miércoles, 14 de julio de 2010

enrique macín


Macín: teatro de ideas, teatro de la Historia

Por Jesús Chávez Marín

Enrique Macín escribió Los perfectos en una sola noche en 1964; la obra fue estrenada en 1970, dirigida por Federico Ferro Gay, cuando se iniciaba una de las cíclicas crisis religiosas ante la pujanza de las doctrinas protestantes y el avance de la teología de la liberación, ambos en el marco del concilio vaticano segundo, donde se discutían los ajustes que habrían de hacerse para lograr la permanencia secular de la iglesia católica.
Macín, quien luego se ha ocupado hasta diez años en escribir sus otras obras, cristalizó en este drama algunas premisas intelectuales que él sostenía, la mayoría de las cuales aún sigue manejando: su tesis de que el fanatismo religioso es dinamita social; su interés por la cultura de la Edad Media; su gusto por el idioma español antiguo y su habilidad para recrearlo; su certero y muy bien pensado conocimiento de la conducta humana: la pasión, el sentido común, la ambición y los ideales del amor, sobre todo, y sus lecturas atentas del teatro europeo contemporáneo.
En Los perfectos, con la que se da a conocer por primera vez como escritor, hay una madurez intelectual tan sólida que la obra no ha perdido vigencia, incluso vuelve en estos años a reforzar su dramática actualidad, cuando vemos cómo los fundamentalismos reviven, aunque nunca murieron, con la violencia despiadada de la que cuatro aviones gigantes que se estrellan contra edificios repletos de personas en la ciudad más poblada del mundo no es más que una de sus máscaras visibles.
En este libro se publica por primera vez esta obra de Macín, que en su estreno levantó grandes polémicas y que en ésta, su segunda salida, nos invita a reflexionar sobre los absurdos que a veces suceden en nuestro destino colectivo: que una madre terrible (cuya ausencia escénica haga aún más expresivo lo oscuro de su fiero fanatismo) deje morir a su hija para imponer sus creencias, es una metáfora a la vez estética y atormentadora de la Historia de muchos pueblos, la actual y la de siempre.
Enrique Macín nació en Chihuahua. Sus obras publicadas son: Los nuevos bizantinos (1982), Adán se despide (1988) y Sueños sin epílogo (1998). Las dos primeras son de teatro; la otra es una novela. Fue director y actualmente es profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua.


Prólogo al libro Psicodrama a las seis y media y Los perfectos, de Enrique Macín, Editorial UACh, 2002, México. ISBN 968-6331-90-5.

martes, 13 de julio de 2010

juan armando rojas


Hubo en el desierto profetas y patriarcas. Tiempo después, nació en estos lugares un poeta llamado Juan Armando Rojas: presentación del libro Río vertebral, número 43 de Flor de Arena, colección literaria de la Universidad Autónoma de Chihuahua

Por Jesús Chávez Marín

Es un honor participar en el bautizo social de este libro de poemas llamado Río vertebral, uno de los más hermosos entre los que han aparecido en la colección Flor de Arena.
Antes de iniciar mis comentarios, me parece un acto de regocijada lealtad agradecer el apoyo liberal y efectivo que el señor rector, ingeniero José Luis Franco Rodríguez, ha otorgado a la Unidad Editorial de nuestra Universidad. También manifiesto mi admiración y gratitud al ingeniero Manuel Reyes Cortés, director de Extensión y Difusión Cultural, porque en las varias mesas de redacción de nuestro programa de publicaciones trabaja con nosotros hombro con hombro, con discreta coordinación marca nuestra disciplina y nos contagia su entusiasmo: más que la de un jefe, su acción es la de un compañero en los múltiples y cuidadosos trabajos editoriales que realizamos todos los días Heriberto Ramírez, José Luis Domínguez Castillo, Leticia Estrada, Liliana Fierro y el que esta noche les habla y les escribe.
Dicho esto en el marco de la fiesta de Río vertebral, compartiré con ustedes algunas experiencias de la lectura de estos poemas del joven señor Juan Armando Rojas.
La región temática de esta obra es la frontera hacia ambos lados del Río Bravo: el mismo que cruzaron de ida y de regreso tantos mexicanos desde el inicio de nuestra cultura, nuestra civilización. El autor señala desde el origen esta travesía en el epígrafe: una frase de Álvar Núñez Cabeza de Vaca que puso en su libro:

