por cirios y aromatizados con la melancolía de un pasado tenue.
Rafael Cárdenas, muy nervioso, hacía sus primeras letras tratando de ganarse al público con recursos extraliterarios antes de leer sus cuentos, pero no logró coordinar ni un chiste completo, como los malos comediantes de la tele; hasta aplausos pidió. Y sus textos, pues: de esos que todo mundo hace cuando empieza a escribir y quiere ponerse muy surrealista y profundo.
Todo estuvo bien. Hubiera sido interesante si los escritores hubieran platicado algunas peripecias y principios de su oficio literario, si hubieran intentado una comunicación más activa y no solo lecturas.
Y hubiera estado aún mejor si no hubieran puesto como maestro de ceremonias a un locutor que venía directito de una radiodifusora de los años cincuentas, quien en vez de presentar a los protagonistas se ponía a decir discursos llenos de lugares comunes, de adornos peinados con brillantina y de frases sentimentalísimas.

Abril 1991

No hay comentarios:

Publicar un comentario