lunes, 18 de septiembre de 2017

Héctor Jaramillo


Bienvenidos

Por Jesús Chávez Marín

Héctor Jaramillo y Felipe Alcántar cuidaron cada detalle de su exposición, Bienvenidos, que se inauguró el martes 16 de abril en quinta Gameros. Desde diseñar las invitaciones en papel bond, pero eso sí un impreso originalísimo, hasta en la manera de doblar el tríptico que lo contenía, con los nombres al margen: lograron un nuevo objeto artístico.
“No cabe que Felipe y Héctor son artistas en todo, en su vida, en su estilo, eso se nota hasta en mínimos aspectos, como esta gráfica cotidiana”, comentó Raúl Sánchez Trillo cuando encontró sobre su escritorio la invitación de sus dos amigos: un diseño en tinta negra con efectos de textura y con el ojo de una cerradura por donde hemos de asomarnos a la temática de intimidad que nos presentan las fotos de Jaramillo y los óleos y acuarelas de Alcántar en su exposición 1991.
La obra se instaló en la planta baja de la quinta Gameros. Desde arriba Nacho Guerrero tomaba fotos a varias personas que iban llegando. Ya había mucha gente cuando un poco tarde aparecieron los dos artistas de esa noche, entraron corriendo y con las manos llenas de los paquetes de última hora, agitados y totalmente fuera de contexto.
Eso les pasa por exponer en Chihuahua, una ciudad bastante mezquina con sus artistas, donde los promotores oficiales del arte y la cultura se dedican a pelearse entre ellos como perras y gatos, como guardianes y guardianas de sus míseros sueños de burocracia y rencor.
Aquí los artistas casi tienen que hacer todo ellos solos, hasta servicios elementales. Y claro, como todo, hay las excepciones, hemos tenido promotores culturales inteligentes y generosos, como Mario Arras, Leticia Santiesteban o el mismo Rubén Mejía, por citar tres nombres.
Cinco minutos después de esta reflexion rencorosa, Mario Humberto Chávez inauguró el evento con un discurso sencillo y breve. Fue el único discurso. Después entramos todos a las cuatro salas de la exposición.
A la entrada había un ojo de cerradura cuyas orillas eran de papel de china, a un lado había una mesa llena de copas con vino fresco y abundantes frutas y legumbres para delicia de los invitados.
Bienvenidos: a este lado de la pared están los cuadros de Alcántar, en formato grande, las tenues acuarelas de tono rosa o los colores fuertes, vigorosos, al óleo, las pinturas de un excelente dibujante.
De este otro están las fotos de Jaramillo, en blanco y negro, con las imágenes nítidas de un neorrealismo o de un hiperrealismo que contiene ciertos tonos de idealización. Una ojeada rápida basta para confirmar que estamos frente a dos artistas de tinta fuerte, que arriesgan, que crean universos coherentes y que ya han recorrido un buen trecho en la sólida formación de su oficio.
Pero si la noche de inauguración nos ponemos a ver los cuadros, parecería que todo fue un fracaso de pavoroso aburrimiento y no lo fue. Al contrario. Cierto que las salas estaban llenas y que muchos de los espectadores se veían notoriamente impresionados. Había tantos amigos, la noche era fresquecita y agradable en la terraza del museo, con el ambiente de bienvenida que los organizadores lograron crear, con música, floresotas de papel a los pies de la gente sobre el piso de machimbre, con la cama instalada en medio del último cuarto, con sábanas color palo de rosa y la almohada destendidas cachondamente como una escultura en homenaje a la intimidad.
Este tipo de eventos son, antes que nada, una buena ocasión para reencontrarse con los seres queridos: los amigos; también para el buen intercambio de chismes y demás rollos.
Esa noche asistió una multitud, gente de todo tipo: desde el elegante Jorge Benavides Lee con su look neoyorkino, hasta jóvenes punk con la cabeza rapada parcialmente; desde exjipis como Olaf, a quien ahora le gusta posar de empresario con teléfono celular al cinto, hasta jóvenes homosexuales vestidos igualitos que Solín, el pequeño valiente amigo de Kalimán, aquel héroe del radio que era “caballero con los hombres, tierno con los niños, galante con las mujeres, implacable con los malvados.”
En la terraza tomaban el fresquecito de la noche Jaime García Chávez, Irma Campos Madrigal y Flor María Vargas. Adentro un señor muy elegante de traje gris discute con Lupita Guerrero, quien vino muy guapa con blusa negra y pantalones de mezclilla.
José Pedro Gaytán y David Carrera llegaron, vieron y se fueron pronto. Lourdes Carrillo va bajando la escalinata para salir y va entrando el Chato Reyes, quien llega bastante tardecito pero muy a tiempo para saludar a sus cuates, que son muchísimos: Sergio Fernández muy serio esta vez. Gabriel Ortiz y Rosendo Muñoz, de los pocos fotógrafos que asistieron. Allá están Lupita Salas, Luis Carlos Salcido, Rosa María Hernández, Maya Bejarano y si seguimos anotando nombres esto va a parecer la lista de asistencia del primer año “B” en cualquier primaria estatal.
Mejor digamos cómodamente: a la exposición de Jaramillo y Alcántar asistió todo Chihuahua. Y todavía algunos, encabezados por Enrique Servín, siguieron la fiesta en casa de Kety González.

Abril 1991

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