Aquella noche llegamos a un río, el cual era muy hondo y muy ancho, y la corriente muy recia. Y por no atrevernos a pasar con balsas, hecimos una canoa para ello, y estuvimos en pasarlo un día. Tuvimos mucho trabajo.

Desde entonces ¿cuántos hombres han seguido ese derrotero? En nuestras familias, entre los amigos, hubo siempre alguno que cruzó de mojado, o consiguió su pasaporte y pasó por el puente, que vivió ilegal algunos años, que trabajó con honradez para ganar el pan, la casa, la ropa, el refugio de los hijos, la familia. ¿Cuántas mujeres nuestras hermanas, nuestras primas, nuestras madrinas, nuestros amores se fueron también en busca de tierras pródigas, persiguiendo el extrañamiento, la ilusión, los sueños? Se fueron hacia aquellas vastas tierras que fueron mexicanas, que fueron nuestra heredad en el pasado.
Allá en Arizona, Albuquerque, en Chicago cuidaron niños de otras madres, profesaron el arte sutil y necesario de la cocina, lavaron toneladas de platos y de copas en las máquinas de aseo, aprendieron las claves de la computación y fueron secretarias eficientes y civilizadoras a las órdenes de comerciantes frenéticos, políticos desaforados y médicos familiares.
De todos ellos habla este libro, que parece escrito por un viejo caminante afinado por la sabiduría. Y sin embargo fue compuesto por este joven poeta Juan Armando Rojas, que vino de visita desde Massachussets a este campus de la Universidad Autónoma de Chihuahua, ahora ya su casa editorial.
Lo que más sorprende en estos poemas es la armoniosa sonoridad: sólo con cuidadosa redacción de cada línea, cada verso, puede esto conseguirse. La segunda sorpresa es la densidad de su información y la capacidad de síntesis tan parecida a los poemas orientales: sabiduría y sensualidad, fuerza y dolor, ironía casi sarcástica y las más tiernas imágenes del cariño y el amor a la naturaleza, al paisaje, a la tierra nuestra que también fue la de nuestros mayores, memoria de tiempos remotos y crónica del instante más reciente, novedad de una patria nueva: la de los hombres y las mujeres del siglo XXI ya sin fronteras ni torturadores: una utopía y a la página siguiente la rabia por los disparos y las mutilaciones.
A todas estas cosas este libro transfigura en poesía: los dibujos de la tipografía, la música de sus canciones verbales y la hábil filosofía de los conceptos son el resultado de un salto cualitativo que sólo ha podido lograrlo con una muy alta educación este escritor, este buen artista mexicano.
Para terminar voy a leerles uno de los poemas de Río vertebral:

Terregales de un polvo blanco que se transpira
suciedad
blancura del grupo
ritmos que se injertan en los ladrillos

Ciudad desubicada entre sus casas
tan sola tan enteramente sola
tan alejada de Jesusalén
por la circunferencia de la tierra

Hagamos oración por la ciudad que sangra
por la mujer que espera un puesto en la maquila
arranquemos los cables y mastiquemos
el azufre almendrado de los coches

Llegaremos temblando
hoy se terminó el trabajo en la fábrica
hay tres pares de ojos que me observan
tienen hambre

Oramos por la migración de los mojados
al darnos cuenta de que nos encontramos solos
entre las manchas mercuriales en el espejo
se desvanece la memoria de los puentes

