jueves, 22 de julio de 2010

alfonso reyes siáñez


Una extraña atmósfera de sensaciones.
Presentación del libro Rocío de sentimiento, de Enrique Alfonso Reyes Siáñez.

Por Jesús Chávez Marín

De todos los textos que un autor puede escribir, el más riesgoso es el poético. Las zonas más secretas de la intimidad, la claridad más intensa de los pensamientos, la visión más personal, las palabras más cercanas al propio cuerpo son los materiales del poema. Pero no basta sólo con ese fulgor de la propia vida para construirlo. Hace falta armonizarlo con las ideas colectivas, con las voces múltiples de la expresión universal de la tradición.
Enrique Alfonso Reyes Siáñez construye en éste, su segundo libro de poesía, una atmósfera plena de sensaciones sonoras, olfativas, visuales donde sus versos líricos iluminan no solamente historias de diversos momentos de su infancia, de su escuela, de sus amores, sino además nos conecta con imágenes muy reconocibles por todos nosotros que nos miramos en el espejo de esta escritura forjada con nostalgia, con ternura, con dolor, y con la fuerza que da la meditación constante, el ejercicio de pensar.
En el primer texto, titulado “El valor de vivir”, el autor habla de los contrastes físicos y espirituales con los que batallamos todos los días, nuestra presencia en medio del mundo, entre nuestros semejantes, y en las claves que el poeta va iluminando con su búsqueda espiritual, tal como dice en uno de sus versos:

Alba de esperanzas
que voy abriendo en la misteriosa selva del destino.

La estructura de este libro tiene una secuencia existencial que se va rebelando en el orden en que vienen los poemas. La historia se inicia en la primera infancia, donde las palabras son objetos tangibles, importantes para forjar una identidad que se conecta al presente de la escritura y al presente de cada lector. Así vemos que el poeta evoca la voz del padre, en el momento mágico del ensueño. Así lo expresan estos dos versos:

El cuento que mi padre me relataba,
antes de cerrar mis ojos

En ese mismo poema también se habla de las “canciones de infancia, que aún viven”. De una manera muy atinada, el texto juega con esos jirones de sueño que se proyectan para siempre en la vida de los hombres y de las mujeres, esos sonidos y palabras luminosas que son para todos el sustento de la propia identidad.
Con gran intuición, Reyes Siáñez forja en sus textos esas imágenes del pasado que surgen vigorosas en la reflexión de un presente cristalizado en cierto momento de la propia existencia. Les voy a leer dos versos de un mismo texto, donde se forja esa piedra de toque. Primero, la voz poética habla de la “nostalgia de mis juegos que volaron” y, dos estrofas después, aparece esta otra metáfora: “La misteriosa huella del amor”. Las dos vías de la sensibilidad, el recuerdo y la experiencia intensa del presente, se armonizan en el texto para construir un lenguaje de gran expresividad.
En otro poema hallamos un retrato de gran originalidad de lo que, para el autor, es la amistad: El fulgor de un arcoiris que a veces, por descuido, guardamos en los bolsillos rotos de los sueños.
Los poetas, los pensadores, son personas de sensibilidad muy viva. Su vida espiritual es muy dinámica y muchas veces navegan, como lo indica uno de los versos de este libro, en “la misteriosa soledad”. A pesar de eso, los poemas de Enrique Alfonso Reyes Siáñez suelen tener una sencillez y una ternura de gran dulzura, de profunda humanidad. Como cuando se refiere al amor de la madre y le canta a su “amor sin condición”, al “consuelo oportuno”, al “arrullo que solía oír” desde el vientre de la mujer, aún antes de nacer. De esa mujer que se entrega entera y no espera ninguna otra recompensa que ver alegre a su hijo.
En el paisaje de este libro, escrito con la reflexión y la sensualidad del presente en contrapunto con los colores de los recuerdos, se habla de la escuela donde todos fuimos niños. Uno de los textos se refiere, según las palabras de uno de sus versos, de “la cotidiana tarea de aprender la lección”. Quienes son o han sido maestros, maestras, hallarán en este poema un homenaje de gran cortesía y cariño.
El autor hace también una sutil reflexión de su propio oficio de escritor, y se refiere en otro texto a

La facultad de expresarme que la vida me otorga

facultad que es ejercicio constante desde la infancia del poeta, según lo indican estos dos versos, donde habla de su actividad de pensar e imaginar que parecían tan naturales, desde el refugio del amor:

la ternura de mi madre, cuando me miraba,
con mis ojos cerrados y mi mente volando.

Me parece muy hábil la escritura de Reyes Siáñez en el trazo de gran precisión con que suele describir figuras y personas en unos cuantos versos. Como es el caso de este bello retrato de una joven mujer:

muchacha, que detrás del maquillaje
cubre sus sentimientos,
que son el tesoro de su intimidad

Hay también en este libro, como una trama de hilos muy finos, un afán siempre constante de seducción: al lector, a la amada, a la musa. Incluso se atreve a revelar sus intenciones en palabras muy explícitas, según lo indica este verso:

tal vez estas palabras humedezcan tu corazón

Quizá el tono más constante en todo el libro sea la ternura, ese sentimiento tan difícil de expresar. Vivimos tiempos tan ásperos, fríos y violentos, que las lecciones de amor que también hay en esta escritura sin duda serán para nosotros como un poco de agua fresca. Así se expresa en esta parte del libro, donde se habla de

Este amor, inmensa ternura solitaria
en lo profundo de la noche

Algunas de las palabras con las que están forjados estos poemas, según el poeta, “se refugian en tu piel de mujer”, así se lo expresa a una de sus amadas, a quien también le dice esto:

se desvaneció mi pudor frente a tus ojos

El riesgo de la propia intimidad esa uno de los componentes más difíciles pare el poeta. En la apuesta va todo: el cuerpo, los pensamientos secretos, la crueldad, el sufrimiento, la alegría, la fe. Para tener a la amada, la voz del poema habla de:

la ansiedad de robarme tu sombra,
que es el consuelo de mi desvelada vida

Y en otro poema, también le expresa el triunfo de esta aventura poética:

Saber que te llevo tatuada

Leer este nuevo libro de Enrique Alfonso Reyes Siáñez es una experiencia estimulante. Los colores de la infancia iluminan con alegría y ternura zonas oscuras de nuestro presente. La temblorosa inseguridad ante la primera experiencia amorosa, cuando somos protagonistas de la intensidad amorosa y la repentina conciencia del propio cuerpo, se queda grabada en nuestra identidad, nuestra conciencia, con una mezcla confusa de placer y temor, de ilusión y dolor, pero son en la memoria sensaciones tan llenas de nuestra propia vida que las guardamos como uno de los mayores tesoros. De todo esto habla este libro: habla de nosotros, de los juegos, de las canciones, de los amores, de nuestra propia respiración.

Junio 2010.

No hay comentarios:

Publicar un comentario