viernes, 10 de junio de 2011

poemas en voz alta

En la foto Guadalupe Guerrero, Alicia Grajeda, Rogelio Treviño y Guadalupe Salas.

Poetas al foro

Por Jesús Chávez Marín

La escritora Luz María Montes de Oca hacía discretos discursos que de tan breves eran aforismos sobre el arte de la escritura, y nombró a todos los poetas de Chihuahua. Su habla elegante, parecía de los tiempos clásicos de la buena oratoria de antes.

—Damas y caballeros, buenas noches, se me ha honrado nombrándome la moderadora de esta lectura poética de las Jornadas Fuentes Mares, y quiero empezar con el desfile de todos los poetas chihuahuenses que han vivido solitarios en medio de sus amigos y han llenado páginas y páginas como prados de flores en estas vastas tierras desde 1920 hasta los más recientes minutos: Montemayor Díaz, Olvera, Gumaro, Armendáriz, Alfredo Jacob, Arras, los que se fueron José Vicente, Carlos, Mario Loya; los que se quedaron Guadalupe Guerrero, Ana Belinda, Lourdes Carrillo, José María Piñón.

En esta función los organizadores tuvieron el tino de que corriera el vino blanco antes de empezar a escuchar los poetas, para que todo el mundo se emborrachara de poemas y voces. El concierto lo abrió Gaspar Gumaro Orozco en la voz profesional del actor Alfonso Varona y leyó textos super vigentes de este poeta que ya tiene treinta años escribiendo, y que esta vez presentó una selección muy acertada.

Luego siguió Micaela Solís, quien dedicó la lectura de esa noche a Remigio Córdova y leyó poemas de aquel. Luego continuó con obra propia de un volumen que próximamente será publicado por la UNAM.

Los poetas estaban al frente del foro sentados en enormes sillones blancos, ante varias mesitas individuales llenas de libros, copas de vino y cigarreras. Así Enrique Servín, nuestro poeta mayor, leyó textos de aquel cuaderno de poesía que le editó Praxis-Dosfilos, Así de frágil será el pasado (1990). También textos inéditos, escritos en los últimos meses, con un juego temático casi alucinante de la ciudad de Los Angeles, de la música barroca, de los cantos árabes, del rockanrol, de la lombriz que se revuelca sin patria, de Jesús Hielo tocando su violín en la sierra, de jóvenes zoroastrianos y de jóvenes cholos. Dedicó su actuación a la memoria de su padre, quien falleció hace dos meses.

La estrella de la noche fue Guadalupe Salas, quien siempre ha sido tímida para mostrar sus poemas; resultaron una verdadera sorpresa sus textos llenos de profundidad, sensualidad y gracia. Inició con Acto de fe, un poema breve para el silencio, le siguió con un madrigal del más puro estilo clásico y cerró con un impresionante poema uno de cuyos versos decía: “la tierra guarda una semilla que fue nuestra”.

Siguiente acto: Septentrión en la voz y en el alma de Rogelio Treviño, un poema épico, una basta tierra donde habitan los tarahumaras mirando el estanque seco del pensamiento, viviendo noches de crines blancas en medio de un rito con sulfuro metal.

A las 9:55 de la noche termina esta lectura de poesía y entonces la maestra Eva Lucrecia dio la noticia de que una de nuestras poetas, Lupe Guerrero, acaba de ganar el premio Novela de Testimonio 1991. Lupita, muy contenta, tomó el micrófono, felicitó a sus compañeros poetas y dijo: “Estoy tan contenta que si no me quitan el micrófono aquí le sigo toda la noche platicando con ustedes que tanto los quiero a todos”.

Octubre 1991

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