Hablemos de esta ciudad a nuestros hijos
que no aparece en el mapa
crucifiquemos los brazos de este cielo
con mayor derecho que el vecino

Busquemos a las desaparecidas
entre las aguas
y sus médanos
donde siempre habrá basura

Busquemos a las violadas
en la construcción geológica de nuestros hogares
entre las dunas blandas y su arena fresca
y el calcio de los huesos

Hablemos de los latidos del puente
del poco oxígeno que se respira
en el minuto y medio de silencio
a que es acreedor todas las noches

Hacemos un círculo e imponemos
nuestras manos orando por el alcohol y la poligamia
rasguñamos el hielo ardiente del asfalto
esta batalla en el desierto

Las sombras de los ahorcados
rueguen por nosotros
por la fragilidad y el alto precio de una casa subsidiada
escúchennos

Por el segundo que separa un milenio de otro
recordemos la línea divisoria
el furgón en que mueren los mojados
la costumbre del silencio

en donde terminó el río bravo
en donde comenzó el río grande

Iniciamos la oración
para lograr el reino de los suelos
por los sueños
de los años
de los días
ahora y siempre.

Hasta aquí el poema de Rojas, y también estos comentarios.

Rojas, Juan Armando: Río vertebral, Editorial UACH, México, 2003.
 

Enero 2003.

lunes, 12 de julio de 2010

mujer alabastrina


La noche cuando conocí a Gabriel García Márquez, segunda parte

Por Víctor Bartoli

…apareció Ana Claudia Talancón. Lucía esplendida, luego de su tercer cambio de ropa. Nos sonrió a los tres y nosotros, uno tras otro, la besamos de bienvenida. Aunque de manera confusa, se disculpó por el retraso de cuando la estuvimos esperando en el Fiesta Americana. No me pude contener y le conté mi dicha. Y ella me respondió: "¡Ah!... está aqui" Así, como si ella y Gabo trajeran algo entre manos. Luego nos dejo solos; me dijo: "Déjame voy a hablar con el." Al poco tiempo regresó. La vi venir deleitada por algo que no fui capaz de adivinar. Me pregunto: "¿Que crees que me dijo García Márquez?" Por segunda ocasión no fui capaz de adivinar. Y Anita prosiguió, ante mi falta de respuesta: "Yo le dije (a García Máquez): usted me mandó una novela suya a mi oficina de Los Angeles. Me respondió: Es que debí haber estado muy enamorado de ti. Cuando decía eso, yo me embelesaba con una de sus más bellas sonrisas, a menos de media metro de mis ojos. Un par de años más adelante caí en cuenta, por los periódicos, que ese día era yo un testigo accidental del inicio del proyecto de la película que luego se hizo de la novela El amor en los tiempos del cólera. Minutos después Anita y yo continuábamos nuestra platica, cuando de reojo vi de nuevo que llegaba García Márquez. Se acercó hasta donde estábamos, justo en la salida del bar; García Márquez me extendió su mano. Al verla, me aturdí, no supe qué hacer con aquella mano frente de mí; pero la tomé. Jamás imaginé llegar a tener ese honor.
Pero al poco, con su mano derecha envuelta entre las mías, no supe qué hacer con ella. Entonces, de manera impulsiva, me incliné, y la bese.
Al observarlo hacia arriba, según lo alcance a ver de reojo, García Márquez únicamente sonrió, conmovido. Me dije: "¿Por qué no besar la mano que ha creado las historias mas bellas de America Latina?".
[N. del e. El único novelista de Chihuahua de la cual una de sus novelas ha sido filmada con una producción mexicana de buen presupuesto y de grandes ambiciones, ha sido Víctor Bartoli. Algunos burócratas de oficinas culturales de su tierra natal suelen ser unos narcisos autistas que se sienten genios y cuya personalidad es la envidia. Durante seis años, a Víctor Bartoli no lo invitaron a ninguno de los múltiples encuentros de escritores que se realizaron en Chihuahua con dinero público. Dos de los villanos de esta historia de desprecio para uno de nuestros buenos escritores, afirmaban muertos de risa en una borrachera, en la cantina El Recreo, en ciudad Juárez, en junio de 2008, que a Bartoli le faltaba demasiado currículum].


Julio 2010

domingo, 11 de julio de 2010

bartoli


La noche cuando conocí a Gabriel García Márquez

Por Víctor Bartoli

Jesús: Gracias a mi Mujer alabastrina, dejame presumirte, conocí a García Márquez. Ocurrió en Guadalajara, allá por el año 2006, cuando la película se estrenó. [n. del e. se refiere a la película Mujer alabastrina, basada en la novela de Víctor Bartoli, con guión de Vicente Leñero]. Luego de la presentación, la productora decidió llevarnos a un lugar denominado El Kavaret. Al subir al mezanine, que era zona exclusiva, lo primero que vi fue a García Márquez. Vestía de negro completamente. Bailaba con una mujer delgadísima. En una mesa se hallaba su esposa Mercedes (idéntica a como la conocí por las miles de fotos que de ella se han publicado). Conversaba con el rector de la Universidad de Guadalajara. Cuando terminó de bailar, me acerque y le pedí que me firmara el cartel de la película, que yo había arrancado de un muro del Teatro Diana, donde había sido el estreno. En un principio, él vio el cartel de arribo a abajo. Me dijo: "pero si no hay donde firmártelo”. Urgido como yo estaba de su firma (por la mañana, por cierto, en una presentación había otorgado únicamente 20 autógrafos), le pedí que lo hiciera en cualquier parte. "No importa." Y lo hizo. Al concluir, me advirtió: "Pero me debes 30 mil dolares." Yo me sobresalté, pues en aquel momento únicamente llevaba 50 dólares, por si acaso. Pero García Marquez luego me sonrió, y de inmediato me tranquizó: "Pero me los vas a pagar un dólar por mes... Así nos veremos en los proximos años”. Regrese a donde estaban Pedro Lira y Rafael Gutiérrez, el productor ejecutivo y el codirector de Contracorriente. Y mientras yo les relataba a ellos mi proeza con García Márquez, apareció Ana Claudia Talancón. [n. del e. esta historia continuará].

Julio 2010.

sábado, 10 de julio de 2010

monsiváis


Ya se fue Monsiváis: adiós, maestro

Por Jesús Chávez Marín

Toneladas de papel en las imprentas habrán de ser la región donde más se extrañará la ausencia del escritor mexicano Carlos Monsiváis, cuya torrencial escritura llegó a imprimirse en todos los periódicos de la ciudad de México simultáneamente, el mismo mes en el que artículos suyos se publicaban también en revistas literarias del país. Su estilo vasto y barroco se producía con una cuidadosa redacción, a pesar de que las paradojas y los circunloquios y las bromas internas brotaban con exuberancia de sus manos veloces en el teclado de cinco máquinas de escribir.

Al igual que Borges lo hizo con el estilo clásico y diáfano de la escritura en español, Monsiváis puso en el siglo 20 la vieja literatura barroca, los retruécanos de los grandes maestros Quevedo y Góngora. Su sarcasmo cruel y su risa frenética aparecen con aire de modernidad en la extensa crónica de este escritor tan original, periodista totalizador, crítico certero y burlón, trabajador de fabulosa producción en la cantidad y en la calidad de su prosa.

Además de renovar el antiguo barroco español, Monsiváis actualizó un género que tiene larga tradición en la literatura mexicana: la crónica. Este género literario tal vez sea el que con más empeño y buena fortuna se ha practicado en nuestro país: desde Joaquín Fernández de Lizardi, el pensador mexicano, pasando por las crónicas furiosas y campiranas de Ignacio Ramírez, el nigromante; los finos relatos de viaje que desde Nueva York escribiera el poeta José Juan Tablada, los kilos y kilos de textos periodísticos y costumbristas de Rames Arispe, hasta llegar en el siglo 20 con el extraordinario cronista a quien Monsiváis considera su maestro, el poeta Salvador Novo.

Monsiváis es punto y aparte, un fenómeno de la naturaleza y un maestro inconmensurable de lo que habría de ser el periodismo mexicano de la segunda mitad del siglo 20 y hasta el día anterior de su muerte, a la edad de 72 años, a causa de un trastorno de los pulmones, porque no fumaba mucho pero vivía con doce gatos cuyo finísimo pelambre fue haciendo mella en el ambiente donde Monsiváis trabajaba, miraba películas, leía volúmenes de mil páginas y coleccionaba sus numerosas manías.

Fenómeno de la naturaleza porque apenas es de creerse su laboriosa cultura del trabajo en medio de un país en el que la negligencia y la pereza parecieran a veces obligatorias y reglamentarias en las empresas privadas y sobre todo en las instituciones públicas. Monsiváis en cambio producía textos de manera casi industrial: su inconfundible escritura aparece en prólogos y en solapas de una cantidad putamadrezca de libros, kilómetros de columnas periodísticas, plaquetes y programas de mano para funciones de cine, teatro, exposiciones de pinturas, museos de variada índole.

Fenómeno de la naturaleza, porque prácticamente inventó un nuevo género literario, mezcla de crónica y literatura narrativa, de reportaje y relato costumbrista, de sarcasmo y extraña poesía de grueso calibre, de conceptualismo refinado y lenguaje vulgar en medio de la gracia de su párrafo casi inagotable, al que hasta se le llamó el género monsiváis.

Fenómeno de la naturaleza, porque sin proponérselo fundó toda una escuela de cronistas mexicanos modernos. La etapa más estructurada de su magisterio fueron los diez años en los que dirigió el suplemento La cultura en México en las páginas centrales de la revista Siempre. Desde los primeros números de su coordinación superó con creces al anterior director, el legendario Fernando Benítez: con Monsiváis la crítica social fue más radical y aguda; la educación literaria se ejerció en la práctica, lo cual le dio un nivel mayor al periodismo de este país, pues los escasos periódicos donde Monsiváis no colaboraba tuvieron que competir con su prosa espléndida.

Además Monsiváis era de esos hombres a los que nada les es ajeno: lo mismo escribió sus crónicas vigorosas en medio de un concierto de Juan Gabriel que en el epicentro del temblor de 1985; caminaba a lo largo del Paseo de la Reforma de la ciudad de México en una marcha multitudinaria y luego escuchaba con atención y buen oído las voces del pueblo en los cenáculos secretos de la política mexicana. Solo una mínima parte de tan vasta producción literaria ha sido compilada en libros, que aun así son un montón de volúmenes: Amor perdido, Última llamada, Escenas de pudor y liviandad, Catecismo para indios remisos y 20 títulos más.

Como los grandes maestros cuando envejecen, Monsiváis también sufrió la lluvia ácida, la crítica feroz de un montón de epígonos. Uno de ellos se llama Héctor Villareal, escúchenlo: “Desde mi remota juventud di por visto a Carlos Monsiváis. Es decir, que haber leído unos cuantos textos me bastaba para no dedicarle más tiempo. Lo decidí así por su pobre temática y anticuadas referencias, así como por si estilo de pastiche que maldisfrazan la miseria de sus argumentos o la falta de ellos: mucha forma y poco fondo. Me di cuenta de que no aportaba nada a mis ambiciones de conocimiento ni al gusto de mi lectura”.

Otro ejemplo, José Ramón López Rubí Calderón, abunda: “Es cierto lo que dijo Octavio Paz: Monsiváis es un hombre de ocurrencias, no de ideas. Si lo que se busca es comprender causalmente la política de ayer y hoy, sus procesos, sus actores, sus resultados, sus perspectivas, la visita frecuente a los textos de Monsiváis es una pérdida de tiempo. Quienes busquen respuestas, no las encontrarán. No explica; en el mejor de los casos, solo describe”.

Además de los dos citados, el novelista Luis González de Alba y el editor René Avilés Fabila le dedicaron a Monsiváis extensos relatos de vituperio y venganza. La respuesta de Monsiváis fue su expresivo silencio y su constante presencia en las páginas de los periódicos del país hablando de temas mucho más importantes que la miseria de sus pequeños, despiadados críticos.

Los locutores industriales de la televisión y del radio lo invitaron constantemente a sus programas, y Monsiváis multiplicó con generosidad su presencia y sus palabras en las pantallas y en las cabinas de sonido a donde fue convocado. De esta manera llegó a convertirse en una súper estrella del espectáculo, en una especie de rockstar de la literatura mexicana.

Y ahora ya se murió, descanse en paz. Los que sigan leyéndolo hallarán en sus libros la felicidad y la gracia de la buena escritura, la continuación de una tradición cultivada con sabiduría y esmero, la tradición literatura del idioma español.

Junio 2010.

miércoles, 7 de julio de 2010

maría de los santos aranda gutiérrez


Los poemas de niños: el origen de la conceptualización;
presentación del libro Gotitas, antología poética infantil, de María de los Santos Aranda Gutiérrez

Por Jesús Chávez Marín

La literatura nació antes que la escritura, cuando una madre le cantaba a su hijo recién nacido: las palabras y la música fueron tanto para la madre como para el bebé un acto de comunicación más alto que las palabras, más alto que los sonidos: era ya el acto estético, el acto artístico en el que se expresa materialmente la más profunda humanidad.

Me siento enormemente complacido en participar en esta mesa, en esta ceremonia de iniciación en la que me siento tan bien acompañado por mi gran amiga María de los Santos Aranda Gutiérrez en su noche de debut como autora; por las maestras Esmeralda Urueta Cruz y Susana Ruelas Sifuentes quienes además de participar hoy como presentadoras de este maravilloso libro, están también muy involucradas en su gestación, ya que participaron activamente colaborando con su compañera de trabajo desde el preincipio y hasta que la obra estuvo terminada.

Uno de los mejores regalos que sin duda mucha gente va a entregar a sus hijos, a sus nietos, a sus ahijados y a sus hermanos pequeños será un volumen de Gotitas, antología poética infantil. Por supuesto que también será una gran ofrenda para los adultos inteligentes y sensibles que pertenecen a esa distinguida aristocracia del espíritu: los lectores. A quienes trabajan en la formación de los niños, será también un oportuno instrumento de trabajo, pues en un solo volumen hallará material de lectura de excelente calidad para los ejercicios y para las lecciones.

Y es te este libro fue compuesto con la destilación cuidadosa de un largo tiempo: la maestra Aranda hubo de leer toneladas de papel impreso, se dedicó a escuchar canciones y recitales y fue anotando con mucho cuidado millares de textos que luego habrían de servirle para tener mucha tela de donde cortar, muchos ingredientes para escoger los mejores: así fue tejiendo este lienzo casi casi de Penélope para los niños que fueron sus alumnos en primer año de primaria y ahora también para quienes habrán de serlo en la lectura de su libro.

Así también fue cocinando este pastel metafísico, con los mejores ingredientes, el cuidado amoroso y el sazón exacto para dar la mayor sabrosura a los lectores; ella, que entre sus tantos oficios también es cocinera de pasteles sabe también esa alquimia: la de tomar los materiales, mezclarlos con arte y ciencia y dar el salto cualitativo que significa toda creación.

Por todo esto quiero decirles a ustedes ahora que se apresuren a adquirir el libro de la maestra María de los Santos Aranda Gutiérrez, una mujer de pocas palabras y de mucha sabiduría: la que da profesar con amor y trabajo uno de los oficios más nobles que existen: el de maestra de niños.

Diciembre 2002.

martes, 6 de julio de 2010

lucía


De la ginecología y obstetricia al poema de la pasión amorosa;
presentación del libro Virgen andariega, de Lucía Cano

Por Jesús Chávez Marín

Me siento complacido en participar en esta linda fiesta de iniciación en la que mi tan cercana amiga Lucía Cano presenta su quinto libro, luego de habernos ofrecido en los años recientes dos libros personales y de ser coautora en dos libros colectivos. Sin duda Virgen andariega representa en su obra de maravillosa poetisa un salto cualitativo: sin duda es hasta hoy su mejor libro, aunque en esto de las afirmaciones de la crítica literaria cada autor habrá de escoger el suyo entre las cinco lindas criaturas literarias de esta mujer hoy radiante en su noche de gala.
Hace unos días nos hallábamos disfrutando una tertulia en casa de Lilly Blake varios amigos, luego de un acto cultural en el que nos había tocado participar y entonces Lilly, a quien le gusta disfrutar su propia voz profesional y leernos los buenos textos poéticos de su autoría, nos dijo:
—Oigan, muchachos, (así nos sigue diciendo a todos, incluso los que ya andamos demasiado cerca del brumoso lindero de la cincuentena): ¿quieren que les lea un poema?
—Por supuesto que no, Lily, cómo se te ocurre. Estamos aquí tan agusto en tu linda casa, ya nos ofreciste este refinado mezcal escanciado en tus famosas copas de plata que suenan como campanitas... para qué quieres perjudicar esta nochecita tranquila de otoño.
—Ay, ¡cómo son gachos! —nos dijo con una especie de maullido rencoroso y haciendo un mohín entre burlón y encabronado.
Enrique Servín, que es todo un caballero, se apenó levemente con nuestra amiga y le dijo:
—No le hagas caso a estos barbajanes, Lilly. Léenos.
—No, ya no.
Otro de los ahí presentes dijo:
—No, Lilly, lo que pasa es que ustedes las así llamadas mujeres poetas de Chihuahua no se saben otro cuento que el de sus orgasmos y el elogio de su propio cuerpo y una que otra tímida flor al pene y a otras funciones naturales que a ustedes ahora les parece el descubrimiento del hilo negro y lo proclaman como si ya todo esto fuera cosas del otro mundo. Párenle. Ya basta: Todas hablan de lo mismo y hasta casi con las mismas palabras: son monotemáticas, aburridas y con una afán demasiado evidente de escandalizar incauto. En estos tiempos del internet y de la televisión por cable ya ni los niños de kinder se escandalizan: ustedes son las ingenuas: las que sienten que la virgen les habla y que retiembla en su centro la tierra cuando escriben las palabras senos, vagina, verga y clítoris. A principios de los años parecía novedosa su estética de la panocha cósmica, pero a principios de este siglo ya todo esa temática se reduce a la versificación de la ginecología y obstetricia.
Bueno, pues luego de esta lección rápida de teoría literaria mezclada con la onda clínica, esta noche debo reconocer con el primer libro de poemas, entre los que se han publicado en los últimos cinco años, que viene a matarme el gallo en la mano. Este excelente libro de poemas eróticos me devuelve la fe en la buena literatura de las poetisas de nuestra tierra.
En Virgen andariega, Lucía Cano regresa al buen arte de poetizar cuidando verso por verso, línea por línea, el sonido y la carga semántica de las palabras. Va de lo exquisitamente refinado donde las joyas, los perfumes y las frutas se armonizan con el cuerpo femenino y con el cuerpo masculino en una ambiente de placer y cariño, hasta la audacia naturaliza en la descripción de los actos, los olores y los sonidos de la pasión amorosa. Veamos por ejemplo esta lluvia de imágenes, en los siguientes versos sueltos:

entro en tu sonrisa perfecta. En una metáfora muy dinámica que trasfigura el acto físico que se expresa en el verbo “entrar” en un símbolo de fusión metafísica, la autora con sólo un verso de 5 palabras logra destello intenso de esencial poesía.

mujer a cuentagotas. En la multitud de imágenes que definen a la mujer, a la naturaleza femenina, difícilmente podrá hallarse otra expresión tan original y precisa como lo es este verso tan firme, pulido y exacto de Lucía Madrid.

el intenso calor de tu espalda
en mis dedos: De este fragmento, la joven escritora Elvira Catalina Gutiérrez comenta: “Esta imagen sutil evoca uno de los mejores momentos que hay. Cuando se está con otra persona, cuando las manos, los dedos, se conectan con la piel de quien se ama: en este caso la espalda: lugar fabuloso para este tipo de conexión, cuando los dedos son capaces de sentir el calor, se está preparado para salir del cuerpo y para dejar al espíritu disfrutar plenamente el amor. El amor por él”.

la humedad que sembraste en el vientre. El riesgo es el resorte esencial del impulso artístico. Para forjar el poema, Lucía Cano es atrevida y audaz: la memoria de la propia intimidad no la intimida: todos los materiales son útiles, todas las palabras son válidas, aquí las confesiones vuelan: todo lo que sea necesario para componer el poema y lograr versos que valgan la pena, Y los versos que valen la pena son los que provocan al lector una fuerza semejante al objeto artístico: el poema y el lector son el único acto artístico posible.

un silencio vivo. Anoté este curioso verso por las connotaciones de Pedro Páramo: la mejor novela mexicana que existe, donde salen los más vivos fantasmas Juan Preciado, Fulgor Sedano, el padre Rentería y todos los habitantes de Comala, entre ellos la fuereña Susana San Juan, la bellísima surtidora de sueños y delirios.

llámame cuando desfallezcas. Bellísima elocución profundamente femenina: sólo las mujeres pueden decir estas palabras con exactitud y sinceridad.

esa será la señal a mi molde solitario

traigo en los párpados la noche adormecida

cálido montón de corazón en cenizas

perfume de mujer recién lavada

entre polvo de ámbar y amatista

invoco sin dudarlo
la flor bendita de tu vientre

duermo con esta sed quemando mi garganta
soy esta muerte seca en la que ardo

una luna de marfil agudo

una voz te dirá a las cinco que te espero

derramaré champaña
sobre mis senos

bebe el vaso alabastrino de mis senos

brillantes madrugadas con desvelos

besas mi karma

en la noche palpita la pasión

con el profundo jade
de tus ojos

hay tequila esparcido

lecho mítico

aspiro la humedad de tu cuerpo. De este verso, Elvira Catalina Gutiérrez comenta: “Los 5 sentidos completos los puede captar el olfato en esta imagen: aspirar en algún momento puede ser el más erótico signo: respirar el olor húmedo del cuerpo es saborearlo, tocarlo, verlo y hasta escucharlo, solamente en un respiro”.

navega el mar prohibido
de tu cuerpo

devorando nuestras vidas paralelas

Poema completo: Esta noche

Te regalo la luna
que baña tu lecho
y diluye el vértigo de sombras

dormirás

tu cuerpo pálido
místico
silente

espejo que revierte la penumbra
donde prendo mis manos
como flores dormidas

y llegaré en un sueño
segunda piel atada
con la fingida muerte de los siglos

suelta la caricia de tu aliento
muérdeme el corazón
y sueña

qué hago sin tu voz
y este verde infinito
que el otoño deshace

Una estrofa del poema “Réquiem para días y noches desiertos”

cuando empieces a ceder al tiempo
besaré los huesos que te guardan
te envolveré en mi negra cabellera
hechicero de largas madrugadas

Una estrofa del poema “Sólo dos”

Dos extraños amando
mecida entre tus brazos
la mujer más amada
conjugué en este amor
los amores filiales
fui tu madre
tu hermana
tu amante
tu hija

Diciembre 2002.